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miércoles, diciembre 31, 2025
Columnas De Opinión
Cristian Menghi
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Salteño, apasionado de la tecnología, la ciencia y la divulgación técnica.

Manual de supervivencia tarifaria

Crónica de cómo el Estado uruguayo perfeccionó el truco de sacar sin devolver

Uruguay viene viviendo una época dorada… para la recaudación. Mientras el discurso oficial habla de «aliviar bolsillos» y «correcciones metodológicas», las facturas que llegan a fin de mes cuentan otra historia bastante menos poética. Es como si el gobierno hubiera descubierto la piedra filosofal, pero en lugar de convertir plomo en oro, convierte promesas electorales en aumentos de tarifas.

Tarifas públicas o cómo decir «vas a pagar más» con vocabulario técnico

Las empresas públicas se pusieron de acuerdo en algo histórico: que el ciudadano haga más ejercicio… de respiración profunda cuando llega la factura. UTE sube en torno al 4%, Antel cerca del 3,5%, siempre «por debajo de la inflación», frase que ya merece ser declarada patrimonio cultural inmaterial del Uruguay. OSE, en un arrebato de sinceridad brutal, se despacha con un 8,5%, porque el agua es un derecho humano, pero caro.

La magia del relato oficial es impecable: cada empresa aumenta «poquito», siempre menos que la inflación (excepto OSE, que directamente pasó del eufemismo). El problema es que cuando sumás todas las facturas, el «poquito» de cada una termina siendo un «bastante» en la cuenta bancaria. Pero tranquilo, te lo explican en «pesos por día», como si el banco aceptara que pagues las cuentas en centavitos.

Lo curioso es que este gobierno del Frente Amplio llegó con un discurso de cuidar al trabajador y al jubilado, de poner freno a los abusos. Y acá estamos, con aumentos que «equilibran las cuentas» de las empresas públicas, lo que en castellano rioplatense se traduce como «desajustar las cuentas de los de siempre». Porque claro, alguien tiene que pagar el déficit, y ese alguien nunca es el Estado, siempre es el contribuyente.

Fonasa o el ilusionismo fiscal en su máxima expresión

Pero donde el nuevo gobierno realmente se luce es con Fonasa. Anunciaron con bombos y platillos que van a «corregir» la devolución de los aportes: se va a devolver menos y a un grupo directamente ya no le va a tocar nada. Todo en nombre del déficit fiscal y de una «corrección metodológica» que suena tan técnica que casi convence.

La explicación oficial es de una belleza retórica digna de estudio: resulta que durante años «se estaba devolviendo más de lo que correspondía». Uno se pregunta cómo es posible que recién ahora, justo cuando el déficit aprieta, se dieran cuenta del «error». Es como si tu vecino te hubiera estado pagando de más el alquiler durante cinco años y justo ahora, que anda corto de guita, descubre que en realidad te debe menos.

El Ministerio de Economía calcula que la reducción de devoluciones será de unos 70 a 80 millones de dólares, pero aclara —con la seriedad de un actor de telenovela— que «no tiene objetivo fiscal». Es el único truco de magia donde el Estado se queda con tu plata, te dice que es por tu bien, y encima aclara que no era por necesidad. El contribuyente aplaude al principio, y al final descubre que el conejo que desapareció era su devolución.

Lo más irónico es que el Frente Amplio volvió al gobierno prometiendo «justicia social» y «proteger el salario». Ahora resulta que protegerlo significa quedarse con parte de lo que te correspondía devolver. Es redistribución, pero al revés: del bolsillo del trabajador al agujero fiscal del Estado.

Combustibles, un vals asimétrico del precio

En combustibles, el libreto es tan conocido que ya aburre: cuando sube el «referente internacional», la nafta sube rápido y completo. Cuando baja el referente, baja despacio, de a poquito, en cámara lenta, como si le doliera. A comienzos de 2025 subieron la nafta y el supergás con ajustes de varios pesos por litro «debido al PPI y ajustes anuales». El histórico de precios de ANCAP muestra una coreografía perfecta: dos pasos para arriba, uno para abajo, y siempre pegadito al surtidor.

