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lunes, 21 de abril de 2025
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Llega a Salto la exitosa película francesa «Amigos intocables»

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Diario EL PUEBLO digital
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Se trata de una película que ha sorprendido a todos, proveniente del Viejo Mundo, hoy por hoy representa a Francia en la dura competición por el Oscar de la Academia de Hollywood dentro del rubro de mejor película extranjera, con un género ideal para ver por estas fechas.
Sin embargo, la trama es muy simple. Dos personas que es imposible que se conozcan se conocen. Uno es un aristócrata francés encadenado a una silla de ruedas (François Cluzet, que hace de Philippe), cuadripléjico sin esperanzas. El otro es un chico negro que vive en los suburbios pobres de París (Omar Sy, es Driss). Entre los dos personajes y los dos directores del film (Intouchable es el título original) hacen un festival de sentimientos, buena onda, drama y bastante de humor.
El secreto del éxito de esta película no solo pasaría por la historia que se cuenta y la forma en la que se cuenta, sino también en las interpretaciones de sus protagonistas, particularmente la del morocho Omar Sy, el mismo que le sacó de las manos el Premio César (que sería como el Oscar francés) a Jean Dujardin, de El artista. Que quede claro, se lo ganó en buena ley. Otro actor -Cuba Gooding Jr., Will Smith o alguno de las sitcoms americanas- pudo haber hecho de este papel una cosa insoportable. Sy es un buen actor y humorista, grande en todos los sentidos, no solo aporta diversión y gracia, sino que además, con su porte y carácter, llena cada encuadre del director.
Diferente e igual de convincente es François Cluzet. Desde un principio, se puede notar que esos dos tipos no se pueden llevar bien nunca. Una sensación perfecta para el espectador que con el correr de los minutos comenzará a adorar a los dos personajes y, al final, a estos dos grandes actores. Por si fuera poco, a estos dos especímenes de la actuación se les suman dos participaciones secundarias pero no por ello menos fundamentales para el film. Anne Le Ny, en el papel de Yvonne, y Audrey Fleurot necesitan, con la misma intensidad que su jefe, que en sus vidas aparezca algún elemento que les devuelva la sonrisa. Ver a estas dos mujeres recuperando vida y la alegría de vivir causa tanta felicidad como la que podría causar ver a un minusválido recuperarse de todas sus penas físicas y afectivas.
Por todo esto y muchos otros detalles que seguramente no tuvimos tiempo de apreciar es que se ha recomendado ir a ver a esta película al cine, de ser posible, con alguien querido o apreciado. Llena de lecciones de vida, es perfecta para introducir a los jóvenes en el cine que no es de Hollywood.
La historia.
Un respetable aristócrata tetrapléjico contrata a un muchacho de barrio, negro y jovial, como ayuda domiciliaria. El hombre rico que ha perdido el gusto por la vida se encuentra de pronto con un ángel excéntrico portador de esos valores verdaderos que los demagogos asignan al pueblo. La relación de clases no es más que pura convención para un humor perezoso. El choque cultural es explotado mediante los peores lugares comunes: uno escucha a Vivaldi y el otro Earth Wind and Fire, uno escribe cartas de amor cortesano mientras el otro desenvaina un lenguaje callejero, uno se impone las normas de vida que el otro ignora soberanamente. Al cabo del enésimo sketch queda bien subrayado que los dos hombres no viven en la misma esfera pero van camino a una mutua domesticación.
La película se burla de las prácticas culturales de la clase dominante, como la ópera o la pintura contemporánea, mientras que los signos materiales de riqueza, como los lujosos autos o un avión privado, son tratados con la mayor benevolencia. Los pequeños sainetes en un concierto de música clásica o en una sesión de afeitado dan lugar a bromas toscas que los actores puntúan, como en la televisión, con su propia carcajada. A este simulacro de diálogo entre el hombre serio y el payaso le sigue una forzada inmersión realista en los edificios de suburbio que no supera nunca el detalle de guión. La falsa credibilidad social choca con el material básico de la comedia televisiva. En lugar de explotar el costado ligero de la historia, los directores pretenden mezclar la bufonada con el drama y sólo consiguen un festival de buenos sentimientos y respuestas automáticas.

