Ayer fue el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que en nuestro país constituye uno de los problemas de salud pública más complejo y doloroso. A pesar que Uruguay tiene altos índices de desarrollo humano en la región, se encuentra entre los primeros lugares.
Las causas del suicidio son múltiples y responden a una combinación de factores psicológicos, sociales, culturales y económicos. Entre ellos destacan la depresión no diagnosticada, el consumo problemático de alcohol y drogas, el aislamiento social y la falta de recursos para la atención en salud mental. En Uruguay, además, el envejecimiento de la población y ciertas características culturales, como la tendencia a minimizar el cuidado emocional, potencian este fenómeno.
En los últimos años, el Estado ha implementado estrategias de prevención, como campañas de concientización y líneas de atención telefónica, además de la capacitación de profesionales de la salud. Sin embargo, estas medidas aún resultan insuficientes. La clave radica en promover una cultura del cuidado, derribar los estigmas en torno a la salud mental y garantizar un acceso más equitativo a servicios psicológicos y psiquiátricos.
La prevención del suicidio no debe ser entendida solo como una responsabilidad médica, sino como un compromiso colectivo. Es necesario que las familias, las instituciones educativas, las comunidades y el Estado trabajen en conjunto para generar redes de apoyo y fortalecer el tejido social. Solo así será posible enfrentar esta problemática con la seriedad y humanidad que merece.