José Antonio Maglio – Empresario
La trayectoria en nuestro medio de José Antonio, marcó un antes y un después. Supo destacarse como hombre de grandes negocios, dejándonos legados muy importantes.
Se casó con María Rosa Ancellotti y formó su hogar con sus dos hijos, Antonio y Margalet, llegando luego sus nietas y su hoy bisnieta.
Su inclinación en los negocios estuvo basada en la compra de inmuebles durante mucho tiempo, que luego reformaba para brindarlos en alquiler.
Esos frutos que él conquistó, le han dejado y nos han dejado una enorme recompensa por su dedicación y arraigo. Conservador de importantes reliquias uruguayas, como lo es por ejemplo El Gran Hotel Concordia, que data de 1850, figurando como una fonda de la época.
Anfitrión de figuras ilustres, con sus tantos reconocimientos como Patrimonio Nacional:
El Gran Hotel Concordia fue declarado Monumento Histórico Nacional el 24 de Octubre del año 2005, convirtiéndose en un referente cultural del Uruguay.
Es el Hotel más antiguo de nuestro país, que continúa en plena actividad, por la belleza de su arquitectura y por su activa presencia en el quehacer cultural de nuestro Salto.
De esta maravilla que hoy disfrutamos los salteños, gracias a Don José Antonio Maglio, hablamos con su hija Margalet Maglio Ancellotti:
¿Qué recuerdos guarda de su papá?
Acá en el hotel no estaba mucho. Tenía su escritorio en calle 33.
En épocas en que yo era pequeña, papá tenía arrendado el Hotel y lo que le interesaba en aquel entonces era que se lo mantuvieran en buenas condiciones y tener una renta.
Papá lo compró como negocio pero nunca se imaginó que yo iba a trabajarlo como lo hice, porque es una obra titánica lo que estamos realizando.
De los recuerdos que conservo es que veníamos los domingos con papá y mamá a comer en el restorán, que se comía muy bien. Eran pastas, pescado y demás.
Había siempre, además de la galleta tan rica de Salto, una fuente con berro, que no podía faltar y el refresco Urreta.
¿Cómo era su carácter?
Mi padre era un hombre de negocios, entonces no era muy demostrativo, pero era muy respetable. Porque estaba tantas horas de mañana, como por la tarde en su escritorio.
Muy jovial, alegre, pero siempre metido en sus negocios y no lo sacabas de ahí.
¿Cómo era su vida en familia?
Lo que recuerdo en épocas en que vivía mi madre es que nos reuníamos con la familia paterna y materna.
El tenía también sus amigos, pero era muy dedicado a los negocios.
Donde estábamos, en el lugar que fuera, tenía su vista puesta en el negocio. No quiere decir que no fuera afectuoso, lo era, solo que estaba inmerso en lo suyo.
Tal vez, era así, porque si lo pensamos, ¿Cómo mantenía su medio de vida?
Mi hermano y yo tiramos un poco para el lado de mamá, con respecto a la forma de ser.
Pero por todo lo que papá consiguió, estoy yo disfrutando hoy.
Estudié Licenciatura en letras. Papá quería que yo fuera escribana y mi hermano abogado, comenzamos los dos y luego abandonamos las carreras, pero él no compartía esto que yo hacía de refaccionar el hotel. Quería que yo viviera de rentas.
Porque a él le gustaba jugar al juego del banquero, ir comprando y comprando propiedades para vivir de rentas y así lo hizo, por ejemplo acá con casi toda la cuadra del hotel.
Después que él falleció, yo conocí propiedades en campaña que él tenía, que hicieron una fiesta cuando llegué, porque hacía veinte años que no iba el patrón.
Recién en los últimos tiempos aceptó que nos gustaba lo que hacíamos.
¿Cuándo adquiere su papá el hotel?
Fue entre el ´40 y el ´50 y parece una fecha premeditada por la fecha en que yo nací.
¿Cuándo es que comienza usted un poco a hacerse cargo del Hotel?
Fue en el año ´99, que comenzó el hotel a funcionar como Centro Cultural, para darles un espacio a los artistas de Salto, contamos con un teatrito abajo. En la que nos encontramos ahora realizando esta entrevista, es la sala Bella Italia, por la descendencia de italianos. Refaccionada para exposiciones y a cada rinconcito del hotel le vamos agregando algo nuevo.
Por ejemplo las salas y los patios, llevan el nombre de mis hijas y de mi nieta, los apellidos de la familia, Maglio, Mori, Ancellotti, que es el de mi madre.
Tenía yo un amigo anticuario, que me decía que mi padre no sabía qué iba a hacer con el hotel.
El número de la entrada, es la fecha de mi cumpleaños. 7/01/ ´49. Y el hotel es Uruguay (que tiene siete letras) 749.
Fallece mi padre y entonces, decidimos con mi familia, que el hotel ameritaba restaurado, por la belleza que es, porque estaba que se venía abajo.
Sin ser hoteleros, comenzamos simplemente a arreglarlo para que no decayera.
Hace de esto aproximadamente unos veinte años y hasta hoy seguimos.
