Hablaremos hoy de Educación, pero de cosas muy prácticas y concretas. Sin tener como referencia ningún informe ni datos de ningún especialista. Hablaremos hoy como simples observadores y sabiendo, por supuesto, que seguramente habrá otras visiones y opiniones.
En primer lugar, queremos compartir dos brevísimos cuentos:
1- Una vez, un inspector de escuelas visitó una clase y la maestra no pudo dar la clase, y le dijo al inspector: Disculpe, pero hoy no puedo enseñar nada porque me olvidé de los recursos didácticos que pensaba traer (imágenes en carteleras, canciones, unos disfraces de ciertos personajes, etc.). Entonces el inspector le dijo: Pero eso no es motivo para no dar clase; mire lo que voy a hacer ahora, déjeme a mí. Tomó un corcho que estaba tirado en un rincón del salón y empezó a hablar del corcho. Primero redactaron una descripción del corcho (si era pequeño, rugoso o liso, de qué color era…), también lo midieron para agregar esos datos a la descripción, entonces trabajaron lenguaje con esa redacción; después hablaron de las utilidades del corcho como tapón (por qué hay que mantener tapadas algunos envases, etc.), y de paso lo pusieron al corcho en agua y como flotaba, hablaron de la composición del corcho, y el tema derivó hacia cómo y por qué flotan los barcos, y de ahí saltaron a hablar del barco como sistema de transporte, y de ríos y mares también hablaron, cuando quisieron ver iban transcurriendo horas y habían trabajado lenguaje, físico-química, geografía y varias disciplinas más. Varias áreas del conocimiento, como se dice ahora. Terminada la clase, le dijo el inspector a la maestra: ¿Se da cuenta que no precisa traer nada para enseñar? ¿Vio que no haber traído recursos no es impedimento para dar clase? Pasó cierto tiempo y el inspector volvió a la misma clase. Y la maestra, además de mostrarse muy nerviosa, no enseñó nada. Se pasó las horas hablando de cualquier cosa, «de bueyes perdidos», mientras cada niño hacía lo que se le antojaba (y seguro que muchos pensarían: ¿para qué vinimos hoy?) Terminada la clase, le dijo el inspetor: ¿Y hoy por qué no trabajó nada, maestra? La maestra le contestó: Porque otra vez me olvidé de todos los recursos y no encontré ningún corcho en el salón.
2- Coría el año 2005 y había examen de Literatura en un liceo. En la mesa examinadora los tres profesores: José Luis Guarino, una pofesora que ahora no recuerdo el nombre y quien esto escribe. Ante ellos, al momento del examen oral, un alumno se plantó con firmeza y dijo: Profesores, si me permiten, cada vez que me hagan una pregunta, no voy a contestar así nomás, voy a dar una pequeña clase. Sorprendidos los docentes aceptaron. Vino la primera pregunta y el alumno colgó en el pizarrón tres amplias carteleras y empezó a explicarlas ante el tribunal. Pero evidentemente, lo que hacía era, hábilmente, ir leyendo todos los conceptos e ideas que contenían las carteleras. Momento de la segunda pregunta, y ocurrió lo mismo. Entonces un profesor le preguntó: ¿Y sabrías hablar de todo esto sin apoyarte en el material que trajiste? El alumno fue sincero para contestar: No, la verdad que no, no estudié, armé carteles nomás. Ese mismo alumno, en aquel momento de 6to de liceo, hoy es docente. Esperemos que no se haya formado luego repitiendo su artera práctica.
¿A qué vienen estos cuentos? A que veo que ahí, en la esencia de esos cuentos radica uno de los principales problemas de nuestra educación hoy en día. No estamos formando buenos docentes y ahí empieza toda una cadena. Falta conocimiento y falta creatividad.
Y estoy hablando hoy de este tema, porque estos días en que nos acercamos a fin de año, estoy en contacto con muchos estudiantes de Profesorado y de Magisterio, que están dando sus exámenes finales de práctica, sus parciales finales que consisten en dar una clase…Y veo que si no llevan a la clase un despliegue impresionante de recursos, parece que no supieran dar clase. Parece que no se pudiera dar una clase.
Parece que sí o sí tienen que llevar carteles, música, luces, etc. etc. Un verdadero teatro. Yo sé que una clase es, en gran medida, una actuación. Pero en una instancia de evaluación al docente como esa, lo que se debe observar, me parece, es su conocimiento y su capacidad para transmitirlo adaptándolo a la edad de los alumnos, etc.
Los recursos materiales son la cáscara; el conocimiento es el cerno.
Es decir, a mí me gustaría que en esas instancias los futuros docentes estuvieran al desnudo, esto es: ellos, un libro (por ejemplo) y el pizarrón tal vez, nada más. Él, sus conocimientos y los alumnos. Porque me parece que es eso lo que deben evaluar quienes lo van a observar y calificar, no el circo que pueda montar para media hora. Después, si ese practicante se recibe, tendrá tiempo de incorporar a la clase lo que quiera. Pero ahora tiene que demosrar otras cosas: que sabe del tema y sabe enseñarlo, que es capaz de motivar y entusiasmar al alumno, y despertar su interés, y hacerlo razonar. No solo deslumbrarlo con luces y sonidos. ¿Me explico?
Pero ¿cuál es el problema? Que no solo los niños y jóvenes se deslumbran con ese espectáculo que algunos docentes montan. También, muchas veces, se deslumbran quienes deben calificar a ese futuro docente. Y le digo más, hoy está la moda de exigir que la clase de examen se dé con toda esa artillería casi que de efectos especiales.
Le voy a dar un ejemplo. En cuarto año de escuela el practicante de maestro tenía que dar como tema El cuplé de las murgas. Entonces consiguió los más variados trajes de murgas, instrumentos, maquillaje del que usan los murguistas, llevó micrófonos, iluminación, un telón enorme, además de una pantalla grande donde se proyectaban imágenes y para eso debió llevar un proyector… Fue una fiesta la clase, precioso estuvo. Por supuesto que estuvo precioso, pero ¿hubo aprendizaje realmente o todo quedó eclipsado por ese show? ¿Y todo lo que implica de gasto económico para alguien que aún es estudiante? (Bueno… hay casos en que hasta a los niños se les pide que lleven estas cosas…) Y quiero resaltar otro punto: una de las personas que integraban el tribunal examinador, comentaba después: Y… la verdad que los contenidos de la clase estuvieron medio flojos, pero no lo vamos a hacer perder después de todo ese esfuerzo que hizo y los gastos que tuvo. ¿Entiende como se condiciona todo con esas actuaciones y espectáculos de media hora y el aprendizaje queda en segundo plano, cuando debería ser lo primordial? ¿Se entiende qué incómodas situaciones se generan si el evaluado debe perder el examen luego de todo ese despliegue? Eso es lo que no debería pasar, pero pasa.
En fin, vea que hoy no le estoy hablando de estadísticas sobre educación, ni de resultados de pruebas PISA, ni de reformas profundas, ni nada de eso. Estoy hablando de cosas bien concretas, prácticas, cosas que para algunos pueden parecer menores, pero que yo entiendo que son muy importantes.