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    cartapacio_logoLa tienda Bikila fue abierta el 16 de mayo de 1988. En la actualidad tiene una cadena de locales en las ciudades más importantes de España y permite compras a través de Internet. En la sección Ofertas hay anteojos para sol a 220,00 euros, camisetas, pantalones, zapatos deportivos que van desde los 100 a 150 euros, y cualquier artículo para la práctica del atletismo. Su página de presentación afirma que el nombre Bikila fue tomado (¿en honor?) del legendario atleta etíope, el mismo que mostró al mundo la prescindencia de los objetos de consumo.
    Abebe Bikila murió a los cuarenta y un años tras un accidente de tránsito. Tenía el record de dos títulos mundiales consecutivos de maratón: Roma 1960 y Tokio 1964.
    Había nacido en 1932 en la aldea de Jato, Etiopía, en una familia numerosa y pobre. Durante la niñez y la adolescencia ayudó al padre en el trabajo de pastor; a los diecinueve años se alistó en el ejército. Era un joven alto, muy flaco, de mirada tensa y largas zancadas.
    En poco tiempo se destacó en los ejercicios físicos y pasó a integrar la Guardia Imperial de Negus. La leyenda, quizás, le atribuye tareas de cartero para verlo correr con el paso elástico por montañas y estepas con la bolsa en bandolera.
    Su resistencia física y el desplazamiento en las carreras llamaron la atención de un técnico sueco, destacado en el país africano, quien comenzó a orientarlo en el entrenamiento. Con poco más de veinte años, Bikila participó en el certamen nacional de maratón de las fuerzas armadas y superó al campeón Wami Biratu quien ya era un ídolo en Etiopía.
    También fue sorprendente su triunfo en los Juegos olímpicos de Tokio en 1964 porque, a pesar de que lo precedía la conquista del título en Roma, lo habían operado de apendicitis un mes antes de la carrera. El poco tiempo para la recuperación lo sacó de la lista de favoritos. Pero Abebe Bikila volvió con fuerza a los entrenamientos y recuperó rápidamente su mejor condición física. Ganó la carrera batiendo su propio record y le sacó más de cuatro minutos de diferencia al segundo puesto.
    A los Juegos de Roma de 1960 llegó sin figurar en los pronósticos. Era un desconocido, sin experiencia en competencias olímpicas. Salía de la tierra de los negros esclavos, de un país que en 1935 había sido invadido por la insanía mussoliniana.
    Apocado ante el vértigo de los Juegos y de la ciudad, Bikila conservó su silencio de pastor, su negra raíz de viento, y al momento de la largada buscó la fuerza veloz en el dolor de sus antepasados. Quizás lo instó la historia y sintió vergüenza cuando cruzó frente al Obelisco de Aksum, el monumento que las tropas fascistas habían usurpado a Etiopía e instalado en Roma como trofeo de guerra.
    Abebe llevaba algo del hidalgo de la Mancha en la magra figura negra, en el filo del rostro que abría el viento en la carrera. Llegó a los Juegos con los zapatos rotos y rechazó los nuevos. Corrió descalzo los 42 kilómetros. Descalzo por las calles del conquistador, descalzo frente a los palacios de los Césares lascivos que levantaron la “civilización” con la espada y la sangre vencida. Corrió por las calles de las literas de oro, por la ciudad de los efebos y las intrigas. Cruzó los puentes tendidos a fuerza de músculos esclavos y ruedas de tormentos. Fue un centauro negro con alas negras en los pies desnudos. Venía de la montaña, del barro, de las ovejas. Sin zapatos, dejó atrás a los atletas calzados en las mejores tiendas de artículos deportivos, dejó la aguja del cronómetro clavada como una bandera en 2 horas, 15 minutos, 16 segundos.
    En 1984 recibió en forma póstuma la Orden Olímpica.

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    Liliana Castro Automóviles