Existen oficios en peligro de extinción, labores casi olvidadas como la del de zapatero, lustrador de muebles, bordadora, tejedora, guasquero, tapicero.
A la hora de necesitar sus servicios se hace difícil encontrar quién haga la tarea, incluso al planificar este informe dominical, debimos hurgar en algunas labores que existen pero quienes la hacen ya se encuentran jubilados
Los trabajos de realización de este tipo de artículos ,sin duda difieren enormemente de los que se producen en serie, las terminaciones, el material utilizado, el tiempo de trabajo entre otras características.
Hoy hay muchos productos que se compran pero ya se sabe que tienen una fecha de vencimiento, aún así algunos se pueden reparar, para eso se necesita alguien entendido en el tema.
Este informe pretende presentar una serie de entrevistas que muestran estos oficios, quienes los realizan intentando
transmitir sus conocimientos a generaciones futuras, algunos lo logran y otros quedan con el sabor amargo de ver como la tarea que los acompañó durante toda la vida hoy está casi olvidada.
Fiorella y Janet – madre e hija expertas en el tejido artesanal
Fiorella Rinaldi y Janet Sosa son madre e hija que cultivan el arte del tejido y por un buen tiempo han hecho posible que este oficio permanezca vivo en el tiempo.
“Comencé desde muy niña pues veía como mi madre hacía frazadas tejidas para nosotros y decidí aprender. Tejo desde los doce años y hoy tengo 28. Hace doce años empezamos ambas a tener para vender” .
Fiorella nos comparte que en la actualidad es todo un desafío poder competir con el mercado.
-¿Cómo surge el emprendimiento familiar?
_”El negocio surgió porque quedé embarazada y quise hacerle yo los rebozos a mí hija. Un año después publiqué en Facebook y me empezaron a encarcar rebozos y chales. Luego mi madre me fue enseñando varios y nuevos puntos para los tejidos. Lo cierto es que somos autodidactas… aprendimos solas a base del ensayo y error a hacer sacos, ruanas y ponchos”.
“NUNCA REPETIMOS UN DISEÑO NI LA COMBINACIÓN DE COLORES”
-¿Cómo fue respondiendo la clientela?
– “De forma excelente… debo aclarar que las prendas que hacemos son únicas… jamás repetimos un diseño ni la combinación de colores. Hemos vendido nuestras prendas no solamente en Salto sino también en Paysandú, Montevideo, Maldonado y Durazno”.
-¿Y cuál es la franja etárea que apuesta más al tejido artesanal?
Es variada… las adolescentes se inclinan por el tejido de verano para la playa y las mayores por los ponchos y las ruanas. Las dos franjas también se muestran interesados por los sacos… depende de los colores y los estilos… pero a la hora de diseñar nos inspiramos en todos esos detalles.
-¿Cuales son los puntos más usados?
-”Los puntos trabajamos más con el garbanzo, santa clara, jersey, canelón, arroz simple y arroz doble.
Tejemos siempre en dos agujas pero las terminaciones las hacemos en crochet… generalmente trabajamos un promedio de doce horas diarias.
-¿Cómo nacen los diseños?
-”Los diseños surgen en el momento, mientras tejemos unos ya vamos pensando en que cambiamos para el segundo… por ejemplo a los ponchos los tejemos enteros o en partes éste último es el más pedido para montar)
Los sacos igual, se pueden tejer enteros o en partes.
¿Cuál es la época más dificultosa para la venta?
-”La época más difícil en Salto es el verano por el clima… en ese período nos enfocamos a la venta hacia el sur, donde se usa mucho las prendas de hilo para la playa
-¿Recuerda cual fue su primera prenda tejida?
-”El rebozo de mi hija… el primero fue santa clara y el segundo, garbanzo.
-¿Tejer se ha puesto de moda?
-”No… Es muy difícil encontrar gente joven que quiera tejer.
Se está perdiendo un poco el hábito de tejer a mano y no es muy valorado el trabajo aquí en Salto. La competencia que tenemos en precio con el tejido a máquina lo devalúa,
Pero nos sucede que en el sur sí se valora mucho más.
Las prendas tejidas siempre se incluyen en la vestimenta, ya sea desde una
No, es algo q siempre se incluye en la vestimenta, ya sea desde una bufanda hasta un saco…
Y el turista si compra mucho, a las brasileñas le gusta el tejido bien abierto y calado y a las argentinas el de abrigo.
