Por sobre todo….¡era un hombre del deporte salteño, más allá de la disciplina que fuese!. No parece surgir otra definición más válida que esa.
O sea: disfrutaba…estando ahí.
Siendo él…uno más siempre a la hora de la nota gráfica o de la crónica. ¡Se convirtió uno más en la cancha de las resoluciones, donde la pelota inexorablemente dibuja sueños y también frustraciones!
En el caso de Miguel, se miraba los partidos de punta a punta. Los disfrutaba. No solo a cuenta de la misión periodística, también desde su propio e inalterable sentir. Eso lo distinguió…..¡y sin dudas!
Más allá del medio o de los medios que representaba, Miguel fue de extrema y generosa solidaridad con el colega que fuese. De aquí o de allá.
Sabía de esa proverbial amplitud, desterrando el acuñado vicio por las mezquindades. Con él además, otra arista: la de fervoroso discutidor.
Si tenía que afilar la crítica no andaba pidiendo permiso a nadie. Al fin de cuentas con tantos años en el deporte, cabía la legitimidad de su exposición.
Miguel Ángel Castagnaro falleció ayer.
En el domingo que pasó, se lo pudo ver en el fútbol.
En la cancha de River. En el Dickinson.
Esa vez fue la última vez.
Ese domingo se queda para siempre en la retina.
Al fútbol le faltará algo. O ese alguien.
Ya sin Miguel, el de ese chau que duele.
El de ese condolido chau…