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Perfil del ilustrador Gabriel Cardozo y su cómic recién salido del horno Fathers of la Patria

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Presentado hace algunas semanas en la sala de los constituyentes en el Cabildo de Montevideo, y con presentaciones futuras en el resto del país y en el exterior, el libro, un proyecto apoyado por el Ministerio de Cultura, atrapa cada vez a más lectores.

Cuando conocí a Gabriel yo tenía 17 años y él rondaba los 25. Era un estudiante de Bellas Artes esbelto y sarcástico; vivía en un cuarto de pensión en la calle Nueva Palmira, en la Comercial, sitio donde pasamos largas temporadas haciéndonos compañía.

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Si bien el mundo de las convenciones, con sus otakus haciendo Cosplay, las mesas de cómics, los juegos de rol y las figurillas de personajes, no me era ajeno, tampoco, eso es claro, yo formaba parte de aquello con el compromiso que lo hacían algunos de mis colegas en la adolescencia.

Cuando conocí a Gabriel, incluso entonces, ya no hacía Cosplay con tanta frecuencia, pero había sido Luiggi, el Joker, Freddy Krueger, Tetsuo de Akira, y Loki del universo de Marvel, entre otros. El Cosplay para los lectores mal informados es un juego de disfraces y performance de personajes de Animé o de culto en general de obras cinematográficas y literarias (particularmente el cómic). Toda una cultura esencialmente norteamericana y japonesa que desde los años ‘30 se ha expandido en todas direcciones.

Cuando yo era adolescente, Gabriel era conocido entre algunos de mis amigos por ser un personaje del largometraje de terror clase B Muñeco Viviente V de Maximiliano Contenti (2008) y entre otros, por sus dotes como ilustrador, que finalmente es de lo que hemos venido a hablar. Solo voy a decir dos cosas más antes, la primera es que yo fui su novia y la segunda es que es salteño.

Así es, Gabriel nació y vivió en Salto hasta los 18 años cuando emigró a la capital con su madre para continuar sus estudios universitarios; profundamente marcado por su infancia y su adolescencia en el departamento litoraleño, donde, como a tantos niños, Horacio Quiroga, el monte ribereño y esa esencia erótica que flota en lo salvaje que Salto tiene (¡Qué bien comprendió Marosa!) moldearon su imaginación.

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Hace algunas semanas que Gabriel es protagonista de un fenómeno que siempre me congratula observar: cosecha los frutos espléndidos de un gran trabajo artístico e intelectual que le ha llevado cinco años. Un chiste que entendieron todos para sorpresa de su autor, según él mismo.

Estamos hablando de Fathers of la Patria, un cómic que toma la historia nacional y la reescribe, la ficcionaliza; mezcla impúdicamente a Artigas, que cuenta con 70 años y se encuentra exiliado en Paraguay, a Don “Frutos” Rivera, a Larrañaga, a Oribe, a Ansina, y a Lavalleja que recorre la pampa junto al sensual inglés Lohan tratando de comprender los misteriosos eventos que tienen lugar y una maldición que se rumorea, pesa sobre la nación, sin contar los monstruos mitológicos, indios y gauchos que completan el cuadro, Gabriel toma todo eso y lo pone a jugar en su imaginación, al tiempo que lee una pila de libros sobre la historia nacional.

Fathers of la Patria es una obra de alta calidad imaginativa que utiliza la historia nacional como soporte, -como Gabriela Cabezón Cámara (Las aventuras de la China Iron, Las niñas del naranjel) o incluso Ernesto Sábato (Sobre héroes y tumbas)-, pero con un estilo totalmente diferente, que lo acerca a Prócer Zombie, una inspiración que expuso en vez de ocultar, utilizando una remera del cómic de Andrés Silva en la presentación de su propio libro y mencionándolo en repetidas oportunidades como una inspiración.

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Recemos Basilio porque el general esté en sus cabales y porque aún le queden fuerzas para luchar, así podríamos decir que comienza esta reescritura de la historia en la ficción de Gabriel. Líneas que fueron leídas por más de 3000 lectores gratuitamente por internet y casi 500 que compraron los libros que se vendieron en tres formatos, la edición Deluxe, la normal y la digital.

Una ficción “over the top” llena de venganza, monstruos extraños y mucha mucha violencia, no exenta de grandes dosis de humor. Una obra imperdible que llega a cada vez más lectores interesados en todo el país y en el exterior.

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Nos reunimos con Gabriel en una cafetería para conversar sobre el libro. Gabriel me contó que surgió “a muy temprana edad” su interés por la “forma de narrar” de los japoneses y del manga particularmente, y la “falta de maniqueísmo” que tienen al “contar sus historias”, ya que los personajes no son necesariamente “buenos o malos”, como su idea era contar a través de esta ficción la historia de los encumbrados padres fundacionales de la patria con todos sus odios y lealtades le “venía genial”.

“Siempre estás escuchando una versión de alguien sobre la vida o sobre los hechos de determinado personaje. Y eso es una cosa que a mí me interesa porque la historia es un conjunto de relatos. La historia es un gran teléfono descompuesto, la gente cuenta un chusmerío y ese chusmerío después va a los libros. Lo que pasa es que obviamente el que escribe los libros es el que decide qué chusmerío va y cual no”, dijo Gabriel a El Pueblo.

El conflicto de Salsipuedes es central en la historia y también es una forma de jugar con un hecho fundacional, “yo creo que a Rivera lo conocen más por la masacre de Salsipuedes que por haber sido el primer presidente del Uruguay. Y obviamente eso me despierta una opinión política o una opinión ideológica sobre en qué posición me paro con respecto al tema de la masacre, del genocidio, si es genocidio o si no, cómo fue, si es malo, si es bueno, si estuvo bien, no sé. Pero que tiene pasta para ser el villano Rivera tiene, ¿no?”.

“Tuve algunas críticas de ciertos militantes colorados -que fueron muy respetuosas- y me decían cómo lo vas a poner de malo a Rivera existiendo, por ejemplo, Oribe y todo su pasaje por Argentina, cuando se exilia durante el principio de la Guerra Grande”, contó.

Los invito a leerlo y sobre todo a seguir reescribiendo la historia, “ese chusmerío” sobre lo que pasó, un relato al fin y al cabo, la cantidad de veces que sea necesario o nos demande nuestra imaginación.

Verónica Pellejero

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