“El Estado de bienestar uruguayo se desmorona en silencio, mientras cuatro jinetes cabalgan a toda velocidad y casi nadie se atreve a nombrarlos.”
En Uruguay solemos repetir, casi como un mantra, que vivimos en un sólido Estado de bienestar, una red que nos cuida “de la cuna a la tumba”. Esa idea, convertida en parte de la identidad nacional, sugiere que pase lo que pase habrá un sistema que nos proteja. Pero conviene preguntarse si ese modelo sigue teniendo los cimientos que lo hicieron posible.
El bienestar no es magia ni decreto. Se apoya en familias fuertes, en trabajo productivo, en natalidad suficiente, en comunidades vivas y en una cultura de responsabilidad compartida. Sin esos pilares, el Estado de bienestar se convierte en un espejismo costoso. Hoy esos cimientos se están resquebrajando, empujados por lo que podríamos llamar los cuatro jinetes del apocalipsis uruguayo: el relativismo moral, la cultura del asistencialismo, la cultura de la muerte —que abarca también la ideología de género— y la cultura woke.
No cabalgan con espadas, sino con discursos, leyes y emociones presentadas como derechos. Parecen ofrecer compasión, pero debilitan la riqueza, la familia y la moral compartida. Cuando esos fundamentos se erosionan, el sistema de bienestar se transforma en un castillo de naipes.
1. PRIMER JINETE: el relativismo moral
Se destruyen las reglas y normas sociales con la idea de que no hay verdades objetivas y que lo bueno o lo malo, el bien o el mal, lo ético o lo antiético, dependen del consenso de los burócratas que gobiernan. Un sistema de bienestar requiere confianza y reglas claras: que la gente cumpla contratos, que crea que su esfuerzo de hoy sostiene la red de mañana.
Pero si cada uno “inventa su verdad”, el pacto social se quiebra. Lo vemos en gestos cotidianos: el comerciante que no da factura porque “el Estado roba más que yo”, el político que acomoda a un familiar y lo justifica con un “todos lo hacen”, el ciudadano que cobra un subsidio mientras trabaja en negro porque “es su derecho”, la mujer que mata a su hijo porque “es su propio cuerpo”, la perversa sexualizacion de nuestros hijos en nombre de la bandera de la diversidad, la conversión del médico en asesino bajo el engaño de la “muerte digna”.
Cuando el relativismo manda, el bienestar deja de ser un acuerdo basado en responsabilidad y se convierte en un botín que se reparte hasta agotarse.
2. SEGUNDO JINETE: la cultura del asistencialismo
El Estado de bienestar nació como apoyo temporal, un puente para quienes caían en la pobreza. Pero en Uruguay se transformó en un estilo de vida. Más de un millón de personas recibe prestaciones sociales y una porción importante de la población depende de empleos públicos. El uruguayo se convirtió en un pedidor serial a cambio de nada, destruyendo las ansias de superación, el orgullo de crecer por sus propios medios, en base a su propio mérito y a su responsabilidad. Se ha destruido en Uruguay la satisfacción íntima de convertirnos en nuestra mejor versión. Hoy esa versión ya no nace del esfuerzo personal, sino que parece dictada por el Estado. El horizonte desesperanzador de muchos compatriotas se reduce a depender, de por vida, de un salario público, una pensión, un subsidio, una prebenda o algún privilegio.
La cultura del mérito, del trabajo bien hecho y de la responsabilidad individual ha sido pulverizada. Hemos pasado de aspirar a producir y crear, a limitarnos a pedir. Pedir siempre más, dar cada vez menos.
Pero una degradación tan profunda no surge de la noche a la mañana. Para que una mentalidad tan nociva para la dignidad humana se arraigue, han sido necesarias décadas de engaños y de demagogia, una lenta erosión que ha penetrado en todas las áreas de nuestra vida, especialmente en la educación, donde se forja —o se destruye— el carácter de un país. Políticas complacientes, discursos victimistas y complacientes y un progresismo que confunde derechos con privilegios han ido moldeando generaciones para las que la dependencia no es una desgracia, sino una expectativa.
¿Quién produce para sostener el Estado de Bienestar? Cada vez menos personas soportan a cada vez más. Y así las cuentas no cierran. Y cuando las cuentas no cierran, debemos ajustar y en lugar de hacerlo el Estado no reduce sus gastos.
La dependencia también degrada la cultura cívica. El ciudadano libre, que pide oportunidades, se convierte en cliente político que exige beneficios. Los partidos lo saben y cada elección se transforma en un concurso de promesas de subsidios y empleos estatales.
El Estado de Bienestar necesita mucho dinero – ajeno – para funcionar, mucha generación de riqueza. Por ese motivo, la cultura del asistencialismo, que es lo opuesto a generar prosperidad, será uno de los jinetes que causará el ocaso del bienestar.
