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¿Quién podrá defendernos?

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Diario EL PUEBLO digital
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Por Jorge Pignataro

Alguna vez, por casualidad escuché decir a alguien que yo era «una persona anti-sindicatos» (o «anti-gremios», no recuerdo bien). Otras personas, simplemente me lo preguntaron más de una vez, es decir, me han preguntado qué pienso sobre estas agrupaciones y si estoy a favor o en contra. Mi respuesta es siempre la misma y paso a explicarla. Salvo que sea una agrupación con fines delictivos, nunca estaré en contra que existan gremios, sindicatos, asociaciones, agrupaciones políticas, culturales, religiosas, deportivas, comisiones de la índole que sea…Al contrario, me defino como una persona que defiende la libertad. Y me siento siempre agradecido que me haya tocado vivir en un lugar y en un tiempo que se puede practicar esa libertad. Pero cuidado, también suelo aclarar, que acepto todo ese tipo de organizaciones siempre y cuando cumplan con otras características fundamentales, como no despreciar (y menos violentar) a quien piensa distinto; respetar en el más amplio sentido de la palabra a quien, precisamente por pensar distinto, prefiere estar en otro grupo, o en ninguno; y no practicar el fanatismo que conduce únicamente a la “ceguera moral”.

Dicho esto, vayamos entrando ahora más específicamente en lo medular del tema de hoy…

En el año 2020, apenas había salido de imprenta el libro «La cara oculta de los sindicatos en Uruguay», de la periodista María Urruzola (de doble nacionalidad: uruguaya y española), me lo regalaron y lo leí “de un solo tirón”, como se dice a veces. Muy amena lectura, realmente interesante, más allá que se pueda coincidir en todo con sus planteos, o en nada, o en algunas cosas sí y otras no; eso es aparte, y es quizás -¿por qué no?- es lo que lo hace más atractivo.

Voy a empezar por rescatar textualmente algunos párrafos de su contratapa:

«Por qué si los sindicatos son la única “institución” de la que disponen los asalariados para mejorar sus condiciones de trabajo, tienen tan poca aprobación ciudadana en Uruguay?

La interrogante se puede enunciar de otra manera: ¿por qué tiene tan mala fama ejercer la actividad sindical?

El Uruguay de los últimos 15 años modificó el mapa sindical de manera inédita: aumentaron los gremios y los afiliados, pero ocurrieron casos de corrupción y abuso de poder que pusieron al descubierto un nuevo “clima” de vida gremial. Además, muchos dirigentes pasaron a tener sueldo, beneficios, viajes, cargos en el aparato de Estado.

¿Se vive como se piensa o se piensa como se vive?

Este libro echa luz en algunos rincones oscuros de los sindicatos en Uruguay, e indaga sobre temas como el dinero, el liderazgo, la democracia interna y la representatividad.

De cerca, la unidad en la diversidad luce malherida.

¿Menos sindicatos? No, seguramente más democracia y fraternidad».

En fin…El libro presenta datos obtenidos mediante diferentes consultas populares, que indican que el descreimiento de los uruguayos en los sindicatos va en aumento. La aprobación decae. Son consultas donde la gente responde cuánto cree en la policía, la política, la iglesia, el ejército, y un montón de instituciones más, entre ellas los sindicatos. ¿A qué se debe que en ese abanico, esté tan desprestigiado el movimiento sindical? Creo que lo que pasa, es que muy seguido ocurren hechos escandalosos que tiran por la borda muchas de las buenas cosas que puedan hacer estos movimientos, que de hecho nadie duda que hacen, nadie duda que muchas conquistas han logrado a lo largo de la historia.

Veamos un caso muy reciente. Hace unos diez o doce días, supimos que el Directorio del INAU va a presentar una demanda contra el funcionario José Ignacio López (hijo del vicepresidente del Pit-Cnt, José Lorenzo López, más conocido como Joselo López), por irregularidades administrativas.

Se ha hecho público en diferentes medios de alcance nacional, que este funcionario habría nada menos que falsificado la firma de su superior para adjudicarse -y cobrar por supuesto- indebidamente unas 40 horas extras por mes, durante un período de cuatro años, lo que da un total de 1.920 horas.

Entonces no es, como algunos dicen, “un caso aislado”. Primero, porque cuando sale a luz un caso así, es inevitable al menos la sospecha de si no habrá alguno o algunos más. Pero además, una práctica repetida tantos meses, varios años…¿de qué caso aislado hablan?

Pues bien, la investigación interna que se puso en curso y que en verdad se inició allá sobre fines de 2022, dejó al descubierto estas maniobras realizadas por quien desempeñaba funciones de administrativo en el Centro de Breve Estadía Masculino del INAU. Se pudo comprobar que el funcionario no solamente habría manipulado registros para cobrar horas extras sin autorización, sino que también habría firmado o dejado de firmar el libro de entrada y salida según su real saber y entender. ¿Tanto poder tenía dentro de la institución? ¿Por qué? ¿Por ser sindicalista?

Fuentes del INAU cercanas a la investigación, calificaron la forma de actuar de López como “muy sofisticada”, lo que habría incluido hasta una nueva adulteración de los libros de firmas después que el caso saliera a luz, durante el proceso de investigación, esta vez  para justificar las horas extras: se habrían agregado entradas y salidas falsas (por ejemplo durante la pandemia), para simular haber trabajado en horarios para nada habituales, siempre con el objetivo de justificar el cobro indebido.

Como decíamos, hace unos días, ante este panorama realmente grave, el directorio del INAU decidió emprender acciones legales (denuncia penal y demanda civil) contra su funcionario, y no se descarta que se llegue a la destitución. En concreto, el delito que se considera cometido es el de “beneficio económico indebido obtenido a través de estas prácticas fraudulentas”. Mientras tanto, se espera a la vez un informe de la Oficina Nacional del Servicio Civil (ONSC) que es el que podrá determinar la destitución del cargo.

Quienes tenemos un poco de memoria, ante situaciones como la descripta no podemos dejar de acordarnos de lo ocurrido con el gremio educativo Fenapes, hace no mucho tiempo, donde varios docentes justificaron cientos de horas de inasistencias por «actividades sindicales», con el agravante que para ello se basaban en una norma inexistente.

Ahora bien, el gobierno intenta demostrar frente a estos casos, una actitud de supervisión rigurosa y continua que pretende evitar abusos. Tanto el Directorio del INAU con este funcionario, como la ANEP en el caso de los certificados docentes truchos, quieren posicionarse en un lugar que implica decir: estamos en contra de todo acto de corrupción.

Y entonces uno se pregunta, ¿y todos los casos de corrupción que han “saltado” desde las propias esferas del gobierno en estos años, no le hacen perder autoridad? Se nos podrá decir que justamente también en esas situaciones se actuó: se separó de sus cargos a funcionarios, se cesó el trabajo de personas de confianza en diferentes ámbitos, se removió hasta ministros, y también jerarcas policiales…Pero uno como ciudadano común se pregunta: si en las esferas del gobierno ocurren estas cosas, y en los sindicatos también, ¿en quién podremos creer los uruguayos? O como decía el Chapulín Colorado, ¿Quién podrá defendernos?

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