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Se estrenó «Anonymous», gran película que sorprende con la historia oculta de William Shakespeare

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¿Y si les dijera que Shakespeare jamás escribió una sola palabra?», comienza preguntando el narrador al público. Resulta un tanto extraño dudar aún sobre quién fue realmente William Shakespeare, quien pasó a la historia como el autor de treinta y ocho obras de teatro, ciento cincuenta y cuatro sonetos y diversos poemas épicos de una exquisitez que a poco más de cuatrocientos años de haber sido escritos siguen embriagando de placer a sus lectores.

De todas formas, desde hace años catedráticos encumbrados han llegado a elaborar teorías que pondrían en cuestionamiento la autoría de tan hermosas piezas literarias. En este caso, esta película de reciente estreno y de inminente llegada a nuestro país, «Anonymous», recoge una de ellas, llegando a afirmar que en verdad detrás de estas obras estuvo desde el anonimato Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, lo que terminaría explicando el amplio dominio que tenía Shakespeare sobre las intrigas palaciegas que pueden apreciarse en varias de sus obras, incluso, según cuenta la historia, este conde de Oxford habría vivido una situación que luego formaría parte de una escena de «Hamlet».

La película comienza en un teatro de nuestros tiempos, donde el narrador -típica argucia utilizada por Shakespeare en sus obras-, interpretado por el gran actor británico shakespeareno Derek Jacobi, presenta la historia y elabora la teoría de que Shakespeare no habría sido el autor de sus obras, sino que éste habría sido un actor de poca monta que prestó su nombre para ocultar la auténtica identidad de quien prolíficamente las escribiera.

La representación que se realizaría en ese teatro comienza a esfumarse trasladándonos mágicamente al Londres del siglo dieciséis, donde una persona intenta escapar de la guardia de la reina Isabel con la pesada carga de unos manuscritos. Termina escondiéndose en el teatro donde Shakespeare representara sus más famosas obras hasta que debe descubrir su escondrijo debido a que los soldados, sin ningún miramiento por el teatro, le prenden fuego para hacer salir a su presa.

Hasta aquí, todo misterio, ¿quién es esta persona que escapa a la guardia de la reina? ¿Por qué es perseguido? ¿Qué secretos guardaban esos manuscritos?

En la siguiente escena nos enteramos que esta persona sería un mediocre autor de obras de teatro, Ben Jonson, a quien el consejero personal de la reina Isabel I, Robert Cecil, somete a interrogatorio, eufemismo de tortura, donde se le pregunta por el paradero de los dichosos manuscritos.

Entonces la historia pega un salto al pasado, algo que se tornará recurrente durante los ciento treinta minutos del film como método para explicarnos con lujo de detalles la historia, donde se presentan nuevos personajes. Allí aparece Edward De Vere, conde de Oxford, criado desde joven por William Cecil, padre de Robert, quien intenta educar al joven conde en las artes de la nobleza, aunque rebeldemente insiste en dedicar su tiempo a artes menos nobles, como escribir, lo que para la época era mal visto por la corte.

Por esas vueltas de la vida, Cecil obliga al joven a casarse con su hija, el que debe aceptar de mala gana extorsionado por su novel suegro. La cercanía de la corte le permite profundizar su amistad con la reina terminando enredándose en sus sábanas, de la que surgirá un hijo bastardo, quien terminará siendo el conde de Southampton, quien a su vez se hará amigo del conde de Essex, quienes terminarán siendo envueltos en las intrigas palaciegas orquestadas tras bambalinas por los Cecil (padre e hijo), por lo que deberá aparecer en escena el conde de Oxford para intentar salvar la situación. Según esta película, de ese momento histórico surgirá otra de las obras maestras de Shakespeare, «Ricardo III», lo que aparejará uno de los momentos más dramáticos de la historia.

Tampoco conviene ingresar en detalles de la trama de esta gran película para explicar cómo Shakespeare termina apropiándose de la autoría de las obras del conde de Oxford y en definitiva, quién es éste. Para ello, el guionista recurre a flashbacks, yendo de atrás para adelante en varias oportunidades para explicar las diversas motivaciones que tuvo cada personaje en esta historia. Y como sugerentemente anuncia el eslogan de la película, «la conspiración será al fin descubierta», el final terminará enrabándose con el comienzo, asemejando la trama más que a una impresionante tragedia griega, a una auténtica tragedia shakespearena.

Se nota un gran proceso artesanal en la reconstrucción histórica de la época, soberbias actuaciones, fundamentalmente de Rhys Ifans en su rol del conde de Oxford, en un papel al que no estamos acostumbrados a verlo. Esperemos que de aquí en más, Ifans encauce su carrera a roles tan serios como el de esta película porque en verdad le permite demostrar la calidad de su actuación. Acompañan a Ifans las impresionantes actuaciones de Vanessa Redgrave y Joely Richardson (Isabel I), Sebastian Armesto (Ben Jonson) y Rafe Spall (William Shakespeare). Roland Emmerich salva con buena nota la dirección de esta película, la que aconsejamos ver cuando llegue a nuestros cines.

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