Fiorella y Janet tienen un puesto en la feria de los domingos al cual acuden muchos turistas, donde venden todos sus diseños.
“Pese a que fue y es nuestro trabajo, lo hacemos con mucho gusto, no es un esfuerzo para nosotras… y nos deja mucha satisfacción que quien nos compra usa las prendas con gusto y vuelven por más. Los tejidos artesanales son aquellos realizados generalmente en el hogar, por lo tanto no son realizados en serie o industriales.
Nos permiten desarrollar nuestra imaginación e inventiva. Los tejidos artesanales son casi tan antiguos como la humanidad, cuando un ser humano descubrió que retorciendo lana formaba un hilo (hilar) , luego siguió el descubrimiento de plantas que teñían lo que tocaban.
De manera que hemos heredado desde el fondo de los tiempos muchos de estos conocimientos.
Los tipos de tejidos varían según la técnica utilizada para realizarlos.
También se pueden combinar en una prenda tipos distintos de tejidos con un poco de imaginación y buen gusto se pueden lograr creaciones interesantes.
El sonido de un telar artesanal en marcha nos lleva de vuelta al pasado, a un mundo en el que todo se elaboraba enteramente a mano, donde cada costura y puntada contaban. En algunos países, los cada vez más escasos tejedores elaboran hermosos manteles, colchas finísimas y mantas llenas de colorido. La transmisión o enseñanza de los conocimientos van de generación en generación de forma empírica y sin ninguna sistematización, un oficio que no puede sucumbir en el tiempo.
«Cada vez hay menos personas trabajando en esto, se van terminando y no es mucha la gente joven que sigue»
Abilio «Tilo» Mesías y el trabajo en guasquería:
Abilio Mesías tiene 56 años, oriundo de Pueblo Biassini, localidad en la que reside actualmente, realiza trabajos en guasquería, a los que llama en general «trabajos en cuerda», desde los quince o dieciséis años. «Lo aprendí al oficio mirando a mi padre y otros familiares mayores, es algo que viene de familia, es como una tradición familiar», cuenta para el presente informe.
La guasquería es el arte de fabricar accesorios en guasca (soga o tira de cuero que sirve para los trabajos rurales) y metales. Mesías, conocido en su zona como «Tilo», entiende que «este es un trabajo que se ve cada vez menos, cada vez hay menos personas trabajando en esto, se van terminando y no es mucha la gente joven que sigue». De ahí que para muchos estudiosos de nuestras tradiciones, incluso lo decía en un material de difusión el propio Ministerio de Educación y Cultura hace un tiempo, «la guasquería, como arte, es parte del patrimonio cultural en extinción de nuestro país».
El campo brinda la materia prima
El trabajo con el cuero crudo es una tarea más de las múltiples que Mesías emprende día a día, pues además siempre se ha dedicado al trabajo en el campo, en estancias, como esquilador, tropero, alambrador. Ese es su entorno natural, pero, por otra parte es consciente que «sólo haciendo estas cosas (elementos de guasquería) no alcanzaría para vivir». Elementos para el trabajo del hombre de campo, pero también adornos que forman parte de la vestimenta o la decoración de la casa son los que confecciona habitualmente. De hecho, es común asociar este tipo de trabajos con las tradiciones campestres y especialmente con las actividades que allí se desarrollan; sucede que ese es el ámbito que brinda la materia prima (cuero, huesos, cascos y pezuñas de animales) y es el hombre de campo el que, siguiendo las tradiciones del lejano gaucho, gusta incluir este tipo de accesorios tanto en su vestimenta como en la de su caballo.
«Hago cintos, llaveros, ceniceros, que pueden llevar cascos de caballo, y sobre todo los elementos para vestir el caballo, o sea riendas, partes del preparo como pechera, cabezada, también rebenque, que algunos llevan además un hueso de avestruz, lazos, bozal, estriberas, cinchas, que es lo que va sobre el caballo y sobrecinchas que van arriba de todo el recado, agarraderas para las espuelas que en realidad son un tiento nomás y no llevan mucho trabajo…», explica.
