Los domingos siguen convocando a las familias a este lugar tan generoso en espacios, sombras y verdes.
Donde los niños juegan sin peligros y sus mayores descansan y disfrutan viéndolos así, libres, agiles, felices.
En el Parque Solari uno se cruza con algún abuelo caminando despacio, o con chicos en bicicleta o jugando al futbol, enamorados por allí, familias por allá, en rueda de mates y tortas.
En el espacio nuevo diseñado luego de largas gestiones, visitas técnicas y de profesionales locales, nacionales y extranjeros, y análisis bajo la mirada de Isidra Solari, se reúnen salteños de todas las edades porque cada rincón ofrece un atractivo diferente. Juegos, rincones para el diálogo, la mateada tranquila, el encuentro de amigos y amigas……
Ese espacio nuevo que da a calle Gutiérrez Ruiz, donde comenzó un camino de transformación del parque, el rincón infantil resultó esencial para quienes prefieren el predio soleado, la canchita de futbol y la disponibilidad de asientos que invitan a permanecer y ver transcurrir la tarde.
Más adentro, la zona del espacio saludable y pista de bicis se colma de visitantes que confirman que el lugar sigue siendo un patrimonio vivo.
La glorieta, desde donde se puede apreciar una panorámica importante del lugar y observar que en cada rincón , especial en sí, los visitantes corren, juegan, charlan o meriendan en rueda de mate.
Más adelante otra zona tradicional, la placita de hamacas y juegos infantiles, pasando el laguito, se colma de los más chicos que encuentran donde entretenerse sin peligros ante la mirada de los adultos. Y los más grandecitos se aventuran en patines o monopatines en la pista adaptada a la ocasión.
Para quienes nos gusta caminar, los senderos entre luces y sobras, las diferentes especies de árboles, plantas y arbustos pasan a ser puntos de admiración y curiosidad. Y recorrerlo nos muestra que hay lugares que no se visitan, sino que se descubren.
Los datos de Isidra Solari fueron clave para alumbrar nuestra recorrida dominguera.
Uno entra al Parque Benito Solari como quien cruza a otro tiempo, casi sin darse cuenta. Los portones de hierro, el muro de piedras gastadas, las ramas entrelazadas arriba de la cabeza, todo parece invitarte a bajar el ritmo, a aflojar el paso, a respirar distinto.
El parque late. No de manera ruidosa, no con estridencias. Late como una promesa que se cumple apenas ponés un pie en sus senderos. Todo está donde tiene que estar, como si desde siempre hubiese esperado tu llegada, y se corona con un concierto de pájaros como un gesto mágico de la naturaleza.
La isla central, donde estuvo el zoológico , desde un costado, una Venus de mármol. Las sombras son profundas. Hay aroma a tierra húmeda, a madera vieja.
La casa de Piedra que fue museo, oficina, sede de talleres……..
Y van surgiendo los recuerdos, los domingos de retreta, las competencias de patín, los festivales musicales, hasta hace poco las competencias de mountain bike, maratones, microcine y tantas otras que dejaron su huella.
Fue Benito Solari quien soñó todo esto a fines del siglo XIX. Un visionario, un romántico. Armó el parque como un jardinero enamorado: piedra a piedra, rama por rama. Trajo árboles de lejos, pensó en cada curva del sendero, en la isla del lago, en una glorieta cubierta de rosas. No dejó nada librado al azar. Quiso que Salto tuviera un lugar donde los domingos no fueran iguales a los lunes, y donde el aire tuviera el sabor de los viajes y los jardines europeos que él había conocido.
Hoy el parque resiste, pese al paso de los años, las tormentas, los olvidos.
El Parque Benito Solari no es solo un lugar. Es un estado de ánimo.
Es la prueba de que cuando alguien planta un sueño en la tierra, puede florecer mucho más allá de su propia vida.
Y que a veces, basta un paseo sin apuro para volver a creer en eso.
