Poemas del nuevo libro de Rafael Fernández Pimienta
En la edición de ayer domingo, EL PUEBLO anunció la publicación de “Los superhéroes no deberían morir”, libro de poemas de Rafael Fernández Pimienta, a quien presentábamos así:
“…Hace algún tiempo, fue Rafael el entrevistado en una de nuestras secciones Al Dorso. Nacido circunstancialmente en Brasil, vive en Montevideo y su vínculo con Salto es estrecho, su padre era salteño, le gusta Salto, ha presentado aquí un libro anterior, etc. Es autor de tres libros: “Las formas del olvido” (2004), “Mujer con fondo de agua” (2009) y “Retrato de Julia” (2013), todos poemarios, como también lo es este nuevo, “Los superhéroes no deberían morir”.
Será presentado públicamente en Montevideo el 6 de diciembre, pero por gentileza del autor se encuentra ya en nuestra Redacción, una muestra más de su afinidad por Salto y su manifiesto respeto y estima a este diario.
Biografía del Autor
Agreguemos ahora lo que se lee en la solapa:
Rafael Fernández Pimienta nació en Montenegro, Río Grande del Sur, Brasil, en 1978. Es profesor de literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas y ejerce la docencia actualmente en el liceo 58 “Mario Benedetti”. Coordina varios talleres de escritura y lectura, entre ellos uno en la AACJPPU y otro en UNI 3 Uruguay. Ha publicado tres libros de poesía: “Las formas del olvido” (Artefato, 2004), “Mujer con fondo de agua” (Botella al mar, 2009) y “Retrato de Julia” (Caburé, 2013). Textos suyos han participado de diversas antologías. Su cuento “Buracos” fue publicado en la Revista “Inéditos” de la fundación Mario Benedetti. Actualmente participa del colectivo musical y poético Música para búhos.
Poemas del Libro

Y por supuesto, como es característica de esta página de Cultura de lunes, compartimos la creación literaria, en este caso unos pocos poemas del libro en cuestión:
PARA EL CAJÓN DE IDEAS
Tengo una idea para un cuento:
Alguien llega a un bar y pide lo de siempre.
El mozo, o el barman, le trae un revólver,
una hoja y un lápiz.
El tipo, o la mujer, aún no lo decido,
escribe una hermosa despedida
para no se sabe quién.
Luego de eso dobla el papel
y se lo entrega al barman, o al mozo.
Enseguida se escucha un disparo.
Nadie reacciona, nadie llama a la policía.
El muerto o la muerta queda ahí.
Pocos segundos después aparece otro tipo
o tipa
igual al muerto o la muerta.
Pide lo de siempre.
Esta vez solo recibe un papel.
Se sienta y escribe un poema.
Lo lee en voz alta y dobla la hoja.
Lo coloca debajo del muerto o la muerta.
Se despide del barman o del mozo con una sonrisa.
Mientras este lava un vaso asume, con absoluta convicción,
que esa noche ha perdido un cliente.
PAISAJE
Se han puesto a mirar una tierra ajena
que no extraña.
En la pantalla, una mujer con tono
habla del paisaje y su memoria.
Unos niños corren o se paran sobre el recuerdo.
Hay surcos, maíz, la geografía verde del futuro.
La niña quiere ser como su abuelo,
trabajar la tierra, dice su madre.
Una madre mundo,
de piel desnuda delante de la cámara.
Ellos siguen atentos a la sucesión de fotos,
al tono y a lo dicho.
De pronto, la gravedad hace su trabajo
y por unos segundos la cabeza
de uno se desorbita hasta el hombro
del otro y vuelve a su espacio,
ese espacio poblado de tomates.
El niño culmina la película
borrando las huellas de un tractor.
Del otro lado del cuadro
alguien enmarca todas las historias
y hace, en un clic,
que sean una sola.
EL MUNDO CON OMBLIGO
Y ya sos una forma
una minúscula escala del sol
flotando en el espacio
y vos el universo
el mundo con ombligo.
Ese de planes y almanaques,
cálculos de lunas, sonrisas sin los dientes,
la cara feliz que se poblará de espejos.
Y ya tendrás la curvatura de los huesos,
el desbocado tambor para la oreja que se posa
con cuentos de grillos en lunares,
la memoria
que se hará de cantos y de risas
ensanchando los pulmones
aunque por ahora
vos seas pez en la barriga
nadándose los sueños
en brazadas y patadas
estirando los relojes.
Ya serás el llanto, la sal que compartimos,
la sucia felicidad de los abrazos,
la bienvenida que sacude las estrellas,
la verdadera matemática de sumar al infinito…
DESPEDIDA
Las manos saben despedirse antes
Por eso aprietan
Presienten el final antes que las palabras
Y se agarran
Tan fuerte
Que los labios se pegan al silencio
Para no tener que ensayar
Un balbuceo torpe
La humedad inclinada de los adioses.
SILENCIO
Pedacitos de tiempo,
así, pequeños,
a la deriva andan
hasta encontrarnos.
Les sonreímos,
nos ponen el índice sobre la boca
y lloramos.
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