“Mientras el cuerpo aguante…” se diría en otras épocas, cuando se dejaban correr las cosas sin prestarles demasiada atención. La cuestión es que cada vez aguanta menos o por lo menos hacemos lo posible para que así sea.
Hoy casi nadie discute las catastróficas consecuencias que tendrá el recalentamiento global del planeta que habitamos, porque quienes lo hacían en tiempos pasados debieron admitir por la vía de los hechos que este es uno de los mayores problemas que tenemos actualmente.
Pero se siguen discutiendo las consecuencias. Hay quienes siguen sosteniendo que se está haciendo una tormenta en un vaso de agua, que se trata de un tema cíclico que siempre ha sucedido y demás.
Otros, más conscientes, se han dedicado a investigar y seguramente lo que han descubierto les permite asegurar que las consecuencias pueden llegar a ser catastróficas para la humanidad.
En esta situación no nos cansaremos de sostener que estamos ante un problema global, nada sencillo por supuesto. Nos llama la atención que haya multimillonarios (cuyas empresas son a menudo las que causan mayor deterioro del planeta), que se muestren interesados en alcanzar otros planetas habitables.
En definitiva vemos dos aspectos esenciales. 1) la ambición del hombre que lo lleva seguir deteriorando nuestra naturaleza, no miden las consecuencias, sino que sólo se preocupan por ocultar el fruto de su avaricia y obtener más dinero. Pero la Amazonia se sigue destruyendo, los bosques son cada vez menos y más chicos y los plásticos nos invaden por todos lados. 2) Los delitos ambientales deben sancionarse porque en definitiva hemos tomado prestado este planeta de las futuras generaciones. Los delitos ambientales nos pueden seguir impunes y desde quien arroja un plástico fuera de lugar hasta quien en su ambición usurpa más tierras, deben ser sancionados.
