Barbieri & Leggire fue un comercio de ramos generales con una rica historia en el departamento, ubicado en el corazón de la zona Este de la ciudad, hizo que esta mantuviera un movimiento excepcional. Alimentos, vestimenta, ferretería, bazar, supermercado y estación de servicio fueron unos de los tantos ramos existentes en la firma Barbieri &Leggire. Hoy un grupo de trabajadores recuerdan el esplendor del comercio , esplendor que también vivieron El Triunfo, ubicado en calle Uruguay donde hoy funciona Divino, La Moderna ubicada en la arteria principal a la altura del 800, Casa Solari, ubicada en el actual Ta Ta centro, Casa Roche en Uruguay junto a la entrada del Mercado 18 de Julio. La Favorita, Casa Soler, Los Pirineos, Prinsatex y tantas otras tiendas que recuerdan a un comercio de grandes dimensiones donde los géneros y lanas eran de calidad uruguaya con lo que ello significaba.
Jorge Cabral Vinci nos da un paseo del Salto de nuestros padres y abuelos a través de sus recuerdos
Para este informe requerimos la palabra del Prof. Jorge Cabral Vinci, quien abrió las puertas de sus recuerdos de la infancia y de juventud, los que mantienen guardados en su corazón y que debimos resumir para este informe.
“Tengo recuerdos hermosos de lo que era el comercio en Salto –comenzó diciendo-, en la época en que yo era muy jovencito. Por ejemplo, lo que hoy es TATA (centro), antiguamente era una tienda de un nivel espectacular, Casa Solari. Ahí había un movimiento continuo y una cantidad enorme de empleados”.
“También estaba Barbieri & Leggire que era una potencia enorme en la Zona Este, la estación de servicio, ferretería, almacén, taller mecánico y toda una cantidad de cosas afines que tenía, con un movimiento enorme que hacía vivir la Zona Este”.
“Viniéndonos para el centro, toda esa cuadra donde está hoy el BPS, era el Banco de Crédito, al lado estaba el comercio de los hermanos Casaniga, que tenían el monopolio de la venta de cigarrillos en Salto. Seguía Satalín Molins, que eran sanitarios, toda una empresa importante, posteriormente estuvo Salón Carlitos que se trasladó después a donde está ahora el Banco Santander, era un comercio de regalería, impresos, de todo un poco como en botica, como se dice”.
“Enfrente, haciendo cruz, estaba La Favorita, que es hoy donde está el BBVA, que tenía dos pisos y con ascensor, que luego el nuevo propietario que fue Moisés Ganón se lo donó al escribano Malaquina y es hoy una de las tantas cosas del Salto antiguo que forma parte del museo de Minutti”.
“El Banco Comercial, con su fisonomía particular del edificio era también de aquella época. Y corriéndose para atrás estaba la Tienda El Triunfo, que era muy grande. Luego estaba la Confitería Oriental, con salón de baile arriba y abajo, las mejores masas de Salto se hacían ahí. Enfrente estaba la Ferretería Solaro, pegado al Hotel Los Cedros, una ferretería más que centenaria. Donde
está el Hotel Los Cedros había una casa de d
eportes, La Oriental, de Prieto y Sagarías. Manzanares estaba un poco más para atrás pegado a lo que hoy es el BPS. Al lado, estaba dividido en dos salones, que arriba tenía dos apartamentos muy antiguos, donde funcionó en una época Radio Cultural en su primera época, ahí yo era un niño, y al lado estaba la gente de Specialli, que vendía todo lo relacionado a la parte de electricidad y demás”.
“Casa Soler estaba donde primeramente estaba la Zapatería Castaño, en Uruguay y Larrañaga, donde trabajó mi madre. Más tarde estuvo en esa esquina Cedro House, Motociclo y ahora hay una tienda de ropa. Enfrente, en la casa antigua de dos pisos, estaba el Bazar Lluberas, que siempre hacía ofertas de 20 centésimos. Un poco más para arriba, ya cruzando Larrañaga, estaba la Tienda Alaska, donde hoy está la Nueva Alaska. Al lado, estaba Los Pirineos. Enfrente estaba Joyería Costa, y más allá, donde ahora está un supermercado, estaba una casa, Tabano, que era el representante en Salto de todo lo que eran las primeras heladeras, que era toda una novedad en aquellos años, luego el mismo dueño fue el concesionario de Land Rover”.
