Se cumplen ya 400 días desde el horror del 7 de octubre. Claro está que lo peor es todo lo irreversible, los que ya no están, los asesinados ese día nefasto y los más de 780 soldados que cayeron ese día y desde entonces defendiendo a Israel. Pero ahora lo central es concentrarnos en 101 secuestrados que se hallan en la Franja de Gaza y que deben volver a casa. Los muertos a recibir digna sepultura y los vivos- que tememos sean muchos menos que lo pensado- a reencontrarse con sus seres queridos y con mucho esfuerzo, empezar de nuevo. Hay que hacer el máximo esfuerzo para recuperarlos, aunque eso signifique el fin de la guerra en la Franja de Gaza.
Sí. Si eso es lo necesario para garantizar que los secuestrados vuelvan a Israel, hay que terminar la guerra. Siempre habrá más terroristas para eliminar- todos ellos merecen morir- y otras estructuras terroristas para destruir. Pero el declarado objetivo de la guerra nunca fue-y no era lógico que lo fuera- matar hasta el último terrorista. Dado que la idea nutrida con el odio islamista radical no desaparecerá, siempre habrá más terroristas. Los logros en la lucha contra Hamas han sido impresionantes, sin precedentes en la historia de Israel. Hamas no desapareció pero no es en absoluto el Hamas del 7 de octubre. Hasta su jefe máximo Yehia Sinwar y todo su entorno fueron eliminados. Quedó casi únicamente su hermano Muhamad, otro que sería justo que muera. Pero la persecución de los terroristas puede ser eterna. Y los secuestrados no tienen tiempo. Hace mucho que se les terminó.
La guerra nunca fue para Israel un fin en sí mismo sino una herramienta. La guerra en curso es indudablemente una de las más justificadas de todas las impuestas a Israel desde su nacimiento hace 76 años. Era ineludible, importante, imprescindible. No fue nunca una venganza sino autodefensa, una reacción imperiosa a la masacre, una verdadera necesidad.
Pero aunque Israel pueda seguir eliminando más terroristas y encontrado más armas, si el precio de ello es que no se llega a un acuerdo para recuperar a los secuestrados, no se estará cumpliendo con el imperativo moral de la existencia misma de Israel.
Escribimos estas líneas sin olvidar ni por un momento todos los obstáculos puestos por Hamas en el camino hasta ahora. Nunca se moderó, nunca cedió, absolutamente nunca transó en nada. Terroristas repudiables, como siempre. Pero si la única opción para tratar de recuperar a nuestros hermanos- “tratar” decimos ya que hay muchas cosas inciertas- es poner fin a la guerra, hay que hacerlo. Prontos para volver a actuar, eso claro que sí. Como Israel sabe. Pero en serio dispuesto, sin cerrar los ojos como hizo durante años mientras Hamas se fortalecía.
La noche en la que se confirmó su victoria en las elecciones en Estados Unidos, el Presidente electo Donald Trump dijo que exige el retorno inmediato de los secuestrados. Fue en tono de advertencia a Hamas. Pero Trump no tiene grandes palancas de presión sobre Hamas. A nadie se le ocurre que vaya a atacar Gaza. Por otro lado, este político impredecible que también dijo que viene a terminar guerras, no a empezar ninguna, puede decidir en determinado momento que la guerra en Gaza debe terminar de inmediato, y sobre Israel sí tendrá palancas de presión…y no queremos ni imaginar un escenario en el que Israel acepte sus exigencias…y los secuestrados queden en Gaza.
El gobierno de Israel recibió el apoyo de la oposición y del pueblo todo al salir a la guerra que Hamas merecía el 7 de octubre. La ciudadanía se enroló en su deber ciudadano. Las excepciones no son el tema de esta nota. Ahora, el gobierno tiene la obligación moral de escuchar a la mayoría del pueblo que según todas las encuestas quiere que se haga lo necesario para dar prioridad al tema de los secuestrados.
Quienes apoyan esta postura no son derrotistas, ni flojos, ni pro Hamas ni renuentes a luchar. En absoluto. Son israelíes que entienden que después de todo lo logrado en la guerra contra Hamas, si no se hace lo necesario para tratar de devolver a los secuestrados a casa, se estará traicionando el compromiso básico del Estado con el pueblo.
Nos emocionamos con el envío de aviones y misiones de rescate de israelíes a cualquier punta del mundo cuando se hallan en problemas-antes y después del pogrom en Amsterdam- pero nada, absolutamente nada se podrá comparar con la obligación de traer a casa a los secuestrados. Cayeron en manos de los terroristas el 7 de octubre, por los múltiples errores del Estado. No se les puede fallar de nuevo.