Traicionar lo básico y someter el futuro: ¿Salto lo entendió?

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El vuelo romántico no existe. La pretensión de JUGAR BIEN, para intentar GANAR BIEN, es parte de la desolación. No encaja en la realidad. 

Porque además en el caso de esta selección salteña, mucho más. 

Menos de un mes para que Junior Aliberti le diera forma básica y dos partidos amistosos. Digamos las cosas como son: Salto llegó como pudo.

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Con las herramientas disponibles. Pero además con una baja sensible: Junior Rodríguez. Es de los pocos zagueros centrales del medio, capaz de trascender en las dos áreas,

Enfrente, un Tacuarembó que llegó con ventaja asociativa, porque el técnico Andrés Rodríguez conservó  a la mayoría del plantel que jugó el torneo pasado. Sus variantes fueron mínimas

Estaba cantado que ese Tacuarembó iría a complicar. Y complicó.

Lo saludable es que de hecho, Salto no traicionó lo básico, PORQUE GANÓ. 

No haberlo hecho es ir sometiendo al futuro. 

Si de cinco equipos avanzan dos, el imperativo de victoria azota como martillazo en pleno rostro, para que ningún desvío de atención se produzca.

Salto lo entendió. Da esa sensación. 

Mucho más allá de errores y aptitudes, los tres puntos quedaron aquí. Arrancar venciendo potencia el querer. O el principio de la credibilidad.

A TODAS LUCES, ES VERDAD….

Salto fue un equipo de “seis” puntos. No más de eso. Y en varios pasajes defeccionó casi con naturalidad, Porque no defendió sobre la base de la sincronización, porque los volantes no fueron rueda de auxilio y Tacuarembó ganó sobre todo en el primer tiempo, la cuerda por derecha. En el segundo tiempo, a veces teniendo menos la pelota, fue directo al grano cuando la tuvo.

Le sacó el jugó. En la recta final, una pelota en el palo y un par de situaciones.

El hecho es que hasta pudo ganar.

Es verdad también que las modificaciones le inyectaron a Salto, un matiz más apropiado a la necesidad en la media hora definitiva. Modificaciones inevitables, ante las grietas estructurales y con un detalle no menor: las pelotas perdidas a la hora de la división.

Salto supo de MOMENTOS, mientras que el desamparo táctico existió A PARTIR DE LA DISCONTINUIDAD EN LOS RENDIMIENTOS INDIVIDUALES.

La selección fue y buscó, más por instinto que por razones. Las razones fueron limitadas. 

Solo de vez en cuando. El modelo de estrategia, chocando contra la imperfección golpeando.

Y cuando la imperfección hasta conceptual golpea, se abre el zanjón de lo no posible.

LA CARA DEL FUTURO

Convengamos. El partido de inicio, siempre es especial. Porque además, el local tiene y debe prohibirse el resignar puntos. Si ello sucede, hasta puede transformarse en una marea de interrogantes que lo puede dejar tenue y desairado.

Pero como Salto venció, el área de la estimulación colectiva vive y lucha. Pero además, procrea la necesidad de LA CORRECCIÓN, después de comprobar las dudas.

Hubo jugadores notablemente por debajo del nivel y entonces, ¿cómo es posible reclamarle vistosidad y eficacia al funcionamiento?. 

Los 90′ jugados amplifican para Junior Aliberti, el mapa de las primeras deducciones. El equipo ganó y no traicionó el futuro. O por lo menos el futuro que se pretende. 

Paysandú como rival, no será una prueba más: será la gran prueba.

Salto sabe que es un partido para no dudar. O para bajar el margen de errores.

El fútbol no es en esencia una cuestión de fe: es una cuestión de propiedades. 

Se las tiene o no se las tiene. 

Melancolía del no se puede o la convicción que las evoluciones son posibles. 

Esta selección salteña es la que elige. 

El crédito está abierto. Bien abierto.

       -ELEAZAR JOSÉ SILVA-

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