“Al lado estaba el Banco Mercantil y después estaba Royce Joyas, que está todavía. Enfrente estaba La Moderna, que era enorme también. Después había un salón de un señor Zucchi que vendía frankfruters, al lado del Cine Ariel. Al lado del cine estaba la librería Pinocho, de los hermanos Franzoni. En la esquina, en el edificio que se construyó, abajo funcionó París-Londres, que era una tienda de alto nivel cuyos dueños eran de Paysandú, era un comercio que llamaba mucho la atención porque si uno pedía un crédito, te daban un dinero que hacían ellos, para que lo gastaras ahí adentro”.
“En la otra cuadra, estaba la Sedería Ganón, donde está la pizzería, donde podían encontrarse las telas más sofisticadas de aquellos tiempos. Después había una revistería de la señora de Ganón. Después estaba la tienda de Regueira, que fue árbitro de fútbol. Después siempre estuvo un comercio que era de Alegre, donde entrabas y encontrabas lo que comúnmente se llamaba la tienda de turco, porque había lo que quisieras”.
“En la Banca de Quinielas estaba la Confitería 18 de Julio, de la que con muchos amigos guardamos gratos recuerdos porque cuando salíamos del Liceo Osimani, que era el único que había, la barra iba para ahí a o al Sorocabana, donde está hoy La Trouville, que luego estuvieron Los Pingüinos”.
“Más allá estaba la peluquería para damas del señor Fontes. Donde ahora hay una casa de electricidad, estaba la primera Agencia ONDA, donde paraban los ómnibus y había un movimiento enorme en esa zona. Enfrente estaba Andión y Meloni, que era una casa de electricidad. En la esquina, lo que hoy es Santino, estaba la Farmacia Central. Enfrente, donde ahora pusieron una tienda, estaba Moisés Subí con su bicicletería. Al lado estaba un señor Barrera, que era sanitario. Enfrente estaba García Hermanos, todo de electricidad también. Donde ahora está Blue Glass, estaba el Bazar Peñalba, luego fue Casa Roche”.
“Enseguida, era toda una zona de un taller de los señores Merazzi, que eran los mismos dueños del galpón que estaba por dentro del Mercado 18 de Julio, en la rotonda que tiene adentro, donde hoy está Selse por calle Rincón. Luego de una casa de familia, estaba la empresa PLUNA, enfrente había una relojería de un señor que le decían el judío pero que en realidad era austríaco, donde vivió el último cónsul brasilero en Salto”.
La charla con Cabral siguió unos minutos más, donde demostró tener una memoria prodigiosa y unos gratos recuerdos de aquel Salto de nuestros padres y abuelos.
Santiago Ribero, empleado por 20 años y pilar fundamental para la empresa cuando se introdujo la computación
Para este informe, EL PUEBLO dialogó también con Santiago Ribero, quien se desempeñó en la empresa durante 20 años, entre 1976 y 1996. Su trabajo es muy representativo además en la historia de este emblemático comercio salteño, pues fue quien manejó lo relacionado a la computación cuando estas herramientas tecnológicas irrumpieron allí.
“TODO ERA MANUAL”
“Mi primer trabajo fue controlar cálculos de las facturas, hechas a mano en aquel momento, de la sección ferretería y pasaje a las fichas de stock de las mismas, en aquel tiempo todo era manual, por cada artículo vendido se escribía en la boleta su código, descripción y precio, el cual tenía una ficha donde se descargaba la fecha y cantidad vendida para descontar el stock. Imagínese terribles ficheros, sólo de ferretería había 3, enormes, de más de 1.000 fichas cada uno. En la oficina había más de 40 empleados, y se trabajaba muchísimas horas, todo era a mano, había entre 30 y 40 mil movimientos contables que se pasaban a fichas de cuentas corrientes, y también créditos amortizables, todo en máquinas mecánicas y cada cual con su ficha, imagine el movimiento y trabajo de la oficina ”, comenzó narrando Santiago.
“UN TRATO CASI PATERNAL” HACIA LOS EMPLEADOS
“Me gustaría rescatar de esto, ahora que ha pasado el tiempo y pensando un poco en lo que significó la empresa para nosotros los empleados –prosiguió Ribero-: la actitud de los mayores que trabajaban en la empresa, en mi caso en la oficina, de la forma que nos incluían, enseñaban, con un trato casi paternal, quizás viendo la gran necesidad de trabajar y lo ávidos que estábamos de aprender. Quisiera recordar algunos de los nombres de estas fantásticas personas: Ciro Gallo, José Grosso, Gaucho Mari, María Nélida Filgueira, Russo, Quique Caligari, Walter Cunha, Guimaraens, y alguno que ahora no recuerdo. Todas estas personas en algún momento tenían a alguien aprendiendo”.
