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Ofelia Piegas, una voz eterna del artiguismo

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Ofelia Piegas fue mucho más que una profesora de historia: fue una investigadora apasionada y una de las más lúcidas intérpretes del ideario artiguista en Uruguay. Con una mirada aguda, crítica y profundamente humana, dedicó su vida al estudio de José Gervasio Artigas y a difundir un pensamiento federal, revolucionario y profundamente comprometido con la justicia social. A poco más de un año de su fallecimiento, y en el marco de un nuevo aniversario del natalicio del Prócer, compartimos algunos de los fragmentos más valiosos las entrevistas que le realicé, en las que desmenuza la figura del jefe de los orientales con profundidad y sensibilidad únicas.

Un hombre de facetas múltiples

Uno de los aspectos que más le interesaba destacar a Ofelia era la complejidad humana de Artigas. Lejos de la imagen monolítica y congelada del bronce, recordaba que apenas estuvo nueve años en la política activa, pero que su vida anterior —y posterior— estuvo marcada por experiencias intensas que lo formaron como líder. “Con 14 o 15 años se fue de la casa y se conchabó con un señor conocido como ‘El Chatre’, del que no se sabe mucho, pero que fue clave en sus primeros años”, contaba.

También hablaba con énfasis de Isabel Velázquez, “la mujer que más amó”, con quien tuvo varios hijos y una relación que se extendió por más de 15 años, a pesar de las enormes distancias físicas y los múltiples viajes del futuro caudillo.

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El contrabandista que se volvió defensor del orden

Artigas tuvo un pasado de vaquero y contrabandista antes de incorporarse al Cuerpo de Blandengues, una fuerza policial colonial creada por el virrey para controlar el desorden en la campaña. Su conocimiento del terreno lo hizo ideal para este rol. Ofelia destacaba con ironía y admiración cómo los “bandidos” de entonces fueron quienes pusieron orden: “Eran la gente idónea, porque conocían cada paso, cada monte”.

A los 30 años, recibió un extenso territorio al norte del Río Negro, aunque nunca lo trabajó: su objetivo era formar comunidades indígenas protegidas de la persecución española. Este gesto —para Ofelia— ya dejaba entrever su visión integradora y adelantada.

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La revolución que no fue y la que sí fue

Piegas ponía en cuestión la idea de que el proceso iniciado en 1810 fuera una revolución en sentido estricto. Según ella, el sistema de Juntas surgió como una forma legal de resistir la ocupación napoleónica en España. “Esto no fue una revolución, fue un proceso legal”, afirmaba, remarcando que la verdadera revolución ocurrió con Artigas y sus decisiones posteriores.

La Batalla de Las Piedras, en ese marco, significó el único triunfo militar relevante del proceso y fue liderada por Artigas con gran estrategia e hidalguía. Ofelia reconstruía con detalle cómo evitó una masacre luego de la victoria, ordenando clemencia para los vencidos. Fue el estratega, pero también el hombre justo en medio de la euforia.

El precio del armisticio y la enseñanza de la soberanía

Uno de los momentos más dolorosos —y fundacionales— para Artigas y los orientales fue el armisticio firmado por Buenos Aires con Montevideo y los portugueses, que dejó a la Banda Oriental expuesta. A raíz de esta traición, Artigas propuso una decisión radical: el éxodo. “La Redota”, como se la conoce, no fue solo una retirada, sino una experiencia política y cultural sin precedentes, donde el pueblo comenzó a tomar decisiones y a reconocerse como tal.

La profesora recordaba con énfasis el padrón que se realizó durante la marcha, una suerte de censo que permitía identificar a quienes formaban parte de esa gesta. “Es una radiografía del pueblo oriental, donde aparecen los guaraníes, los mestizos, los pobres, los que buscaban algo más que un cambio de autoridades”.

Las Instrucciones del Año XIII: la independencia verdadera

Para Ofelia, el punto más alto del ideario artiguista fueron las Instrucciones del Año XIII, que definieron con claridad una independencia absoluta de toda dominación externa y propusieron una república confederada, descentralizada y socialmente justa. “Artigas fue el único que hizo una verdadera revolución. Ni Bolívar ni nadie lo superó. Él miró a Estados Unidos pero creó algo nuevo, original”, afirmaba con convicción.

Destacaba también la coherencia de sus ideas, su enfrentamiento con Buenos Aires, que buscaba sustituir el colonialismo español por un centralismo porteño, y su negativa a claudicar. Para ella, el artiguismo era la expresión más radical y profunda de una voluntad popular de soberanía.

La orientalidad nació en el dolor

Ofelia concluía sus reflexiones con una idea poderosa: que la orientalidad nació en la adversidad, en la solidaridad forjada en la pobreza, en el fuego compartido durante el éxodo. “Fue alrededor del fogón, entre la charla y el churrasco, que nació ese sentimiento. Y desde entonces los orientales somos distintos de los demás”.

Esa visión de pueblo —más que de caudillo— fue el legado que más reivindicaba. La orientalidad como construcción colectiva, como identidad forjada desde abajo. Una identidad que no nació con la independencia formal, sino con la experiencia compartida del despojo, la esperanza y la dignidad.

“…La orientalidad nació en realidad en la dificultad, en los problemas, en la solidaridad que crea muchas veces la pobreza en todos los aspectos. Eso es lo que se remarca más, porque esa orientalidad va a ir fortaleciendo otro gran principio que es el de nacionalidad. Y entonces los orientales, aún cuando formaran una provincia más, ya eran nación antes que los acontecimientos no muy ortodoxos, por cierto, nos da la independencia de la República Oriental del Uruguay. Los orientales antes de la República y de nada, éramos orientales”.

Una voz que nos seguirá enseñando

Hoy que celebramos un nuevo aniversario del natalicio de Artigas, evocamos también a quien fue una de sus más comprometidas defensoras. Ofelia Piegas nos enseñó a mirar más allá del bronce y a reconocer la humanidad, la lucidez política y la justicia social del jefe de los orientales.

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