En cuanto a las herramientas que utiliza para su tarea dice que «las principales herramientas son el cuchillo, para cortar el tiento, y la lezna (especie de pequeño destornillador con cabo de madera) para agujerearlo y trabajarlo».
Si se cobrara el trabajo
que implica, el precio sería más alto
Consultado acerca de la relación entre tiempo de dedicación, calidad y precio de lo que ofrece, reflexiona: «son trabajos que llevan mucho tiempo, hay que dedicarse mucho y por eso si se cobrara realmente de acuerdo al tiempo y la dedicación que implica, serían cosas bastante más caras, habría que cobrarlas mejor, pero a la vez, si el precio se sube mucho no se vende, porque la gente va a preferir comprar cosas en los comercios de la ciudad por ejemplo, que ya vienen hechas de grandes fábricas y por eso son más baratas. Hay que ver también que casi siempre esas cosas baratas no son de buena calidad como son estas, porque estas son trabajadas en cuero verdadero».
Entre las condiciones que debe tener quien realice este oficio, además de la habilidad para las manualidades, se incluye un carácter especial. «Se precisa ser de carácter tranquilo, tener mucha paciencia y concentración», comenta Mesías.
Algunos de los momentos en que más trabajo tiene es cuando en la zona se realizan festivales criollos, como el «Valentín Aparcero», «Joven Rural», entre otros. Son ocasiones en que mucha gente quiere vestir sus mejores galas, y al lucirlas, también luce las destrezas del artesano de la guasquería, «en esos casos hay gente que se prepara con tiempo, desde un buen tiempo antes ya empieza a pensar en toda esa vestimenta, y entonces hago incluso muchos elementos para niños, como algún rebenque chico», dice el entrevistado.
Elisa “Chola”Rodríguez – “El bordado ha sido a lo largo de la vida mi gran compañía”
Elisa “Chola” Rodriguez de Caratti (83) tiene dos nietas y dos bisnietas y comenzó a bordar hace más de seis décadas atrás… nos cuenta que ese oficio le brindó grandes satisfacciones y ha sido a lo largo de su vida – su gran compañía.
Cuando era una niña muy pequeña su mamá murió entonces al poco tiempo se fue a vivir con una tía abuela que la envió a clase de costura.
Ponto se percató que ese oficio no era lo suyo y descubrió a los quince años su gran pasión: el bordado, donde supo ponerle todo su ímpetu, creatividad y motricidad fina.
Chola aprendió muy pronto a bordar porque su entusiasmo y gusto por la tarea la llevó a ser una excelente aprendiz..
Fueron llegando las primeras clientas y en un breve lapso de tiempo se fueron multiplicando. Si bien hace veinte años se jubiló, continúa haciendo algún que otro bordado porque se mantiene ocupada, pese a que una seria dolencia la ha llevado a menguar en su actividad.
Nos revela que en la actualidad son muy pocas las bordadoras que quedan, dado a que es un trabajo que requiere de mucha manualidad y dedicación.
-¿Le ha transmitido
su experiencia a
alguna alumna?
”La verdad que no porque no me gusta enseñar… pero un día llegó una muchacha y me pidió que le brindara una orientación. Vino dos días pero no volvió. Le pregunté por qué no había vuelto y me respondió que era un trabajo demasiado intenso.
Le he hecho mucha mantelería a varias clientas, ajuares y bordados para manteles que fueron usados en fiesta de quince.
En otra época también toallas, manteles, repasadores y ropa de cama.
Hubo un tiempo en que la sedalina ( el hilo especial para bordar) escaseó y había que bordar con hilo común, que no es lo mismo, la calidad es diferente, no tiene el brillo característico”.
Para bordar, Chola conserva su vieja máquina Singer, que es su herramienta vital a la hora de crear originales bordados.
Los hilos que se emplean en el bordado pueden ser los mismos que sirven para el tejido, aunque no necesariamente pues depende del hilo de bordado.
Pero sobre todo se utilizan los de algodón, seda, lana y lino.
Todos con variados colores y los de plata y oro con las formas diferentes que se adoptan en tejeduría y pedrería.
Aclaramos que Chola se dedicó específicamente al bordado con sedalina.
El bordado es por definición una labor de costura decorativa hecha sobre telas (o diversos materiales) tramados con agujas y utilizando distintos tipos de hilos o cuentas de variandas texturas, grosores y colores.