LA INTRODUCCIÓN DE LA COMPUTADORA
Sobre este punto agregó el entrevistado: “Todo cambió cuando en 1980 aproximadamente se introdujo una computadora, así como tal, no existían los micros en aquel tiempo. Era una computadora, viéndola desde el adelanto de hoy, algo increíble, eran los primeros pasos en computadoras con almacenamiento en cintas y disco, tenía 6 K de memoria. Sí,, no es un error, tenía 6 k bit de memoria , imagínese las mini cintas, unos 360 k bit y los discos 1 mega, sin error, un mega bit , claro está que no existían los gráficos ni nada de eso . Fue un gran cambio para la empresa y sus procesos contables, por ejemplo los estados de cuentas que se terminaban de elaborar a mano muy cercano a los días 15 del mes, con la computadora pudimos hacerlos para el primer día hábil del mes”.
“FUE LA UNIVERSIDAD PARA LOS QUE NO PUDIMOS IR A MONTEVIDEO”
“También quisiera destacar que Barbieri y Leggire fue la universidad para los que no pudimos ir a Montevideo a hacer alguna carrera. En lo personal, lo que aprendí en la empresa fue lo que me dio todo lo que hoy sé y de lo que he vivido hasta mi jubilación. Si demostrabas interés te formaban en el rubro que estabas trabajando, en el mío, rubro programación, pagándome la empresa todos los cursos para la formación”. Además, Ribero quiso “resaltar la parte social que tenía la empresa”. Y explicó: “Viendo ahora que pasaron los años algunas de las recomendaciones de parte de la gerencia, en este caso y por mencionar una: cuando en un momento quedé con el control de las cuentas corrientes de los empleados, era que ante un problema de dinero o de comprar alguna cosa planteado por un empleado había que darle una solución, eso tiene un gran valor quizás en aquel momento lo veía como algo natural , pero al egresar de la empresa y ver otras realidades pude acreditar la increíble bondad que significó para los empleados y para mí recibir también ese trato. La empresa en momentos tenía más de 500 empleados abocados a atender los distintos sectores y la distribución de todos sus artículos en el norte del Río Negro. Esto llevó a un crecimiento desmedido en locales y depósitos, que escuchando a los entendidos con los que charlábamos ya sea en capacitaciones o consultas, nos decían que era algo totalmente atípico y por lo tanto extremadamente difícil de controlar o de hacer previsiones, no estoy muy seguro pero era una de las pocas, sino la única en su estilo en Uruguay”.
“UNA EXPERIENCIA ÚNICA Y MUY ENRIQUECEDORA”
“Creo coincidir con mis excompañeros que haber trabajado allí fue una experiencia única y muy enriquecedora, de manera que debo un reconocimiento y agradecimiento a mis mayores de Barbieri y Leggire por la formación recibida”, dijo Ribero, y agregó finalmente: “fue importante para los estudiantes de UTU la admisión de pasantías en la empresa, donde a un grupo por año se les enseñaba pasando por distintas secciones de la empresa, más que enseñar se les mostraba las distintas realidades donde aplicaban sus conocimientos, yo tenía a cargo también esa tarea y recuerdo lo grato que era poder mostrarles, de acuerdo a las inquietudes de los alumnos que nos tocaban, todos los procesos y cómo medir resultados, etc., etc.”.
