Desde luego que nos merece el más profundo rechazo lo que hoy se denomina “bulling” y en nuestros días no era otra cosa que “agarrar a alguien de candidato”, vale decir unirse para ensañarse contra él, y sea por un defecto físico o cualquier otro motivo.
Viéndolo hoy a la distancia comprendemos lo injusto e inhumano que resulta y no nos convence el argumento de que siempre existió, porque no deja de ser inhumano e injusto hoy, tanto como lo fue ayer.
Dicho sea de paso, no hay “bulling”, si no es en grupo, vale decir si no son varios los que se unen para acosar, y en esto los padres tienen un rol esencial, más allá de buscar responsabilidades y de querer proteger a su niño “porque el mío no es”, debe de condenarse sin contemplación alguna estas manifestaciones.
Las consecuencias de estas persecuciones suelen ser nefastas, más allá de lo eventual o circunstancial, suelen manifestarse durante toda la vida y en algunas ocasiones hasta pueden terminar en hechos lamentables, que nadie buscó o nadie quiere incluso.
El Bulling es para nosotros una gran muestra de cobardía, no tanto de los niños que lo llevan a la práctica, sino de sus mayores y responsables que prefieren mirar para otro lado, negarlo en lugar de enfrentarlo y condenarlo como corresponde.
Cuando esto afirmamos no nos referimos sólo a los padres, sino esencialmente a los responsables de centros de estudios y otras instituciones que prefieran negarlo, mirar para otro lado o culpar a la víctima, en lugar de preocuparse por erradicar toda posibilidad de estos hechos.
Debe saberse que esta es una forma de cobijarlo e incluso de fomentarlo, porque cuando esto “no se ve”, los acosadores entienden que no están haciendo nada malo.
Casos de “bullings” hemos visto en muchos lugares, en especial en las escuelas privadas y de allí que seamos acérrimos defensores de la escuela pública, laica, igualitaria.
No hay argumento alguno que pueda justificar esta práctica, propia de una sociedad discriminatoria, que trata de hallar algo diferente en los demás para condenarlo al vilipendio y el escarnio público.
Si pretendemos una sociedad más justa, pacífica y respetuosa de todos los ciudadanos, debemos asumir nuestras responsabilidades. Depende de todos. Dejemos de mirar hacia otro lado porque las diferencias desaparecen cuando todos somos capaces de tratarnos como iguales.
A.R.D.
No sólo injusto e irrespetuoso, sino tremendamente doloroso
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