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«Pienso si realmente los alumnos que egresan ahora están preparados para un futuro tan complejo y cambiante»

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hoy por: Jorge Pignataro

Ana Prado: casi 40 años en la docencia

Ana María Prado Zunini transcurrió la mayor parte de su vida en la Zona Este e inmersa en la docencia. Seria, responsable; muchos son quienes afirman que durante años fue «un pilar» para el Liceo N° 3. Pero la conversación con EL PUEBLO apuntó no tanto a cuestiones específicas de la enseñanza, sino más bien al rescate de un tiempo que al decir de la entrevistada «no fue mejor sino diferente». Ayudante Preparadora y Profesora de Educación Social y Cívica, Ana Prado, para quien «los animales y las plantas son el cable a tierra», protagoniza nuestro Al Dorso de hoy.

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¿Quién es Ana María? Se lo pregunto sobre todo pensando en sus orígenes.
Para los que me conocen soy Ana Prado. Nací a mediados del siglo pasado en el Barrio Parque Solari, en la casa de mis padres como se acostumbraba en ese entonces, el Hospital era solo cuando se enfermaba grave. Mi padre vino de Galicia, solo, y acá conoció a mi mamá, mi abuelo tenía la bodega Zunini con un hermano y al jubilarse quedó mi padre con un primo, Pocho Zunini de socio. Se hacía el vino y se distribuía en la ciudad. Mi familia daba mucha importancia a la educación. Iba a la Escuela 8 a pie, lloviera o hiciera frío, sin excusas.

Ya que es una persona vinculada a la educación, ¿qué recuerdos tiene de la educación que recibió?
Recuerdo las buenas maestras de esa época, las fiestas de fin de curso, los recreos con los juegos y tantos compañeros de esa etapa. El libro que usábamos era el Texto Único y tenía todas las materias, biología, geografía… y había que leer y resolver los llamados problemas que planteaban una situación y había que hacer operaciones matemáticas. De vez en cuando hacíamos algo parecido a expresión artística y recuerdo cuando la maestra nos dijo que pintáramos árboles de distintos colores y yo no quería pintarlos así, para mí los árboles eran verdes y punto. No había psicopedagogo ni psicólogo que nos tratara en casos así. Llevábamos un lápiz negro y una goma blanca, y la cartera era de cuero y nos duraba hasta el fin de la escuela. A la escuela se iba a aprender, a divertirse al recreo, con juegos que iban variando de acuerdo al grado en que estábamos. La palabra de la maestra era la que valía y sin discutir.

Y de la etapa liceal, ¿qué hay para decir?
Que fui al liceo Zona Este cuando estaba en Avda. Blandengues 540, siendo director Juan Herrmann y los profesores eran maestras, abogados, médicos, no existían egresados de Profesores. Eran personas de mucha cultura pero de didáctica nada, solo el sentido común. Había que estudiar de tal página del libro a tal otra y un libro de historia terminaba en la Segunda Guerra Mundial, de allí para adelante no era más historia. Me gustaba mucho Francés porque hablaba de una ciudad, París, que soñaba con conocer porque Madame Noury la describía como lo más hermoso. A las profesoras las conocíamos por el apellido del marido y no sabíamos su nombre o apellido de soltera, y les decíamos «Usted» obviamente. Algunas tenían sobrenombre que algún pícaro más atrevido les ponía y se trasmitía de una a otra generación. Fui a preparatorios en el liceo Osimani cuando estaba en calle Brasil y Osimani, y participé en el desfile de 1973, que fue conmemorativo, y en 1974 de la mudanza al nuevo local de calle Artigas, que todos los alumnos ayudamos a llevar bancos y demás.

