Seamos sinceros, cuando leyeron el título de mi columna del jueves pasado más de uno se fue al humo. Al poner “días bochornosos” en momentos que los políticos discuten un fideicomiso, creyeron que se trataría de otra cosa.
Y en verdad se trataba de una anécdota personal que me dejó como enseñanza la ampliación de mi vocabulario tras una discusión que perdí con mi padre. Dicen que cuando duele, se aprende, y la verdad que en aquella discusión mi ego quedó hecho papilla. Pasaron más de treinta y años y sigo sin olvidarlo.
Lo cierto es que percibí en mis redes sociales una cantidad enorme y fuera de lo normal en la lectura, deditos para arriba y comentarios realizados sobre esa anécdota. Sin ir más lejos, anoche, en la despedida del año que realizó canal 4, un compañero se me acercó, “¡bochornoso!”, me dijo, “tenés que escribir más de esas historias, son lindas de leer”, “no es tan fácil, deben haber, pero de otro estilo”, le respondí, enseguida me tiró una palabra y la historia de un velorio que podía ser la continuación con otra anécdota. Le dije, “esa palabra tiene otro significado, se estudia en Derecho Penal, la diferencia entre el dolo y la culpa”, “pero esta palabra nada tiene que ver con eso, es sobre un velorio”. Al día siguiente, hoy, comencé a investigar porque me insistió que también habían buscado en el diccionario y había pasado algo parecido a lo que pasó con mi padre. Sinceramente, no logré encontrar nada que pudiera corroborar su historia. Así que nada, hasta la semana que viene.