Como a nosotros nos gusta las antigüedades y las cosas de arte, la puerta de la entrada al zaguán por ejemplo, estuvo durante ochenta años guardada en la casa de mi familia materna.
Era de la Joyería de mi abuelo que no conocí, que es el edificio que se encuentra aquí al lado.
La idea era poder tener las características del hotel de época, pero con mejoras actuales y sobre todo comencé por los patios que es lo que más me gusta. Son una maravilla.
Tenemos después el lugar de Carlos Gardel, de Marosa di Giorgio que también se hospedaba aquí en la habitación número cinco, donde se encuentran muchas cosas de ella.
Luego conservamos una sala del hotel, donde expositores han dejado sus obras, y logré concretar una solamente de expositores salteños. También existe otra con artistas de otros lugares que han estado aquí.
En mi casa siempre se dijo el Hotel cinco estrellas, “la locura de mamá”, me decían, pero siempre todos apoyándome.
A mi hermano, que falleció, también le gustaba y me apoyaba en todo lo que yo deseaba para seguir con el Hotel. Hoy somos mi esposo Humberto, mis hijas y nieta las que estamos en plena tarea tratando de mantenerlo vigente. Somos toda la familia en la misma y agradable tarea.
Mis hijas me dicen en broma que es mi hotel cinco estrellas, pero además de apoyarme, siento que les gusta y me respetan.
Es mi casa además. Yo arriba tengo mi escritorio y mientras tenga vida, voy a seguir refaccionándolos.
Cada vez que refaccionaba una habitación, así fuera un baño, tenía por costumbre ir a dormir en esa habitación, para asegurarme de que todo funcionara bien.
Aunque tengo una estancia turística, que es donde vivo, realmente, paso mucho tiempo acá.
Mi mamá seguramente si viviera me apoyaría, al igual que mi hermano.
¿Cómo se siente hoy llevando esta gran herencia de papá?
Me siento un poco la guardiana del hotel. Porque en esta vida no somos dueños de nada material y a mí me correspondió seguir llevándolo adelante. Ojalá que mis hijas Carla, Fabiana y mi nieta Agustina, que están en Montevideo, lo sigan haciendo.
Que sigan “apostando al futuro”.
¿Con cuántas habitaciones cuenta el Gran Hotel Concordia?
Es un número clave, son treinta y tres habitaciones.
Es un placer recibir a quien desee visitarlo, solo tenemos que respetar a la gente que esta hospedada.
Aquí lo hace mucha gente y con diferentes gustos sobre el arte. También mucha gente bohemia nos visita.
¿Qué verdad existe realmente de algunos misterios que encierra?
Siempre dice que esto es como un túnel del tiempo. Porque uno entra por una puerta y es como un laberinto.
Tiene que haber misterios, cuando a mí una véz se me ocurrió que tenía que existir una escalera para llegar a la cava y les hice apuntalar y estaba la escalera para la cava.
Siempre surgen anécdotas y visitas de gente especial que llega hasta el Hotel, y es porque le gusta.
La gente que quiere otro tipo de confort, no viene acá.
¿Sobre asombros, nunca se ha visto nada?
Creo firmemente que no. Yo me he quedado muchas dias y noches y nunca he visto nada. Donde vivo, es en Dayman, al lado de donde se dice hay extraterrestres y nunca vi nada.
O no soy la elegida o conviven conmigo y no me doy cuenta. (Sonríe).
El Hotel es único en el país con este estilo, además del encanto que encierra.
Papá nos dejó una huella, que yo estoy manteniendo y en cuanto a lo económico, valorizándolo. Pero lo más importante es que me gusta.
¿Qué heredó de papá?
Soy una mezcla. La familia de mi padre, quiere que se me parezca, la familia Ancellotti, también.
Pero lo que en realidad heredé, saber hacer negocios, soy muy intuitiva. Tengo visión para los negocios. Pero soy más mano suelta que él.
Desfrutaba con la reunión familiar y la comida, como yo.
De mi madre, que era muy alegre y le gustaba todo esto que hago hoy. Soy parecida a papá también en lo físico. Tengo su estatura (sonríe).
¿Qué le faltó hacer con papá?
Siempre fui más consentida y lo domé más que mi hermano.
Se me antojaba hacer el curso que quisiera y lo hacía. Con 17 años tuve mi primer auto.
Por supuesto me hubiese encantado que estuviera papá, mamá y toda la familia acá. Pero pienso que están.
A mi madre le encantaban los jardines y en la casa de los abuelos maternos y paternos hay plantas que están acá.
Y yo pienso ¡Dios mío, tengo todos los jardines! Porque en todas las casas que resido, tengo sus jardines y eso me hace creer que ellos están conmigo, apoyándome.
Y seguramente mi padre dándome algún coscorrón, por algún gasto que él no realizaría, mi hermano contento porque él era muy cultural.
Pero aquí estoy, manteniendo todo esto, por papá que me lo pidió, por mamá, por nosotros y por Salto, que necesita un espacio cultural así.
Como lo dice el libro que escribí: “Por las huellas del Salto”.