¿Qué camino eligió después de cursar Secundaria?
No sabía qué estudiar, me gustaba Historia pero no existía orientación vocacional. Alguien me dijo que pidiera para trabajar en el liceo Zona Este y allí pedí trabajo, el Director me dijo para ser «Meritoria», que era trabajar sin cobrar esperando una vacante, y me pusieron a sellar libretas con un sello que decía «1975 Año de la Orientalidad», seguro que nadie quería hacer eso. Pero sobreviví y año y medio después me nombraron Ayudante Preparadora del Profesor Juan Villar, una persona eminente y adelantado para su época como docente. Fue destituido y tan lamentado su retiro obligado, como el de tantos otros profesores. Llegaban los recibos de sueldos en un gran sobre con un sello que decía «Destituido», y allá iba el Director o Secretario a la clase a sacar al nombrado. Fue una época de mucho temor, no se sabía cuándo y a quién lo sacaban, sin reclamo.

¿Qué otros recuerdos tiene de esa época vivida dentro de un liceo y de la continuación de sus estudios?
Los alumnos se sentaban por orden de lista, se pintaba el número en el respaldo del banco y se cuidaba mucho el uso del uniforme y una insignia. Cuando se crea el Instituto de Formación Docente, el Director me dijo que me inscribiera para estudiar Profesorado. Allá fui a hacerlo en Historia pero ya estaban ocupados todos los cupos y me ofrecieron Educación Moral y Cívica, una materia nueva y allí entré sin saber qué era. Iba de noche y mi hermano me esperaba en la parada del ómnibus con una linterna porque no había luz en la calle. Viajaba a Montevideo a dar exámenes en la Onda, nos pagaban medio pasaje pero si perdíamos el siguiente no era pago. Tiempo después salió dar concurso de asignaturas, me inscribí y fui la única de mi asignatura que salvé esa vez. Transcurrió el tiempo y a la vuelta de la Democracia se reinstalaron las ATD y participé en la modificación del plan 1976 al nuevo plan de Ciclo Básico que se aplicó en 1996, obra de los docentes de todo el país. En el año 2000 fue construido el nuevo local del liceo Zona Este, ya entonces «José Pereira Rodríguez» y con el número 3, y demolido el viejo local de Blandengues, haciendo la mudanza entre todos.

Justamente el año 2000, el nuevo milenio, es para muchos el inicio de un cambio muy marcado en la juventud en general, ¿qué opinión tiene?
El nuevo milenio nos trajo cambios como la computadora para realizar los trabajos administrativos y que compramos vendiendo refuerzos de mortadela en los recreos y por esto la llamamos «tortuguita». Los últimos años fueron los que más rápido se veía que los alumnos y formas de relacionarse eran otros, había mucha violencia, peleas a la salida, darle importancia a la ropa, las modas de usar caravanas, colores en el pelo, tatuajes y disminuía el interés por el estudio, destacarse por estudiar era mal visto, importaba más la popularidad, todo lo valioso era ser divertido, y el embarazo adolescente fue muy elevado y a edades más tempranas. En el año 2014 me jubilaron y no sé decir si las nuevas tendencias educativas han logrado mejorar los niveles académicos y disminuir la deserción…

¿Se desempeñó también en el ámbito privado?
Trabajé de secretaria del bachillerato en Crandon desde 2016 hasta marzo de este año, que me retiré para atender mejor a mamá. Esa experiencia fue muy interesante porque fue una comunidad educativa muy diferente a la que tuve que adaptarme. Pero igual que en el liceo de la Zona Este encontré allí un equipo humano muy comprometido y gran compañerismo.

¿Cuál es la mayor satisfacción para quien dedica la vida a la docencia?
Quienes trabajamos en la educación no vemos nuestra tarea culminada a corto plazo, pero cuando encuentro un ex alumno que me reconoce y en su mirada adulta veo un «tenía razón», le pregunto si le fue bien en la vida y me contesta que la mejor época fue la del liceo, siento agradecimiento por haberle aportado algo.

¿Es de las personas que dicen que el pasado fue mejor?
No digo que el pasado fue mejor, fue diferente, pero pienso si realmente los alumnos que egresan ahora están preparados para un futuro tan complejo y cambiante, si se les está dando eso que haga de su vida algo bueno.

Hace un momento mencionó a su mamá… ¿Qué nos puede decir de su familia ahora?
Vivo con mi madre, de 95 años. Soy soltera y adopté una niña hace 30 años, que me dio una nieta hermosa. Una familia atípica, pero que significa mucho para mí.

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