Luis Alberto Genta: “lo que era la empresa y haber sido partícipe de ese lugar es la mayor anécdota”
Luis Alberto Genta es otro de los ex funcionarios de Barbieri y Leggire cuya vida ha sido marcada indeleblemente por ese trabajo. Empezó a desempeñarse allí siendo aún adolescente y recorrió varios sectores dentro de la empresa. Las siguientes apreciaciones y comentarios compartió con EL PUEBLO:
UNA DE LAS EMPRESAS MÁS COMPLETAS DEL PAÍS
“Para mí lo más anecdótico es la empresa misma, lo que era la empresa en sí, porque eran unos adelantados los dueños. Llegó a ser una de las empresas más completas del país. O sea, tenías la parte de tienda, mercería, perfumería, lencería, ropa de dama, vestimenta de caballeros, vestimenta para campaña o sea botas, recados, después tenías veterinaria, los almacenes, bazar, ferretería, barraca, también contaba con la parte de repuesto automotriz, venta de autos y de motos…Me acuerdo cuando recién surgieron las honditas 50 y cuando recién entraron los autos Fiat. Además, la flota de camiones que iban a campaña. Justamente en estos días me encontré con un excamionero de aquella época y contamos por lo menos que serían unos 8 camiones con zorra que iban afuera, tocaban varios puntos del país, Tacuarembó, Rivera, San Javier, Nuevo Berlín…Iban a los confines de Salto, Tranqueras por ejemplo, pero también Constitución, Lavalleja, San Antonio, Valentín. También estaba la flota chica de camiones y camionetas que recorrían la ciudad, tanto para los comercios como para particulares, la gente hacía el pedido y una camioneta se lo entregaba en la casa. En aquellos tiempos no sé si pensarían en el marketing como se maneja hoy; hoy se hace marketing hasta para ver si podés instalarte en la esquina a vender chorizos, para ver si vas a tener gente…”.
UNA EMPRESA Y UNA ZONA IMPRESIONANTE
“Era una empresa grande que fue impresionante, la Zona Este toda era impresionante.
Es como que existió un Salto que no conocimos nosotros, si ves la geografía de galpones y graneros donde está el shopping ahora, es increíble, ahí iban muchos camiones con granos y otras cosas. Justamente recordaba con este camionero que al menos yo, que era un niño prácticamente que trabajaba allí, alcancé a ver las últimas barcazas que venían al puerto de Salto trayendo sal y papas.
Traían todo a granel, la papa, la sal, cargaban con tractores que se metían adentro del barco para cargar los camiones que estaban afuera”.
UNA ESCUELA COMO EMPRESA
“Fue una escuela para nosotros y una escuela como empresa. Yo he trabajado en otras empresas, pero sinceramente nunca vi el orden que tenía esa empresa, o sea, los empleados íbamos ascendiendo por la forma que íbamos aprendiendo. Yo entré como limpiador, repartidor, después estuve en el empaque, después dando una mano en la venta en tienda, en el bazar, después estuve en el empaque de ferretería, después como vendedor encargado en el bazar, después pasé a la ferretería y barraca, era todo una formación aquello…”.
EL RESPETO DE LOS PATRONES
Otro aspecto que destacó Genta es “el respeto que había de los patrones hacia los mandos medios, el patrón al empleado nunca lo iba a observar, si había algo que decir lo llamaba al encargado y le decía: mirá que fulano no está cumpliendo con la función, o reprendelo por tal cosa, o fíjate qué podés hacer. Pero jamás vi un choque de empleados con patrones, porque los veíamos muy poco, ellos se manejaban con los mandos medios.
Después por supuesto que quedaron anécdotas de funcionamiento, pero eso ya es más delicado, porque podés tocar la susceptibilidad de compañeros.
Pero para mí, lo que era la empresa y haber sido partícipe de ese lugar es la mayor anécdota”.
Juan “Tito” González:
“la verdad que Barbieri y Leggire fue una escuela en mi vida”
Juan González, conocido popularmente como “Tito”, trabajó en Barbieri y Leggire siendo apenas un adolescente. Fue entre los años 1980 y 1983. Después, fue comerciante independiente, encontrándose actualmente al frente de un completo comercio de la Zona Este de nuestra ciudad.
-Háblenos de sus comienzos en la empresa…
Entré muy joven, con 15 años. Estaba en la parte de administración, donde el gerente, encargado, o jefe de personal era Ciro Gallo, a quien recuerdo ante todo como un gran maestro y un gran líder, más allá de muchas historias que quedaron de él… Como anécdota puedo decir además que era muy olvidadizo, cuando salía nunca se acordaba dónde había dejado el auto. Para mí, que era prácticamente un niño, fue como tocar el cielo con las manos entrar con 15 años a trabajar en una empresa tan grande e importante, con esas dimensiones y con trascendencia nacional.
-¿Qué tareas cumplía?
Mi tarea era principalmente hacer todo lo que fuese trámites en las oficinas públicas, como la Intendencia, Aduana, Banco de Seguros, otros bancos, Juzgados. Como Barbieri y Leggire era importador y además vendía para gran parte del país, no solamente en Salto, necesitaba permanentemente por ejemplo guías terrestres para las salidas de mercadería. Por eso a veces nos pasábamos largos ratos en la Aduana. Pero es importante destacar que sólo con trabajar en Barbieri y Leggire entrábamos en cualquier oficina pública y nos trataban como unos señores siendo unos chiquilines, y eso se debía a todo lo que movía Barbieri y Leggire. Fíjese que en la Intendencia era como uno más de ahí, estábamos todos los días, por dar un ejemplo empadronábamos vehículos todos los días.
