En una temporada que quedará grabada en la historia reciente de las formativas de Peñarol, las categorías Sub-15 y Sub-18 lograron un doble objetivo soñado: el ascenso y el campeonato.
Detrás de ese logro hay meses de trabajo, compromiso y una idea clara de juego y formación humana. El técnico Alfredo Viera, al frente de ambas divisionales, encabezó un proceso que trascendió lo deportivo, priorizando también la construcción de valores como el respeto, la educación, el esfuerzo y el compañerismo.
Desde su llegada el 10 de febrero, junto a su cuerpo técnico, comenzó a delinear un proyecto integral que apuntó tanto al crecimiento futbolístico como personal de los jóvenes jugadores.
El trabajo constante, el acompañamiento de las familias y el fuerte sentido de pertenencia fueron pilares fundamentales para alcanzar los objetivos propuestos. Con 82 puntos obtenidos en la temporada —18 más que el segundo y 20 por encima del tercero— Peñarol demostró ser el mejor equipo en muchos aspectos, reflejando en los números la dedicación y el compromiso de todo un grupo.
Pero más allá de los resultados, Viera destaca el valor humano detrás del éxito: el esfuerzo diario de los chiquilines, el apoyo de los padres y la importancia de formar buenas personas, no solo buenos futbolistas. Actividades fuera del campo, meriendas compartidas y el compañerismo fortalecieron los lazos entre los jugadores, generando un ambiente de confianza y respeto mutuo.
En esta entrevista, el técnico repasa lo vivido durante el año, comparte su visión sobre el rol formativo del fútbol, la relevancia del acompañamiento familiar y la pasión que lo une desde siempre a Peñarol. Con humildad y orgullo, Viera agradece a sus dirigidos y celebra un año de crecimiento, aprendizaje y logros que van mucho más allá de los títulos obtenidos.
Por tal motivo, entrevistamos a Alfredo Viera director técnico de Club Peñarol de sub 15 y 18.
“La verdad que fue un gran año para las dos categorías formativas. Ambas lograron el campeonato, así que muy contento por eso.»
Una alegría enorme
«Sí, sobre todo porque después de ocho meses de trabajo pudimos concretar uno de los sueños: el ascenso, que era el objetivo inicial que nos habían planteado los dirigentes al llegar.
Después, con el correr del tiempo, fuimos dándole forma a los equipos, buscando plasmar en la cancha una idea competitiva. Creo que lo logramos.
En la Sub-15 los números muestran claramente el buen trabajo, y en la Sub-18, aunque pasamos por algunos vaivenes, supimos acomodarnos a medida que avanzaba el campeonato.
En la segunda rueda alcanzamos el rendimiento que pretendíamos, estuvimos muy cerca de ganar el Clausura y, en la sumatoria general, hicimos una gran campaña. Peñarol terminó con 82 puntos, 18 más que el segundo y 20 por encima del tercero. Eso marca, a las claras, que fuimos los mejores en muchos aspectos.
Yo siempre digo que los verdaderos protagonistas son los jugadores. El entrenador estructura, da lineamientos y propone una forma de trabajar, pero son ellos quienes trasladan las ideas a la cancha.»
¿Cómo hicieron para fomentar los valores —no solo dentro de la cancha, sino también en el día a día— en las prácticas, en las meriendas y en los encuentros fuera del fútbol?
«Creo que todo empieza con el mensaje que uno baja desde el primer día. Yo comencé a entrenar el 10 de febrero; ellos ya venían con otro técnico que, por distintos motivos, dejó el cargo. Desde ahí comenzamos a construir algo nuevo y, más allá de los resultados, nunca dejamos de formar personas.
Hablamos mucho de respeto, educación, compañerismo. De entender que hay alguien que toma decisiones —quién juega, quién espera, quién entra—, y que eso también forma parte del aprendizaje.