Se trata de una película que ha sorprendido a todos, proveniente del Viejo Mundo, hoy por hoy representa a Francia en la dura competición por el Oscar de la Academia de Hollywood dentro del rubro de mejor película extranjera, con un género ideal para ver por estas fechas.

Sin embargo, la trama es muy simple. Dos personas que es imposible que se conozcan se conocen. Uno es un aristócrataAmigos-Intocables francés encadenado a una silla de ruedas (François Cluzet, que hace de Philippe), cuadripléjico sin esperanzas. El otro es un chico negro que vive en los suburbios pobres de París (Omar Sy, es Driss). Entre los dos personajes y los dos directores del film (Intouchable es el título original) hacen un festival de sentimientos, buena onda, drama y bastante de humor.

El secreto del éxito de esta película no solo pasaría por la historia que se cuenta y la forma en la que se cuenta, sino también en las interpretaciones de sus protagonistas, particularmente la del morocho Omar Sy, el mismo que le sacó de las manos el Premio César (que sería como el Oscar francés) a Jean Dujardin, de El artista. Que quede claro, se lo ganó en buena ley. Otro actor -Cuba Gooding Jr., Will Smith o alguno de las sitcoms americanas- pudo haber hecho de este papel una cosa insoportable. Sy es un buen actor y humorista, grande en todos los sentidos, no solo aporta diversión y gracia, sino que además, con su porte y carácter, llena cada encuadre del director.

Diferente e igual de convincente es François Cluzet. Desde un principio, se puede notar que esos dos tipos no se pueden llevar bien nunca. Una sensación perfecta para el espectador que con el correr de los minutos comenzará a adorar a los dos personajes y, al final, a estos dos grandes actores. Por si fuera poco, a estos dos especímenes de la actuación se les suman dos participaciones secundarias pero no por ello menos fundamentales para el film. Anne Le Ny, en el papel de Yvonne, y Audrey Fleurot necesitan, con la misma intensidad que su jefe, que en sus vidas aparezca algún elemento que les devuelva la sonrisa. Ver a estas dos mujeres recuperando vida y la alegría de vivir causa tanta felicidad como la que podría causar ver a un minusválido recuperarse de todas sus penas físicas y afectivas.

Por todo esto y muchos otros detalles que seguramente no tuvimos tiempo de apreciar es que se ha recomendado ir a ver a esta película al cine, de ser posible, con alguien querido o apreciado. Llena de lecciones de vida, es perfecta para introducir a los jóvenes en el cine que no es de Hollywood.

La historia.

Un respetable aristócrata tetrapléjico contrata a un muchacho de barrio, negro y jovial, como ayuda domiciliaria. El hombre rico que ha perdido el gusto por la vida se encuentra de pronto con un ángel excéntrico portador de esos valores verdaderos que los demagogos asignan al pueblo. La relación de clases no es más que pura convención para un humor perezoso. El choque cultural es explotado mediante los peores lugares comunes: uno escucha a Vivaldi y el otro Earth Wind and Fire, uno escribe cartas de amor cortesano mientras el otro desenvaina un lenguaje callejero, uno se impone las normas de vida que el otro ignora soberanamente. Al cabo del enésimo sketch queda bien subrayado que los dos hombres no viven en la misma esfera pero van camino a una mutua domesticación.

La película se burla de las prácticas culturales de la clase dominante, como la ópera o la pintura contemporánea, mientras que los signos materiales de riqueza, como los lujosos autos o un avión privado, son tratados con la mayor benevolencia. Los pequeños sainetes en un concierto de música clásica o en una sesión de afeitado dan lugar a bromas toscas que los actores puntúan, como en la televisión, con su propia carcajada. A este simulacro de diálogo entre el hombre serio y el payaso le sigue una forzada inmersión realista en los edificios de suburbio que no supera nunca el detalle de guión. La falsa credibilidad social choca con el material básico de la comedia televisiva. En lugar de explotar el costado ligero de la historia, los directores pretenden mezclar la bufonada con el drama y sólo consiguen un festival de buenos sentimientos y respuestas automáticas.

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