Vale saber que el origen de los bordados puede trazarse a la época de los cromañones (30,000 a.C), pues fueron encontrados restos fosilizados que mostraban vestidos profusamente bordados a mano con cuentas y abalorios. En Siberia también se descubrieron prendas confeccionadas en pieles de animales que ya estaban bordadas armando intricados diseños. Probablemente los primeros humanos se dieron cuenta muy temprano que con las puntadas que hacían para unir las pieles de los animales para cubrirse también podían crear detalles decorativo
-¿Cuáles son los puntos
más requeridos?
– “La gente de antes cuando se mandaba hacer los juegos de cama o los ajuares de novia, se inclinaban por el richellieur, donde se borda sobre la tela recortada… se usa mucho en repasadores, fundas y vestidos.
Mi nieta Sofía utiliza una máquina computarizada para bordar”.
Tanto Chola como Sofía han expuesto en algunas oportunidades sus trabajos en el stand de Natalia Silva.
-¿Cuál fue el bordado más complejo que tuvo que hacer?
-”En realidad no fue complejo el bordado, sino que lo hicimos mal y tuvimos que corregirlo. Fue el bordado a unas chalinas que usan los sacerdotes… eran unas cuántas. Y llevó bastante trabajo porque tuvimos que deshacer previamente lo que estaba mal”.
Curiosamente la protagonista de esta entrevista nunca bordó algo para sí misma… siempre fueron por encargo.
-¿Cuál fue el trabajo que más le sorprendió?
-”Los manteles todos trabajados. Hay que ver qué hermosos quedan luego de terminados”.
El bordar una pieza demanda horas e incluso días de trabajo y se requiere no solamente de habilidad sino de mucha paciencia.
Sesenta y cinco años en el bordado no son pocos… Chola fue muy feliz desarrollando su oficio de bordadora y fueron muchos los moisés, canastillas y camas que supieron lucir las bellezas y delicadezas de sus bordados.
Al igual que otros oficios, ya sea por el ritmo de vida o por las horas que hay que invertir en estas labores, éstas tienden a desaparecer.
Walter Eduardo Caraballo Piazzoli – Zapatería «El emporio del cuero»
«Todo lo que tenemos y lo que soy, fue arreglando zapatos»
Entrar al taller de un trabajador, es como entrar en su propia vida. Por dicho recinto pasa la dedicación, la laboriosa tarea técnica en procura de la solución de algún problema puntual, los diálogos permanentes de la gente común. Pero entrar al taller de un composturero de calzado, implica participar de un especial espacio de trabajo en donde lo manual se mezcla con lo creativo y, en donde la impronta artesanal, se palpa desde todos los sentidos. Fue esa la actitud que percibimos cuando en una jornada normal de trabajo, compartimos algunas voces con una persona que ha dedicado la mayor parte de su vida a reparar un elemento cotidiano que nos permite desandar caminos más cómodamente.
Con el golpeteo del martillo, el sonido esporádico de alguna máquina, el olor a cera, a cuero y a pegamento, con trabajadores de muchos años, portadores de un delantal que cuida su ropa, en un taller en donde se ven zapatos por todos lados, junto a carteras, e incluso algún recado de «un amigo» casi pronto en la reparación, pudimos dialogar con Walter Eduardo Caraballo Piazzoli. A primera hora de la tarde nos encontramos en su local de compostura de calzado de calle Beltrán 132. Desde hace 51 años empezó, junto a su padre con el trabajo de la reparación, si bien la zapatería la abrió aquél hace ya 60 años, frente a Ferrocarril, en calle Blanes. Siente orgullo porque lo que aprendió oralmente, pudo trasmitirlo para que uno de sus hijos, Carolina, pueda «seguir la posta de una empresa familiar».
El oficio de zapatero, ¿se transmitió de generación en generación en el seno familiar?
Mi padre era oriundo de Paysandú, me enseñó todo lo que sabía desde el tiempo escolar. Recuerdo que antes y después de la escuela ayudaba y trabajaba a la par de mi progenitor. En aquellos tiempos, todo era diferente. La tarea era mucho más artesanal, no se contaba con máquinas eléctricas, y se utilizaba otro tipo de materiales para la compostura. El oficio, de lo que me siento orgulloso, antes era llamado «composturero», cuando se solía también hablar y mencionar al «Taller de compostura de calzado». Destaco que me viene de familia y, por suerte, seguirá en la familia. Mi hija, Carolina, es la que sigue ahora con la posta.
