CONTRATAPA

¿Qué te ha pasado, Justicia?

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¿Qué te ha pasado, Justicia?
Si por ser pobre a mí me pegás
Y el que se llevó la plata
Anda de joda y en libertad
Estoy haciendo un esfuerzo
Por ser honesto, bien lo sabrás
Y todos los que me fiaban
Ya me dijeron que no va más
Vos te matás en las noches
Con tragos largos, meta caviar
Y yo rompiendo bolsitas
A ver si encuentro un cacho de pan…


(Canción de Carlos Ramón Fernández- Fragmento-)

Desde siempre podría decir, pero para no exagerar, o para estar más acorde a los años que tengo de razonamiento y conciencia, prefiero decir que desde hace algo más de 30 años escucho decir que “hay una Justicia para unos y otra Justicia para otros”. Escucho decir también, por eso mismo, que ante la Justicia “hay hijos y entenados”, y que ante un problema con la Justicia, “el que tiene padrino no muere infiel”, y cosas similares.

La verdad es que nunca creí que eso fuera tan así. Dicho de otra manera, siempre confié en la Justicia de mi país. Ahora ya no, no tanto al menos. Es lamentable lo que digo, por supuesto. Y más aún, es saber que no es una percepción personal mía, sino que todos los días me encuentro con personas que manifiestan esa paulatina pérdida de confianza. Es que motivos hay, “sobran los motivos” como dice la canción de Joaquín Sabina.

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El sábado entrevisté al senador Guido Manini Ríos y me dijo textualmente: “cuando alguien estudie la historia de la Justicia uruguaya, aparecerá este tiempo presente como el más bochornoso”. ¿Y sabe qué? Que lamentablemente debo darle la razón. Es más, hasta a ratos llego a comprender por qué finalmente este hombre no se presentó a declarar por hechos ocurridos en la dictadura y prefirió ampararse en los fueros parlamentarios. Yo lo critiqué mucho en su momento, dije que si mientras era candidato había prometido declarar ante la Justicia, debía cumplir, y no siendo Senador cubrirse en los fueros. Pero hoy lo comprendo.

La Justicia deja mucho, pero muchísimo que desear. Demuestra cada día que es permeable al poder, digo al poder en general, político, económico, etc.

Y entonces me he puesto a pensar por qué hay personas que matan a otras (en siniestros de tránsito se ve más comúnmente) y están varios años en la cárcel; y en cambio, otros hacen lo mismo y están solo unos días y enseguida los vemos afuera como si nada hubiera ocurrido. He preguntado mil veces, y mil veces me han explicado: que no todos los casos son iguales, que depende de muchas variables que rodean al episodio, etc., etc. Sí, está bien, puedo comprender todo eso, pero nunca han sabido explicarme (al menos con argumentos válidos y creíbles para mí) por qué los que menos sufren la condena son siempre “poderosos”, es decir, personas muy vinculadas al poder político o con una gran potencia económica. Los que más sufren el peso de la ley en estos casos son los más pobres. Triste realidad… Pero palpable y comprobable.

Vayamos ahora al caso que tanto dio que hablar hace unos días y que derivó en la renuncia a su cargo del Presidente del Partido Nacional, Pablo Iturralde. Hay quienes dicen que fue, entre este dirigente y el ex senador procesado Gustavo Penadés, una conversación “privada”, “personal”, “íntima”, “entre amigos”. Cuidado, más allá de eso, hay algo que trasciende lo privado, personal, íntimo y de amigos, y es la comprobación de la incidencia política en la Fiscalía, y eso además de ser gravísimo, nos toca a todos, absolutamente a todos los uruguayos. Lo que se habla en esa conversación, al menos desde mi punto de vista, deja de ser privado y pasa (o debería pasar) a ser de gran interés y preocupación para toda la población: se habla de maniobras (por influencia política dada por si una fiscal “es nuestra” o deja de serlo) hasta en casos de abuso sexual y violaciones (y no me refiero solo al tan resonado caso Penadés, también a ciertos desmanes en la fiesta cuando se celebraba el triunfo del No en el plebiscito por la Ley de Urgente Consideración, etc.).

También debo decir que hay cosas que se hacen públicas cuando eso no debería pasar. Deberían seguir restringidas al ámbito de la Justicia y nada más. Aunque por supuesto, no para encajonarlas sino para actuar sobre ellas. Y cuando digo que no deberían salir, no lo digo porque esté defendiendo que no se sepan las cosas o que se oculten delitos, menos que se mantenga en secreto casos de corrupción o del delito que fuese. No, para nada; al contrario: lo digo porque es elemental (y lo sabemos todos) que la Justicia necesita de cierta reserva para avanzar en los casos que estudia e investiga. No podemos interferir su trabajo ventilando lo que aún no debe ventilarse, ¿se entiende?

Entonces, una cosa no quita la otra. Se debe tener la dureza que las leyes indican para quien comete todos los delitos: los que analiza la Justicia y aquellos que consisten en sacar a luz lo que está prohibido sacar a luz. Evidentemente, yo defiendo la investigación periodística siempre, y comprendo perfectamente que “no es culpa del periodismo” si le llega determinada información hasta ese momento oculta.
Pero sí es responsabilidad absoluta de un periodista, manejar esa información acorde a lo que sea mejor para todos. Y en ese sentido, no es mejor periodista el que saca a relucir todo lo que le llega y cuanto más privado sea ese material mejor. De ninguna manera. También es parte de la responsabilidad periodística, me parece, la tan mentada pero a la vez tan menoscabada honestidad intelectual. Es importante -¡tantas veces lo hemos dicho!- siempre mantener equidistancia; no necesariamente objetividad sino equidistancia (igualdad de acercamiento) con los hechos y todos sus protagonistas. Por eso no aceptamos que quien se ocupa de forma casi permanente de hacer públicas aquellas cosas que aún la Justicia conserva como privadas, lo haga en un 99.9% cuando sabe que el resultado será negativo contra determinado/s partido/s político/s. Pero si es en contra del tal otro, entonces “casualmente” nada se filtra. ¿Curioso, verdad?

Digo, en definitiva, que no sé si es cuestión de ahora (que las comunicaciones son más y mejores) o siempre fue igual. Pero que el descreimiento y la desconfianza en la Justicia han aumentado notoriamente en los últimos años, no hay dudas. Y que, como dijimos en las primeras líneas, hay motivos, tampoco quedan dudas. El sistema político todo, sin excepciones, tendrá que sentarse en torno a una mesa y discutir en serio quiénes deben estar en la cumbre del Poder Judicial, de los Juzgados, de Fiscalía… ¿Tendrá que ser una persona? ¿Es mejor que sea un triunvirato? No sé; supongo que hay especialistas que sabrán asesorar a un sistema político que no puede seguir postergando este tema.

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