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lunes, 12 de mayo de 2025
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«Soy un eterno regreso al tibio patio de mi infancia»

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Diario EL PUEBLO digital
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*El otro exilio – Germán Milich Escanellas. «Soy un eterno regreso al tibio patio de mi infancia»

Por nuestro propio trabajo en el área de la comunicación, durante estos años hemos estado en contacto con este salteño que a pesar de estar » lejos de casa» ha tratado de forma incansable de estar de alguna forma presente en su Salto.

Lo ha hecho participando con columnas culturales en radio y prensa escrita, sobre todo analizando la gestión cultural de nuestro departamento y nuestro país, intentando dar su visión de cómo lograr avanzar y desarrollarse en esta área.    Creó además la revista bilingue «A lmensa Minoria» con base en Salto en el afán de continuar apoyando la cultura de su lugar de origen.

Para este informe especial de EL PUEBLO solicitamos su reflexión.

Nací en el sanatorio Salto en 1974, en plena dictadura. Crecí entre miedo y rabia, pero también recuerdo que éramos felices. El jardín 115, la escuela Nº 2 Etelvina Migliaro, la barra de 19 de Abril en la Plaza de Deportes, el Zona Este cuando pasó el cometa Halley y en 1987 vi la primer murga de mi vida La Diabla Compañera y comencé a ser estudiante.

Fui al IPOLL, al liceo 5 y a la Regional Norte. En 1994 no aguantaba más la asfixia de una ciudad sin escuela de arte y me fui a Montevideo a estudiar Teatro. Montevideo no es nada más que una caja más grande, en poco tiempo el hambre y el frío ya eran mis compañeros de camino como aprendiz de actor.

En el 2003 estaba en mi mejor año, trabajaba en Teatro en el Aula, canal 4, Falta y Resto y en dos obras consecutivas dirigidas por Nelly Goitiño, El Chalé de Gardel en El Galpón y Toque de Queda en El Circular.

Estaba en un lugar privilegiado, pero en lo material no ganaba casi nada. En Uruguay por algún motivo no solo no se le paga a los artistas, sino que también existe como una rabia a pagarles, es como si los artistas estuviéramos debiéndole plata al público. Es una sensación muy extraña.

Decidí venir a vivir a Brasil, siempre fui un aventurero, un mochilero, el último invierno que pasé en Uruguay fue el argumento final. Nunca había pasado tanto frío, pero no era solo la temperatura, era la soledad que calaba hondo en los huesos. Comencé a percibir que todo lo que a mí me parecía importante a nadie le interesaba mucho. Me aislé, en algún punto perdí contacto, comencé a sentirme un extranjero, o peor: un exiliado en mi propia tierra.

En noviembre de 2003 armé mi mochila, pasé por Salto para despedirme y en la terminal me subí a un ómnibus que todavía me está llevando. Lloré de Salto a Paysandú sin parar, incluso los pasajeros se preocuparon. De pronto me había ido. Después de pasar por Río Negro, lavé mi luto y comencé una nueva vida.

No puedo volver porque no tendría dónde trabajar en lo que soy formado y lo que estudio, arte escénica. En Salto no hay salario para los artistas, ni siquiera se considera relevante el tema.

No está en la agenda pública, los políticos no lo detectaron y mucho menos tomaron medidas para garantizar la producción de arte, la sociedad no lo reivindica, los académicos no teorizan el problema ni lo enuncian; mucho menos lo analizan o lo hipotetizan, simplemente la falta de acceso a producción de arte, la falta de salario para los artistas para nadie es un problema. Que el artista sea pobre es lo natural.

Cerré los ojos y cuando los abrí pasaron 20 años. Yo ya no sé lo que siento, si es amor, rabia o indiferencia, la vida es un cóctel de emociones mentirosas y nosotros unos embriagados. Hace un tiempo ya, que he decidido parar de pensar, no cierro los ojos para que el tiempo no pase, y si me preguntan dónde estoy, siempre me encuentran en algún lugar de 19 de Abril entre Blanes y Juncal.

Mi vida es volver, la Murga es mi religión y Dios me dio una guitarra para comunicarme directamente con Él. Soy una ausencia dentro de mi propio cuerpo, una tierra lejana, un paraíso perdido, un eterno regreso al tibio patio de mi infancia, una promesa esperando el mejor momento para ser cumplida. ¡Viva el arte, salario digno para los artistas!

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