¿Siempre se dedicó a la reparación de calzados o en algún momento fabricó?
Actualmente me dedico sólo a la reparación, nunca fabriqué, pero no sólo zapatos arreglo, también, nos encargamos de la compostura de bolsos, valijas, todo lo que tiene que ver con el cuero. Asimismo se suele dar el arreglo de carteras de damas, mochilas de los niños que van a la escuela, e incluso algún recado de campo, porque, talabarteros no quedan más. De la reparación lo más común que se da, es la colocación de los taquitos, las chapitas, la media suela, alguna costura. Eso es lo normal. Casi siempre lo central de la tarea es esa.
¿Es verdad que la clientela mantiene la fidelidad?
Hay clientes de años, e incluso de la época de mi padre. Casi toda mi clientela es fiel y hace tiempo que trabaja conmigo. Por eso, también, además de que me gusta lo que hago, me es redituable económicamente, si bien debo reconocer que no como antes, ya que los tiempos se han vuelto más difíciles, tanto es así que, de 15 empleados que llegamos a tener, hoy, apenas tenemos tres. Todo lo que tenemos con mi familia y lo que soy, salió de acá: arreglando zapatos.
Con los nuevos tiempos; ¿el taller, las herramientas y los materiales utilizados en la tarea, han variado; el trabajo artesanal, ha sido superado por la modernidad?
El trabajo prácticamente es todo artesanal, a mano. Se trabaja con algunas máquinas, pero lo preponderante es el trabajo manual. En este tiempo, desde mis comienzos junto a mi padre, he observado muchos cambios, desde la calidad del zapato, hasta algunas otras técnicas y herramientas. Ni hablar que la calidad del zapato, hoy en día, es muy de poca durabilidad. No es como antes que te duraba 5 o 6 años un par. Yo tengo máquinas porque tuve que actualizarme, para adaptarnos a los nuevos materiales de trabajo. Se da la realidad de zapatos a los que hay que hacerles arreglos que no se hacen todos los días, en donde importa mucho la creatividad que tengamos.
El taller es la parte central y más importante en la compostura de calzado.
Los materiales han cambiado totalmente, ahora se trabaja mucho con sintético, goma, plástico, y antes, era suela y cuero. Antes, era más artesanal el trabajo. La reparación también cambió, y las herramientas básicas son las que se utilizan para la costura y el pegado, con la incorporación de la necesaria tecnología.
Las nuevas generaciones, ¿demuestran interés en seguir este tipo de actividades artesanales?
Me da pena que haya poca gente, casi nadie, que se dedique a la compostura y reparación. No hay prácticamente interés por parte de los jóvenes. Dada las características del trabajo, cuando alguien empieza con el trabajo, les enseño yo, los primeros pasos y cómo desarrollar el trabajo diario, dado que se aprende en el taller, que es la parte central. Se da una especie de relación maestro – aprendiz, que quizá no es común en otros oficios o tareas. Es muy difícil conseguir gente capacitada, porque si uno pusiera en el diario un aviso solicitando personal, estoy seguro que en Salto no hay personas capacitadas que sepan trabajar en la compostura de calzado. Es fundamental entender que aquí se aprende trabajando; yo tengo que enseñarle en el taller, porque, de alguna manera tanto a los empleados como al que demuestre interés, los hago yo.
Abrió sus puertas en 1945
Joyería Carcabelos: tres generaciones en el rubro
EL PUEBLO dialogó con Daniel Carcabelos padre y Daniel Carcabelos hijo, dos generaciones de las tres que conforman esta familia de joyeros, dedicados a una tarea cuya enseñanza se ha pasado por medio de la tradición oral.
¿Cómo es en la actualidad, encarar actividades artesanales como la de joyero?
DC: En este momento el tema es la competencia con la cosa que viene pronta. Entonces, nosotros, seguimos tecnificándonos, tenemos maquinaria de punta para hacer todos los arreglos y reparaciones; pero, no nos podemos poner a fabricar, porque sale más caro que lo nuevo. Una reparación, a pesar de que no hay muchas, de todas maneras, se hace, y es hacia donde queremos seguir apuntando.