3. TERCER JINETE: la cultura de la muerte
El tercer jinete es doble: la cultura de la muerte y la ideología de género que la acompaña. El Estado de bienestar funciona como un pacto entre generaciones: los trabajadores activos sostienen a los jubilados de hoy, confiando en que los hijos de mañana harán lo mismo. Pero ¿qué ocurre si el mañana no existe?
Uruguay tiene una de las tasas de natalidad más bajas de América Latina, apenas 1,4 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo. Cada generación nueva es más pequeña, mientras la población mayor de 65 años crece y miles de jóvenes emigran. La pirámide demográfica está invertida: menos trabajadores sosteniendo a más jubilados. Es dinamita para un sistema que depende de aportantes.
En lugar de fomentar la vida y la familia, el país abraza políticas que banalizan el aborto, promueven la eutanasia como “muerte digna” y presentan la anticoncepción masiva como simple “derecho reproductivo”. Cada niño que no nace es un contribuyente menos, un futuro trabajador menos. Cada vida descartada envía el mensaje de que la existencia solo vale mientras produce.
A esto se suma la ideología de género, que debilita la noción de familia como base del bienestar. Se declara sospechosa a la maternidad y a la paternidad, se enseña que el sexo es una construcción y que un niño puede “autodefinirse” sin que los padres intervengan. Al erosionar la familia, se multiplica la demanda de programas estatales para suplir lo que antes hacía el hogar: cuidados, contención, educación en valores. Pero el Estado jamás puede reemplazar el calor de una familia; y no existe mayor fuente de riqueza que una familia natural bien constituida. El Estado de Bienestar mata a las personas antes de nacer, generadores futuros de riqueza, y destruye la familia, su principal motor de prosperidad.
La cultura de la muerte y el genero será un jinete destructor del Estado de Bienestar.
4. CUARTO JINETE: la cultura woke
Divide y reinaras. En el caso del Estado de Bienestar esa frase es lo opuesto: “divide y te destruirás”.
Esta cultura de la envidia y el rencor divide a la sociedad en opresores y oprimidos, privilegiados y marginados. En lugar de ciudadanos iguales ante la ley, somos tribus en guerra cultural (hombres vs mujeres, ricos vs pobres, blancos vs negros, heteros vs homos, flacos vs gordos, patrón vs empleado, nacionales vs extranjeros). Un Estado de bienestar necesita unidad nacional: que todos sientan que están en el mismo barco, que su aporte ayuda al vecino.
El wokismo destruye esa unidad. Cada grupo se victimiza y exige beneficios para sí mismo. Nadie habla de deberes, todos reclaman derechos. En ese clima, el bienestar se convierte en un botín: cada colectivo exige su parte y acusa de “privilegio” a quien disienta. El resultado es una cadena de resentimiento sin fin. Y con resentimiento no se sostiene un proyecto común.
La gran contradicción del progresismo uruguayo
Aquí surge la paradoja. Quienes proclaman defender el Estado de bienestar son, muchas veces, quienes lo socavan con sus políticas. Piden que todo sea gratuito y universal —salud, educación, vivienda, jubilaciones, subsidios— y para eso necesitan un Estado gigantesco, que recaude cada vez más.
Pero al mismo tiempo son ellos mismos los que promueven:
- Una cultura de la muerte que reduce la natalidad y achica la base de aportantes.
- Un asistencialismo crónico que destruye la cultura del trabajo y la responsabilidad.
- La cultura de la muerte y la ideología de género eliminan las generaciones futuras y debilitan la familia.
- Una cultura woke que fragmenta la sociedad y rompe la unidad necesaria para sostener un sistema común.
Es como querer llenar un balde de agua mientras se agujerea el fondo. Se piden más jubilaciones, pero cada año nacen menos uruguayos que puedan aportar. Se piden más subsidios, pero se desalienta la producción. Se predica la inclusión, pero se divide a la sociedad en bandos irreconciliables.
Los cuatro jinetes no son metáforas literarias: son realidades palpables. Y juntos empujan al Estado de bienestar hacia el abismo.
El resultado no es bienestar, sino ruina: un sistema cada vez más caro, más ineficiente y más endeudado, que reparte migajas mientras castiga la iniciativa privada.
La salida exige volver a lo esencial: libertad, responsabilidad, familia, comunidad y economía productiva. El verdadero bienestar no lo otorga el Estado; lo construyen las personas cuando son libres, responsables y solidarias de verdad, no por obligación.
Uruguay necesita recuperar los valores que sostienen la vida, la familia y la libertad. Si no enfrentamos a estos cuatro jinetes, el Estado de bienestar caerá como un castillo de naipes. Pero si resistimos y reconstruimos esos cimientos, podremos legar a las próximas generaciones un país con futuro.





