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martes, septiembre 9, 2025

Laura Martínez, la beca de Rotary y el estudio como camino de resiliencia y compromiso

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Diario EL PUEBLO digital
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Mi nombre es Laura Micaela Martínez Rendo. Cuando recibí por primera vez la beca yo vivía en Colonia 18, pero ahora actualmente vivo en Colonia Garibaldi. Soy casada, madre de dos hijos, pero en el momento tengo uno porque mi hijo más chico falleció.

Así comienza el testimonio de Laura, que no solo es un relato de superación, sino también una muestra del impacto real que pueden tener las oportunidades bien dirigidas. Hoy es Licenciada en Trabajo Social, egresada en mayo de este año, y su historia está atravesada por el dolor, la voluntad de salir adelante, el esfuerzo y la solidaridad de quienes creen en los demás.

El quiebre que marcó un antes y un después en su vida fue la pérdida de su hijo cuando sintió que necesitaba un motivo, un objetivo, una manera de mantenerse en pie. La educación fue su refugio, y también su camino.

Arranqué a estudiar justamente cuando perdí a mi nene porque necesitaba ocupar la cabeza. Yo tenía aprobado solo tercero del liceo. Entonces, en 2016 retomé el liceo e hice cuarto.

Fue a fines de ese año que un compañero le habló por primera vez sobre las becas que Rotary otorga con el respaldo del Salón del Vino Fino. El joven, también becario y vecino de su misma colonia, le alcanzó los papeles para que se postulara. Así, al año siguiente, Laura se convirtió en becaria y comenzó a transitar un recorrido educativo que no imaginaba, pero que abrazó con fuerza.

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Fui becaria en quinto, sexto y también cuando empecé primero de facultad. En segundo me postulé a la beca de la Fundación Chamangá y salí seleccionada. Entonces renuncié a la de Rotary para darle lugar a alguien más, porque era justo en pandemia y estaba muy complicado el tema de las becas.

Años después, cuando ya no podía acceder a Chamangá por su edad, volvió a Rotary, que la acompañó durante tercer y cuarto año de la universidad.

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Más allá del respaldo económico, Laura rescata el vínculo humano que construyó con quienes gestionan las becas. “Siempre están pendientes, te escriben, te preguntan cómo vas. Me pagaron una consulta y me dieron lentes también. El acompañamiento es muy importante. Y las reuniones, que a veces eran difíciles de coordinar por el estudio o el viaje, siempre terminaban siendo muy reconfortantes. Ahí te dabas cuenta que no estabas sola, que muchos otros estudiantes estaban atravesando lo mismo.”

Además del apoyo económico, Rotary organiza encuentros, talleres y cursos para sus becarios, con el objetivo de fortalecer su formación integral. “Gracias a Rotary hice muchos talleres que parecen cortos, pero que a la hora del currículum sirven un montón.»

Laura eligió la carrera de Trabajo Social, convencida de su vocación por ayudar y comprender las realidades que atraviesan a las personas. Hoy, tras recibirse el 8 de mayo, trabaja como pasante en la oficina del Ministerio de Vivienda en Paysandú. “Arranqué el 1 de marzo, antes de recibirme. Viajo todos los días, de lunes a viernes.”

Si bien la distancia y el clima hacen que el día a día sea complejo, valora la oportunidad como una puerta necesaria para abrirse camino en un mercado laboral donde la experiencia cuenta. “Si no aprovechás estas oportunidades, después es muy difícil. Acá en Salto hay muchas trabajadoras sociales, y cuando salen llamados, quedan los que tienen experiencia.”

Con profunda gratitud Laura valora el papel del Rotary y el compromiso de empresas y personas que sostienen el Salón del Vino Fino, cuyos fondos permiten que cada año nuevos jóvenes accedan a estas becas.

Aprovechar y agradecer con responasabilidad las oportunidades

bilidad las oportunidades“Yo compartí el otro día, cuando fui como becaria egresada a contar mi experiencia, que una de las cosas que más me impactó es que me hayan escogido a mí. Yo dejé 11 años de estudiar, me casé, tuve mis hijos, y podían haberle dado la oportunidad a cualquier joven que está dentro de la edad curricular. Y sin embargo, me eligieron a mí.”

Lejos de vivirlo como un privilegio inmerecido, lo tomó como una enorme responsabilidad. “Yo lo valoré un montón porque lo reprecisaba económicamente. Mi esposo trabaja en una chacra, es peón, y el sueldo de la chacra es una miseria. Con eso vivíamos, criábamos a los gurises y todo. Entonces sentí que debía responder por esa beca, no solo por mí o por mi familia, sino por quienes creyeron en mí.”

El camino de Laura es el de muchas mujeres que, a pesar de las adversidades, deciden avanzar, reconstruirse, formarse y aportar a su comunidad. Su testimonio no solo refleja el impacto de una beca bien dirigida, sino el poder transformador que tiene la educación cuando va de la mano de la empatía y la confianza en el otro.

Su sueño es poder volcar su conocimiento a la comunidad en temas sensibles como adicciones y otros tantos como una manera de agradecer todo lo que la comunidad del departamento le ha brindado.

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