DC (h): Es así como lo manifestó mi padre. El tema de ponernos a fabricar joyas, es competir con gente muy industrializada, y eso es imposible.
¿Se nota la diferencia entre el trabajo netamente artesanal con la metodología de antes, con lo nuevo?
DC (h): Se nota, obviamente, porque, lo artesanal, es bastante más pesado, tiene una técnica más compleja.
DC: El trabajo artesanal va a durar 100 años, y el que viene pronto, va a durar mucho menos, aunque aparenta lo mismo.
¿Cuántas personas se necesitaban antes en un taller, y cuántas trabajan hoy?
DC: Siempre la misma cantidad de personas. Sucede que hoy, somos menos los que aceptamos trabajar en esto. En ese sentido, sí, hay menos personas en el rubro; pero, dentro del negocio, siempre fue la misma cantidad de gente la que hace la reparación. Además, también hay que tener en cuenta que, lo que nosotros no hacemos, lo hace la fábrica.
¿El cliente sigue prefiriendo joyas tradicionales, o la modernidad ha venido ganando terreno?
DC: Lo que usaba la abuela, ya no lo quieren más las gurisas. O si no lo traen y nos dicen: “fundímelo para hacer las alianzas para el casamiento. O sea, le sirve el metal, pero no el diseño o tipo de joya que es. Nadie quiere usar un engarce grande con una libra y llena de puntas, no. La moda es lo que manda.
DC (h): Lo interesante es que es pesadito, es de oro 18 quilates, eso es bueno; ahora de ahí en más, es muy difícil ver que se arregle algo antiguo para utilizarlo ahora.
¿Podemos decir entonces que, la sofisticación o glamour de antes, se ha perdido actualmente?
DC: Tengamos en cuenta que, acá, somos un mercado diferente.
En las naciones de primer mundo, siguen las mujeres usando cosas finas, importantes. Yendo mismo a la ciudad de Nueva York, por ejemplo, uno ve que las mujeres usan brillantes y demás; es algo corriente. Nosotros, acá, con el nivel impositivo y adquisitivo que tenemos, eso, queda imposible de hacerlo, que la mujer llegue a un brillante de 2 quilates; es dificilísimo. En otros países, sí, no hay problema porque la realidad es bastante diferente a la nuestra.
No se trata de que se haya perdido el gusto por lo bueno; es que han perdido el poder comprarlo. Además de las necesidades, porque a lo mejor se compran un celular, que les es más útil, que un par de caravanas que, a lo mejor, puede valer lo mismo.
¿Cuánto tiempo requiere un trabajo diario en el taller?
DC (h): Depende del artículo a reparar, la situación y el arreglo que se deba hacer. Es muy difícil decirle un tiempo exacto, porque es muy variable. Eso sí, siempre fue un oficio que lleva tiempo, mucha concentración, estar dedicado, tranquilo para eso, sin apuro alguno.
La labor de joyero, ¿proviene de una tradición familiar?
DC (h): Viene por tradición familiar y por la convicción de querer hacerlo. La vocación tiene que estar, obviamente, presente, porque si no, al ser un trabajo difícil, no se hace. Repito, es una tarea que debe de gustar, porque se pasan muchas horas sólo y concentrado. Ya es la tercera generación en el rubro.
¿Se enseña el arte de la joyería?
DC: Creo que no hay lugares donde se enseñe- Habría que hablar con algún joyero para que le enseñe. Son técnicas muy específicas y complejas, que hay que aprenderlas muy bien. Son tradiciones, también, que se pasan de boca en boca, de generación en generación.
Joyería Carcabelos,
¿cuántos años en el
medio?
DC: Desde 1945. Vamos por la tercera generación. Que lleguemos a la cuarta depende de los hijos.
Para informe. Nelson Javier Dalmao, carpintero de oficio
«Ha cambiado bastante el trabajo, se ha venido a menos, ya no tenemos tanto trabajo como antes»
Nelson Javier Dalmao siguió el oficio de su padre, el de carpintero, «y seguimos en pie y en la lucha», por haber mucha competencia por la venta de muebles más baratos y con trabajos que antes se hacían en madera y ahora se prefiere, por ejemplo, el aluminio. Sus hijos optaron por otros oficios, construcción y mecánica, así que quizás con él su carpintería, que se encuentra en Invernizzi 621, cierre definitivamente sus puertas cuando llegue el momento de la jubilación.
