Con más de seis décadas sobre los escenarios, Óscar es una de las figuras más queridas y emblemáticas del teatro salteño. Actor, director y apasionado por el arte escénico, ha dedicado gran parte de su vida a construir y sostener espacios de cultura, apostando siempre por el crecimiento del teatro del interior. Fundador del histórico grupo Sin Tapujos, nacido a fines de los años cincuenta, y miembro activo de la Asociación de Teatros del Interior, Óscar ha sido protagonista y testigo de una época dorada del teatro salteño, compartiendo escena y proyectos con reconocidos nombres del ámbito cultural.
Su historia está marcada por el amor al arte y la perseverancia. Desde aquellos primeros ensayos con el Club de Teatro Salto, junto a estudiantes y profesionales, hasta las más de ciento cuarenta obras que ha interpretado y dirigido, su compromiso con el teatro sigue intacto. A lo largo de los años ha formado generaciones de actores, llevado el nombre de Salto a festivales nacionales e internacionales y mantenido viva la esencia de hacer teatro “sin tapujos”, con la convicción de decir las cosas de frente, sin miedos ni censuras.
Hoy, a sus 36 años de trayectoria con el grupo Sin Tapujos, Óscar continúa con el mismo entusiasmo que en sus inicios. Junto a un elenco de talentosos artistas locales, prepara el estreno de En la lona, una comedia con un profundo trasfondo social escrita por el autor uruguayo Rolando Speranza. La obra se presentará el próximo 22 de noviembre en el Salón de Fiestas de la Sociedad Italiana, prometiendo una noche de risas, emoción y reflexión.
En esta entrevista, Óscar repasa sus primeros pasos, las experiencias que marcaron su vida, los desafíos de hacer teatro en el interior y la alegría de seguir compartiendo su pasión con el público salteño, que lo ha acompañado a lo largo de toda una vida dedicada al escenario.
«Empecé con Sin Tapujos hace sesenta y seis años… ¿sesenta y seis? Sí. Nos juntamos un grupo de estudiantes y algunos profesionales del teatro para formar un colectivo que se llamó Club de Teatro Salto. Fue allá por fines de los años cincuenta, alrededor de 1959 o 1960.
Tuve muchas satisfacciones y aprendí muchísimo. En ese grupo participaban personas muy reconocidas en el medio: el arquitecto Enojito Rodríguez Urbano, la profesora Berta Silva de Silva, Juan Carlos Pirotto —que incluso fue intendente de Salto— y Américo Gaudín, entre otros.
Era un grupo muy activo y muy conocido en el ambiente teatral del departamento.»
«De aquellos que seguimos en esto todavía quedamos algunos. Por ejemplo, el Chiche Arieta y yo.»
¿Y por qué empezaste a incursionar en el teatro? ¿Qué fue lo que te llamó la atención?
«Mirá, nosotros éramos estudiantes y un día nos invitaron a formar parte de un grupo de teatro. Fuimos a ver de qué se trataba… y nunca más salimos.»
Una vida entera dedicada al teatro.
«Sí, así es. Fue una experiencia muy linda. Participé en muchos cursos y talleres de actuación y dirección, algunos en el Teatro El Galpón y otros espacios de Montevideo, e incluso tuve la oportunidad de trabajar con un director de la Comedia Nacional. Fueron años de mucho aprendizaje.»
¿Por qué el nombre Sin Tapujos?
«Ah, linda pregunta. El grupo Sin Tapujos se formó prácticamente al mismo tiempo que el grupo Sin Fogón de Fray Bentos, con quienes éramos muy compañeros. Incluso fui uno de los fundadores de la Asociación de Teatros del Interior, que buscaba justamente unirnos y fortalecernos.
El nombre surgió porque queríamos decir las cosas con claridad, sin vueltas. En aquel tiempo había temas que no se hablaban abiertamente y nosotros decidimos hacerlo a través del teatro. Sin Tapujos significaba eso: hablar de frente, poner sobre el escenario lo que muchos preferían callar.»
Fue así la idea. Me imagino la cantidad de obras de teatro que habrás hecho. «Más de ciento cuarenta.»
¿Cuál fue la que más te marcó o la que más disfrutaste?
«Hubo varias. Algunas trascendieron más que otras. El regreso del gran Tureque, de Mauricio de los Escofres, por ejemplo. También Otatón, de Ignacio Martínez. Y La piel de los otros, de Juan Carlos Leguido, que fue muy especial.
Pero, en realidad, todas dejan algo. Cada una tiene su emoción, su historia. En tantos años y con tantas obras, son muchas las que uno guarda en el corazón.»
Qué divino, qué cantidad de historias. ¿Y tu familia qué opina del teatro? ¿Les gusta acompañarte?
«Al principio sí, compartían mucho. Después se fueron cansando un poco… Imaginate, yo todo el día estudiando, leyendo letras, ensayando. Es entendible. Pero lo llevamos bien. Con mi señora llevamos cincuenta y ocho años de casados. Toda una vida juntos.»