-Cuéntenos algunos otros recuerdos de ese ambiente…
Me acuerdo que en el escritorio seríamos 30 personas, por lo menos. Recuerdo a Castellini, Sosa, Castillo, Caligari, Pacheco… Y el domingo pasado pude juntarme con algunos de esos compañeros. La verdad que Barbieri y Leggire fue una escuela en mi vida, estar rodeado de tantos maestros, como Andión, Roca, Eduardo Pereira o el “Coco” Fagúndez que estaba en la caja, entre otros. Era un montón de personas que tenían la camiseta puesta de Barbieri y Leggire. Al recordar puedo nombrar también a Villanueva en el depósito 1, Carlos Rocha en la parte de Pilsen, Gaudín en la parte de barraca, Balori en la parte de veterinaria, Tognascioli en repuestos, Juancito Keuerk que era el encargado en la parte de almacenes… Todas personas que defendían a muerte la empresa.
-Seguramente habrá muchas, pero ¿alguna anécdota en especial?
Que todas las mañanas iba a llevarle el café y el diario a Don Victorio Barbieri, que tenía más de 80 años y vivía solo en su casa, esa casa grande que está en la esquina de Raffo, la diagonal Centenario y avenida Batlle, en la ochava.
-Cuando dice que fue una escuela para usted, ¿se refiere a que después aplicó en sus comercios lo que aprendió allí?
Sí; pero para mí fue muy importante también después que salí de la empresa, y son recuerdos que me quedan hasta hoy, porque en mis comienzos como comerciante, con 22 años empecé mis actividades comerciales, y Roca me ayudó a armar mi negocio, facilitándome una cuenta corriente, entonces yo compraba todo allí, Ciro Gallo también me presentó en el Banco República para la cuenta corriente. Entonces yo tengo una doble satisfacción; por un lado, la de haber pertenecido a esa empresa que fue Barbieri y Leggire; y después, por otro lado, el hecho de haberme ayudado la misma empresa a iniciarme como comerciante.
Se conformó el grupo “Sobrevivientes de B y L”
Todo comenzó cuando después de varios años se encontraron el “Flaco” y el “Tito”. Se dieron un abrazo y comenzaron a conversar dejando que a través de las palabras fluyeran los recuerdos. Se conocían de Barbieri y Leggire, donde habían sido compañeros allá por los años 80. El “Flaco” es Eduardo Sosa y el “Tito” es Juan González. Pero la charla derivó también en que los dos coincidieron en qué bueno sería juntarse, reencontrarse todos aquellos compañeros de la empresa. Entonces empezaron por crear algo tan de moda como un grupo de whatsapp, fueron cuatro o cinco al comienzo, pero ya bastó para incluso darle un nombre: “Sobrevivientes de B y L”.
Poco a poco, “otros ex trabajadores se fueron noticiando y se fueron sumando, Luis Genta, Santiago Ribero y varios más, hasta que el domingo pasado (17 de noviembre) logramos hacer un encuentro en el club Ferrocarril –comentó González a EL PUEBLO-, que fue muy emocionante, el reencontrarse con tantos compañeros, además de recibir llamadas de compañeros que ahora están en otros países, o de Villanueva, alguien que ya tiene más de 80 años y nos llamó emocionado. La verdad nos sentimos orgullosos de haber pertenecido a esa empresa y muy emocionados. Éramos alrededor de 70 personas y esperemos que esto haya sido sólo el comienzo”. Justamente, en cuanto a cómo y con qué objetivos podría seguir trabajando este grupo humano, fue consultado también Luis Genta, quien expresó que “con más tiempo y si el grupo logra asentarse bien, hasta podría pensarse en crear una fundación, como ha pasado en otros casos, siempre con la idea no solamente de beneficiarnos nosotros, sino de poder ayudar y contribuir con otros sectores de la sociedad”. A modo de ejemplo, dijo que “podríamos pensar en hacer un planteo a AJUPENSAL para asociarnos, entonces por un lado nosotros tendríamos los beneficios de un socio y ellos recibirían un número importante de nuevos socios”.