En esta nota concedida a EL PUEBLO confiesa que debió diversificarse en el trabajo, incorporando otros trabajos afines al de carpintero.
«Ha cambiado bastante el trabajo –comenzó diciendo-, se ha venido a menos, ya no tenemos tanto trabajo como antes. El tema de los muebles que vienen hechos, puertas, zaguanes, hace veinte o treinta años atrás se trabajaba más en madera».
– ¿Cuántos años lleva trabajando de carpintero?
– Mi padre era carpintero. Al principio no trabajé en eso, pero después me dediqué a la carpintería. Como él tenía todas las herramientas hice el curso en la UTU a los 17 años, aunque ya trabajaba con mi padre. Él era carpintero en el molino que estaba en Barbieri y Viera. Ahora hemos ampliado, uno trata de hacer otras cosas porque hoy hay trabajos que ya no se hacen mucho porque la gente ya compra los muebles hechos y va quedando poco margen, hay diferencias notorias de precios. Hay gente que igualmente prefiere la madera, pero son muy pocos, no les gusta esos muebles que vienen. La gente que manda a hacer todo en madera tiene un poder económico más elevado.
– Dijo que tuvo que ampliar su oferta de trabajo.
– Si bien sigo trabajando de carpintero, ahora colocamos pisos flotantes cuando antes se ponía el piso de parquet o de tablas.
También trabajamos en yeso, hacemos tabiques, revestimientos, que está también dentro del oficio. Tenés que ampliar porque si no te quedás a veces sin nada que hacer. Tenés que ir adaptándote y acomodando el cuerpo.
– Además de lo que veía en su padre, ¿qué le llamó la atención de este oficio?
– A mí en realidad me gusta hacer muebles, te sentís bien. Hay trabajos que son un poco más exigentes en cuanto al esfuerzo físico, pero el trabajo de carpintero y hacer muebles es relajante, y cuando terminás un trabajo, si te queda bien, te sentís bien. No sé en otros oficios pero creo que todos apuntamos a lo mismo, que nos quede bien el trabajo y sentirse satisfecho, aunque a veces no te redunda mucho en dinero pero te queda la satisfacción de hacer bien tu trabajo, y si todavía te lo reconocen, mejor.
– ¿Se puede vivir del oficio de carpintero?
– Está difícil. Hace años que trabajo y hay veces que tengo pocas cosas para hacer, además que hay mucha gente que trabaja en lo mismo. Y al bajar un poco el trabajo, a veces el trabajo es un poco más sencillo, entonces lo hace gente que no está muy capacitada, y cobran menos. Yo he conservado clientes que siempre me dan trabajo. He hecho muebles y ahora también hago restauraciones de muebles antiguos. También arreglo persianas de madera.
Diría que trabajo artesanal en madera he hecho casi todo. Pero escasea igual el trabajo, porque en las obras hay mucho hierro, mucho metal y aluminio. Hay clientes que te comentan que el aluminio es muy caliente o muy frío al separar el exterior del interior por solo 3 milímetros, además que esos ventanales de aluminio son puro vidrio.
Como algo positivo es que cierran mejor, son más herméticos, no tienen mantenimiento y son más rápido de hacer, una ventana de aluminio la hacés en dos horas por lo que tengo entendido, eso también nos sacó trabajo.
Lo otro que hago es trabajar en unas viviendas y salón comunal de una cooperativa, donde también está mi hijo que agarró una parte de pintura, está estudiando construcción y está terminando, y agarra trabajo con su hermano, el más chico, son dos hermanos, y cuando a ellos les sale trabajo me llevan y cuando me sale a mí los llevo conmigo. Si bien hago de todo, lo mío es la carpintería.
– ¿Ninguno de sus hijos siguió por el lado de la carpintería?
– Uno está estudiando construcción y el otro estudia mecánica.
– ¿Así que su carpintería va a cerrar cuando usted se retire?
– Pienso que sí porque ninguno de los dos agarró para ese lado. Yo les enseño igual porque es un oficio lindo, al menos para mí. Ellos lo están aprendiendo, pero no sé si les va a gustar.