Todo contribuye a la sensación de que el auto no funciona a nafta, sino a fe y tarjeta de crédito. Y mientras tanto, el gobierno de turno —que prometió transparencia y menor presión fiscal— sigue aplicando la misma receta que criticaba cuando estaba en la oposición. Porque al final, da igual quién gobierne: la nafta siempre encuentra la forma de subir.

El relato del «te cuidamos» mientras te vacían

Cada medida viene envuelta en la misma celofán retórico, con moño incluido. Las tarifas «suben por debajo de la inflación», aunque la suma de todas las facturas llegue muy por encima de los aumentos de sueldos. La devolución de Fonasa «se corrige» para «subsanar errores de diseño». Los aumentos «impactan poco» por factura, siempre explicados en $ por día, como si el ciudadano viviera en una realidad donde las cuentas se pagan de a puchitos.

El gobierno actual del Frente Amplio heredó un país que venía saliendo de una pandemia mundial, la peor sequía en décadas y el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania que disparó precios internacionales, pero que —contra todo pronóstico— mostraba crecimiento. Leve, pero crecimiento al fin. El gobierno anterior navegó la tormenta perfecta sin hundir el barco, y lo entregó a flote, despintado y talvez no reluciente, pero a flote. Ahora, con la pandemia mas que superada, con lluvias y el contexto internacional «estabilizado» , la solución parece ser la misma de siempre: que el trabajador y el jubilado pongan el hombro, que el contribuyente apriete un poco más el cinturón, que el ciudadano entienda que «hay que hacer sacrificios». Los sacrificios, curiosamente, nunca tocan la estructura del Estado, nunca alcanzan a los gastos superfluos, siempre caen sobre las mismas cabezas. Y cuando ya no hay pandemia, ni sequía, ni guerra a quien echarle la culpa, el relato se vuelve más flaco, más transparente, más difícil de vender.

El guion es tan prolijo que ya no se sabe si el objetivo es financiar el Estado o probar cuánto sarcasmo aguanta el Uruguayo, antes de pasar de la risa al enfado. Porque una cosa es clara: este gobierno llegó prometiendo nada menos que la «Revolución de las cosas simples», ese eslogan bonito que hablaba de mejorar la vida cotidiana de la gente con mejoras concretas. Y vaya si están siendo simples: simplemente te cobran más luz, simplemente te cobran más agua, simplemente te devuelven menos de Fonasa. La revolución está siendo tan simple que cualquiera la entiende: vos ponés más plata y el Estado se queda con ella. Felicidad humana mediante factura aumentada, justicia social vía tarifa corregida. Orsi prometió cambio, y el cambio está siendo que ahora te cobran más con mejor relato y sonrisa de campaña.

El ciudadano, el héroe involuntario de la resiliencia fiscal

En este contexto, el ciudadano promedio termina siendo una especie de superhéroe sin capa pero con credencial, que paga agua más cara para bañarse rápido, luz más cara para apagarla antes y comunicaciones más caras para quejarse por WhatsApp. Aporta a la salud sabiendo que la devolución puede venir más flaca o directamente no venir, pero siempre con el consuelo de estar «paliando el déficit».

Si algo demuestra todo esto es que en Uruguay la verdadera matriz energética no es ni hidroeléctrica ni eólica: es la paciencia del contribuyente, que sigue alimentando al sistema a pura resignación y un humor negro para no perder la cordura. Porque al final del día, da igual el color del gobierno: el que paga siempre es el mismo, y el relato cambia pero el bolsillo se vacía igual.

Bienvenidos al nuevo Uruguay, donde el cambio es que ahora te explican con palabras mas técnicas por qué te van a cobrar más.

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