Son las 2:33 de la madrugada del 17 de noviembre de 2025, me estaba por ir a dormir sin escribir la columna de los lunes, ¿para qué?, me decía, ¿qué sentido tiene hablar de un tema al que a nadie le interesa? Pero ese maldito deseo de comunicar, que no me abandona, me impele a escribir, no puedo dejar de hacerlo.
El tema de la semana fue la autogestión, algo que considero nocivo para el arte debido a su simpleza matemática: la gestión demanda tiempo y foco, por lo tanto, distrae al artista del estudio de su técnica.
No se puede servir a dos amos: o al arte o a la gestión, pero nunca a los dos al mismo tiempo. Si fuera fútbol todos los entenderían, pero como es arte a nadie le preocupa mucho entender.

La teoría de la conspiración
Tal vez la verdadera pregunta que debemos hacernos es: ¿a quién le interesa que los artistas sean pobres y no tengan tiempo? ¿Quién se beneficia con eso?
Respuesta difícil de la cual la única afirmación a la que me atrevo es: el pueblo trabajador, obviamente, no se beneficia con esta situación. Todo lo contrario se perjudica porque pierde una dimensión educativa que le permitiría analizar la realidad con otro tipo de profundidad y agudeza.
Ergo, nos roban el arte para que los trabajadores no podamos leer la realidad con más profundidad y agudeza. Más claro echale agua. Hay algo que no quieren que sepamos.
Artefobia
He ahí la nueva palabra que embellece nuestro diccionario, el miedo al arte. O el miedo a lo que el arte produce, ese loco deseo de pensar y ser libre, algo que no nos podemos permitir.
Si empezamos a pensar y querer ser libres, nos vamos a dar cuenta de que la libertad cuesta dinero y que nosotros no tenemos plata. Es por eso que las clases dominantes nos roban el arte: para cuidarnos, porque nos quieren proteger, para que no nos frustremos al descubrir que la libertad es para quien puede y no para quien quiere.
A los pájaros enjaulados volar les parece un síntoma de locura.
La confesión
Es verdad, debo confesarlo, me han descubierto, este es un tema que me afecta de sobremanera, porque me toca en primera persona. Ya lo viví en Brasil hace 20 años, en el primer gobierno de Lula, cuando se puso de moda esa ilusión de la autogestión.
Vi innúmeros compañeros, excelentes artistas, convertirse en gestores mediocres y amargados por haber tenido que dejar su profesión de artistas, porque la gestión es como un agujero negro que te absorbe.
Un gestor nunca está tranquilo, nunca está 100% en el presente porque o hay algo para pagar o algún trámite para hacer o algún problema para resolver. Su almohada es un avispero.
La máquina mediocrizadora
Eran geniales, de ese tipo de artistas que uno admira y sueña ser como ellos, tan jóvenes, tan bellos, tan ingenuos… Quisieron nada más que ser felices y abrieron una compañía independiente. La idea era genial, se iban a autogestionar y el punto de equilibrio económico de la operación bajaría drásticamente.
Solo no contaban con que no sabían contabilidad, ni de administración, ni elaborar proyectos, ni de leyes, tampoco eran hábiles con las finanzas. Y la utopía se volvió distópica, el antiguo grupo de amigos empezó a detestarse y ya no querían ni verse.
Cada gira era una tortura, no disfrutaban de hacer teatro juntos porque su rutina se había vuelto un loop de una misma discusión infinita. Se fueron separando y unos pocos se quedaron con la compañía.
Hoy son arpías indolentes, curvadas al paso de los años, aferradas al mármol de sus mediocres sueños y masticando el trago amargo de haber ganado una guerra que les costó todo su talento.
Que es lo contrario de la autogestión
Y para terminar, queridos artistes, hablemos de lo contrario de la autogestión, lo que sí es indicado para producir arte de calidad: la contratación de profesionales.
No se dejen engañar por quienes nos quieren pobres; ¡para hacer arte es necesario formar un equipo y contar con técnicos! Que no nos seduzca el canto de sirena de autogestionarnos tan solo porque no tenemos dinero para contratar.
Busquemos el dinero, generemos puestos de trabajo, contratemos gestores profesionales, acostumbrémonos a trabajar cómodos, naturalicémoslo. Dejemos de reafirmar el relato de que somos pobres sin dinero para contratar y tenemos que hacerlo todo nosotros.
Somos artistas y Salto es una tierra de escritores: tenemos que crear un mejor relato. ¡Viva el Arte! ¡Salario digno para les Artistas!









