Del total de 72 árbitros potencialmente habilitados para controlar partidos en la Liga Salteña de Fútbol, 46 fueron los que se registraron. El lunes a la noche en el Consejo Superior, detonó la problemática, porque es cosa cierta que a veces el número resulta insuficiente.
Los partidos del Consejo Único Juvenil en los sábados, más OFI apelando a ternas de nuestro medio, ahonda la complejidad.
El hecho real es uno: jueces que no se inscribieron como consecuencia de haber asumido ellos, una posición que se explica a partir de la falta de expectativa, tanto en el terreno laboral como económico. Por lo menos, a esos factores lo fueron exponiendo y los delegados se escudan en esa presunción: por eso no se inscribieron en ninguna asociación de jueces.
Los sostenimientos argumentales no faltaron, pero sobre todo los dos para tener tener en cuenta: la superposición de los campeonatos en la divisional que fuese.
LA NO PREVENCIÓN
Hay que tener en cuenta que despuntó la «A», se prolonga la Divisional B y se viene en agosto el fútbol de la «C».
A partir de la situación que se crea, desde la dirigencia la búsqueda de soluciones, pero también el principio de la autocrítica, «porque ahora hablamos pero antes no prevenimos». Un delegado en tanto, sentenció sin más vuelta, «porque no podemos volver a ser como los bomberos y llegar siempre tarde. Cuando se plantea una realidad comprometida, entonces reaccionamos. Y reaccionar tardíamente, ¿desde cuándo posibilita una solución de fondo?»
Van a la Escuela de Jueces pero no tienen la vocación
No deja de ser extraño o hasta insólito lo que ha sucedido a nivel de la Liga Salteña de Fútbol: el no registro de árbitros para engrosar la nómina, después de haber aprobado el ciclo. Disponen de una herramienta para ser parte del fútbol y sin embargo no canalizan esa posibilidad.
La explicación surgió en más de una dirección: no es lo que algunos supusieron en materia de continuidad y cantidad de partidos a favor, para que la recompensa económica contemple el fin.
Algunos de ellos, «frente a tan amplio número de pretendientes, no les quedaba menos que pensar que las posibilidades económicas se limitarían».
Un aspecto más para tener en cuenta es que «van a la escuela, desarrollan todo el ciclo, hasta que se dan cuenta que no tienen vocación por el arbitraje o que lo pretenden tomar como un canal de ingreso económico y nada más que eso. Sí el año que viene se quiere epetir la Escuela de Jueces, hay que apuntar a una posición: quien pretenda ser parte de la misma, no tendrá menos que pagar. No estamos obligando a nadie, pero sí tener en claro que quien desarrolle el ciclo, tenga determinado compromiso de inscribirse después. Caso contrario, ¿qué sentido tendría la Escuela de Jueces?»
Ni la espalda ancha ni la personalidad suficiente
A esta anécdota hay que tenerla en cuenta, porque sucedió un tiempo atrás, cuando en determinado partido «se había designado una terna. Unos minutos antes, el clima era tenso y quien fue designado confesó que no estaba en condiciones de arbitrar por el clima que se había creado. Resulta que los dos asistentes apuntaron en la misma dirección: no ser juez central de un partido que se podía complicar. O sea: ninguno de los tres tenía la espalda ancha ni la personalidad suficiente».
Este es un aspecto que igualmente se manejó en el Consejo Superior: frente a algunos entornos que el fútbol genera, no para todos se plantea la posibilidad de arbitrar cuando la duda de respuesta surge desde el propio árbitro.
A su vez, otra alternativa fue manejada: que en el futuro los jueces vayan obteniendo, determinadas puntuaciones al cabo de cada juego, para dejar en claro cuales son los más aptos y donde se asienta la credibilidad. Años atrás se manejó la opción de categorizar los jueces. Una idea que murió antes de nacer.