Buscamos que valoren el esfuerzo de sus familias: el padre o la madre que los lleva a entrenar, que hace un sacrificio para que tengan un par de botines o la ropa adecuada. También trabajamos el aspecto mental. Les insisto mucho en que no digan ‘no puedo’. Prefiero que digan ‘no sé todavía’, ‘tengo que practicar más’. La mente se entrena, y si
logramos mantenerla en positivo, el rendimiento mejora. Un partido es pura emoción, y si entrás convencido de que podés, ya recorriste la mitad del camino.
Además, gracias a una comisión de padres muy activa, organizamos actividades fuera del fútbol: comidas, meriendas, encuentros. Esos momentos fortalecen el grupo. Ahí se conocen más, saben quién tiene hermanos, quién vive solo con la madre… y eso ayuda a entender también las reacciones en la cancha. Cuando conocés al compañero, entendés mejor lo que le pasa.»
Qué importante eso de los padres, ¿no? Que se involucren en lo que les gusta a los chiquilines.
«Fundamental. Los padres son el motor. Son quienes motivan, acompañan y sostienen. Un entrenador colega me lo dijo una vez: sin los padres, muchas cosas no serían posibles. Ellos son los que incentivan a los chicos a ir al club, a cumplir los horarios, a prepararse bien.
Y también son los que los contienen cuando algo no sale como esperaban. Después de un partido difícil, la primera voz que escuchan es la de mamá o papá, y ese mensaje puede hacer toda la diferencia.
Por suerte, este año la participación de las familias fue muy positiva. Se generó un ambiente sano, de apoyo y respeto, y eso se notó en los entrenamientos y en cada partido.»
Se terminó la temporada para Peñarol, para las categorías Sub-15 y Sub-18. ¿Qué viene ahora?
«Ahora nos queda una charla pendiente con los dirigentes, porque existe la posibilidad de continuar. Si Dios quiere, tal vez podamos estar nuevamente en la temporada 2026, pero eso dependerá de las evaluaciones que haga la comisión directiva.
La intención tanto de los padres como de los dirigentes es seguir manteniendo al grupo unido. Este jueves tenemos una actividad social para cerrar el año, y también está programado un viaje a Montevideo. Será el segundo año consecutivo que lo hacen: la idea
es pasar un día juntos, conocer algunas instalaciones de Peñarol —la Ciudad Deportiva, el Campeón del Siglo y otros lugares—, y aprovechar para recorrer los sitios más emblemáticos de la ciudad.»
Si te digo “Peñarol”, ¿qué significa para vos?
«Pasión. Soy hincha de Peñarol desde siempre y me siento un privilegiado de haber podido dirigir sus formativas. Es algo que va mucho más allá de lo profesional. Mi padre me inculcó el amor por el club y por los colores, así que, desde ese lugar, la felicidad no tiene límites.»
Para cerrar, ¿qué mensaje te gustaría dejarles a los chiquilines de la Sub-15 y la Sub-18 después de todo lo vivido este año?
«Solo palabras de agradecimiento. Ellos fueron los grandes responsables de todo lo conseguido, porque creyeron, trabajaron y entendieron que sin esfuerzo no hay resultados. Desde el 10 de febrero, en plena pretemporada, entrenaron dos horas por día, cinco veces por semana. Después, cuando comenzaron las clases, tuvimos que ajustar horarios y adaptarnos, pero nunca bajaron los brazos.
Yo siempre les digo que el 90% del resultado depende del jugador. El entrenador orienta, marca el camino, pero el que juega, corre y se esfuerza es el futbolista. Yo nunca vi un técnico que entre a la cancha a patear un penal o a sacar una pelota en la línea. Por eso, mi mensaje es de gratitud. Me sentí muy cómodo con ellos. Son adolescentes, con toda la energía y las emociones que eso implica, pero siempre mostraron respeto y compromiso. Y eso, en estos tiempos, vale el doble.»
Muchísimas gracias por haber compartido con nosotros esa pasión por Peñarol.
«El agradecido soy yo por la oportunidad de expresarme y de que la gente me conozca un poco más. Y aprovecho para agradecerles a los chiquilines, a través de este medio, todo lo que han hecho: ellos construyeron este ascenso y el campeonato de la Sub-15.»
—Muchísimas gracias.
«A ustedes.»




