No voy a fingir olvido. Tal vez publicar esto hoy diga más que el texto que pondré debajo.
Ayer, martes 23 de septiembre, fue el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Esperé un titular, una noticia, una entrevista, una investigación o, simplemente, un lacito conmemorativo en algún medio de comunicación que, al menos, visibilizara estos cientos de historias de mujeres profundamente estigmatizadas y condenadas a un eterno olvido. Como si su desaparición se resolviera por obra divina.
Cómo nos cuesta, como sociedad, mirar, hablar, cuestionar y perseguir causas que, aún en estas épocas, nos muestran de frente una estructura machista que nos sigue atravesando.
Una historia:
Me encuentro demasiado lejos de casa. He tenido tantos nombres que apenas recuerdo el que eligieron mis padres. Hasta mis 19 años solo era Carla.
En un barrio de calles olvidadas, en la capital de la República, el verano se iba despidiendo y mi cuerpo empezaba a necesitar más comida, más abrigo. Encontré, en la esquina a veinte cuadras de mi casa, mi primer trabajo. Pasaron los años y pude ponerle un nombre: trabajadora sexual. Eso me dio un poco más de resguardo, aunque ya tenía experiencia. Experiencia aprendida por conductas inoportunas, violentas e innecesarias de varones que, por unos billetes, creían tener dominio total de mi persona.
Hoy no puedo contar cuántos años pasaron de aquel comienzo. Recuerdo que un mediodía estaba caminando, sin más urgencia que comprar las cosas necesarias para la semana, hasta que un auto se detuvo frente a mí. Mi cuerpo se paralizó y desperté en otro lado, en otro país, con otro nombre, viviendo lo más parecido a un infierno que se puede experimentar en la tierra.
No sé cómo terminará esta historia, mi historia. Tal vez mi cuerpo un día deje de ser productivo. Tal vez, algún día, alguien me recuerde. Solo quiero decir que yo no elegí esta vida.
Con esta columna, quiero invitarme e invitarte a que nos enfrentemos a los datos y a los relatos duros de estas historias que si, aún pasan, aunque no nos comprometamos a mirarlas nuestra indiferencia, nuestro olvido, silencian voces y alimentan la desaparición de personas y la explotación de mujeres…
Espero también el empleo de mis palabras, haya sido el correcto en un tema igual de sensible, que delicado.





