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jueves, 5 de junio de 2025
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Las interpelaciones parlamentarias

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Diario EL PUEBLO digital
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Cuando vemos una interpelación en el parlamento uruguayo tenemos siempre la misma visión. “es una película que ya hemos visto”. Horas y horas interminables de diálogo de sordos, cuyo resultado ya se conoce de antemano. Una decisión en minoría y una decisión en mayoría que como tal prevalecerá y entonces nada cambiará.
Desde tiempos inmemoriales que hemos asistido siempre a estos mal llamados “debates” que difícilmente llegan a algo. Los han propuesto siempre los opositores y no nos oponemos a que sea así, pues se trata de una herramienta fundamental de la democracia.
Con pocas exigencias la oposición puede convocar a sala a un ministro y es esta una forma muy acertada de informar al pueblo de lo que ha sucedido en ámbitos en los que generalmente no trasciende a nivel popular.
Salvo, claro está que cuando se transforma en un “diálogo de sordos”, en el que cada parte expone con toda su fuerza lo que entiende como argumentos, aunque éstos estén muy lejos de la razón, porque esto se transforma en un diálogo estéril, en una pérdida de tiempo y en una labor extenuante e improductiva.
Nos queda toda la sensación de que se está tratando de justificar el suculento sueldo que el pueblo paga a sus parlamentarios o mejor dicho que ellos mismos se los han fijado.
En estos días se ha producido dos interpretaciones. Los ministros de Interior y de Defensa Nacional han debido pasar por el parlamento que los interrogó sobre algunos hechos y decisiones recientes.
Como en toda entrevista (o interrogatorio), los miembros interpelantes están casi obligados a muñirse de la mayor y mejor cantidad de información sobre los hechos y las personas.
Es lo que corresponde y no siempre vemos hacerlo. Un interrogatorio es una forma de tratar de conocer información. Lo utilizamos los periodistas, lo utiliza la policía y lo utiliza todo miembro interpelante, ya sea en un parlamento o en cualquier juicio.
Lo que vemos en estos casos es que cuando se exagera con los motivos de las interpelaciones – y no estamos hablando de ninguna en particular – el sistema o la herramienta pierde fuerza y se vuelva intrascendente.
No en vano nos vienen a la memoria grandes y destacados parlamentarios de otras épocas, que hicieron escuela de sus disertaciones o bien de sus interpelaciones.
Abogamos por un debate de buen nivel, por exposiciones con la altura suficiente, para convencer, mas que para “reforzar” las posiciones de la barra ideológica.
Es la forma de construir una democracia sólida y saludable.
A.R.D.

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