¿Y tus hijas? ¿Alguna siguió el camino del teatro?
«No, ninguna. Natalia, la más chica, es maestra. Con la familia y el trabajo no le queda mucho tiempo, pero igual se arrima. En marzo hicimos un espectáculo homenaje por el Día Mundial de la Poesía y del Teatro, y ella participó. Además recita muy bien. Tiene esa sensibilidad, aunque no esté directamente en las tablas.»
¿Sentís que el teatro y los artistas son valorados en Salto?
«Acá es complicado. Para los artistas locales siempre cuesta más. En otros lugares nos reciben muy bien. Hemos participado en festivales en Perú, Chile, Argentina y en distintos puntos del Uruguay, y la valoración afuera es enorme.
De todas maneras, con el tiempo fuimos construyendo un público fiel. Hay gente que siempre está, que nos sigue desde hace años. Y a eso se suma el público nuevo, los que se enganchan después de vernos una vez. Esa continuidad es la que mantiene vivo al grupo.»
Se viene una linda obra para el 22 de noviembre.
«Sí, el 22 de noviembre presentamos una nueva obra en el Salón de Fiestas de la Sociedad Italiana, en Artigas 651. Será a las 20:30 horas y con ella también conmemoramos estos 36 años de teatro.»
¿Cómo se llama la obra y de qué trata?
«La obra se llama En la lona. Es de un autor uruguayo, Rolando Speranza. Está ambientada en la década del 80 y cuenta la vida de un jugador de fútbol, el “Cholo” Gastambide. Era un futbolista uruguayo que soñaba con ser un crack, un ídolo del deporte nacional, pero su destino fue otro. Después de una carrera prometedora termina en la pobreza, “en la lona”, como se dice popularmente.
El Cholo había sido conocido, se relacionó con figuras como Fernando Morena o Montero Castillo; hay fotos de aquella época, de su paso por Nacional y sus encuentros con los grandes. Pero la historia lo muestra en su declive, viviendo en un barrio humilde, enfrentando la necesidad y la falta de oportunidades.
En su intento por sobrevivir, le ofrecen un negocio turbio. A pesar de la oposición de su mujer, decide hacerlo igual, movido por la urgencia. Y su mayor sueño en ese momento —fijate vos, en los años 80— era tener un televisor a color. Eso, que hoy parece mínimo, era símbolo de progreso y esperanza.
La obra retrata esa lucha cotidiana por salir adelante. Los otros personajes viven situaciones parecidas, marcadas por la pobreza y los sueños truncos. Al final, ninguno llega “en pie al último ron”. Es una historia que provoca risa, aunque también emociona, porque el público se ve reflejado.»
Es una comedia con fondo social.
«Exactamente. Es un drama, pero con mucho humor. El público se reconoce en esas escenas: la búsqueda del dinero, las dificultades, la pelea de todos los días. Ese espejo genera risa, porque la gente se identifica con lo que ve. Y esa risa tiene algo liberador.»
Qué lindo, además es una obra para toda la familia.
«Sí, totalmente. Es una obra familiar, con humor desde el principio hasta el final. La gente se mata de risa, pero también se emociona. Dura alrededor de una hora y cuarto, un tiempo justo para disfrutarla.»
Además, con una entrada accesible.
«Sí, las entradas cuestan 300 pesos. Y quiero destacar el equipo, porque es un grupo hermoso: Rosario Barbosa, Juliana Wornikoff, el maestro Darío Zambulla y Pablo Chiche Arieta.
En la parte técnica contamos con Diego Coelho en luces y Leonardo Vigut —que además es mi sobrino, un artista maravilloso— en sonido. La diagramación y el diseño están a cargo de Serena Ferreira.
También queremos agradecer el apoyo del Grupo Teatral Le Varieté, que nos prestó una cantidad de utilería y siempre nos acompaña. Todo eso ayuda mucho para que este tipo de propuestas puedan seguir en pie.»
«Tenemos que agradecer especialmente a Jorge Menoni y a Luis Miguel Sosa, directores del grupo Le Varieté, que siempre nos apoyan y colaboran con nosotros.»
«En los ensayos se divierten muchísimo. El problema más grande es lograr que no se rían, porque se ríen hasta de lo que están diciendo. A veces tengo que pedirles: ‘Por favor, esto es serio, no puede ser’. Ese es nuestro gran desafío.
Las comedias parecen simples, pero son muy difíciles de hacer. Todo tiene que entrar justo: una pregunta, una respuesta, un gesto… es un trabajo de precisión, casi como un reloj. Pero está saliendo bien. Nos quedan algunos días más de ensayo y estamos muy contentos con lo que se viene.

Grupo de Teatro Sin Tapujos presenta
«En la lona»
Sábado 22 de noviembre a las 20:30
Salón de Fiestas de la Sociedad Italiana(Artigas 651)
Entrada: $300
Resérvelas al 098 727 977
Retira las entradas en Vilardebó 590, esquina Lavalleja









