Cuando veo algunos muchachos muy jóvenes, adolescentes algunos, revolviendo la basura o sencillamente deambulando en busca de lo que alguien les dé, me pregunto que hemos hecho mal o que estamos haciendo mal para tener estos resultados.
Y la respuesta es evidente, aunque no esté a la vista, es el producto de varios factores, pero el más importante, es lo que hemos cedido y concedido en materia de educación, de formación.
Hemos cedido en cuanto a los planes educativos y en cuanto a la trasmisión de los valores que deben regir desde la primera instancia. La perseverancia, para estudiar y prepararse en la vida, en un camino que no siempre es fácil, ni nadie puede garantizar el resultado, aunque si facilitarlo, prepararlo, ha caído en aras de la comodidad, del “hacé la tuya”.
Subrepticiamente y casi sin darnos cuenta hemos cedido a los antojos, a las facilidades que significa hoy la tecnología y otros caminos fáciles, que obviamente significan menos esfuerzo, menos sacrificio y menos renuncias. Les hemos dejado decidir cuestiones de la vida cuando aún no estaban preparados para ello. Hemos optado por caminos que predominan en “la sociedad” y desde luego el niño o el joven que no los sigue no se apega a ellos, es el “gil”, por denominarlos con un término benévolo y va quedando marginado.
Mientras discutimos cual es el mejor camino. Quien o quienes son los responsables y demás, nadie se ocupa verdaderamente de ellos, producto de nuestros errores.
Así hemos llegado a esta encrucijada. Aparentemente nos preocupa el futuro, nos proponemos lo mejor. En realidad estamos muy lejos de esto, de ocuparnos a fondo del tema. Tratamos de sacar el mejor provecho, jugamos “para la tribuna”.
A nadie parece preocuparle que estos jóvenes no tengan futuro, que haya muchos de ellos que paguen incluso con su vida, haber optado por caminos equivocados. Pero no nos equivoquemos nosotros. En esto también tenemos nuestra culpa, nuestra responsabilidad, ya sea por acción o por omisión. Por lo que hemos hecho o por lo que hemos dejado hacer.
Muchas veces en la vida optamos por el camino más fácil, cuando no ocupamos un lugar en la construcción de una sociedad más justa, más equitativa, cuando preferimos recoger las migajas que nos concede el poder por dejarlo pasar, antes que pararnos frente a él para expresar lo que pensamos.
Muchas veces es el fruto de haber mirado para otro lado, de haber dejado pasar y prosperar estos intereses que rigen todo en nuestros días y
¡pobre del que se adhirió o cayó en sus tentáculos!
A.R.D.
