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viernes, 7 de marzo de 2025
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La soberanía no se negocia

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La soberanía portuaria es una herramienta esencial para el Uruguay, país exportador por excelencia. Diríamos que para nuestro país hablar del puerto es hablar de la puerta tanto de ingreso como de egreso de mercaderías esenciales.
Sostener que “la soberanía pasa por otro lado”, es para nosotros una aberración. Un país que produce lo suficiente para 30 millones de personas y no tiene mucho más de tres millones de habitantes, encuentra en el puerto un eslabón esencial de la cadena tanto para generar ingresos, como para enviar su producción a los grandes mercados de que dispone.
Cuando se argumenta que el actual acuerdo entre la empresa Belga Katoen Nati y el gobierno uruguayo para la explotación del puerto de Montevideo, estamos totalmente de acuerdo que se está generando un monopolio inconstitucional, al entregarse prácticamente por ochenta años la explotación del puerto montevideano.
Hemos escrito sobre la “maldita herencia” que escuchamos mencionar frecuentemente y en este caso no es diferente. El argumento principal de quienes han llegado a acordar, es que en caso contrario, Uruguay debería enfrentar un juicio por una suma descabellada.
Algo que hasta el ex presidente de CARU, Cap. Edison González Lapeyre (notorio militante del Partido Colorado), calificó como de disparatado.
Quienes se oponen al acuerdo sostienen que dicha amenaza siquiera llegó a concretarse y la empresa belga, ya perdió varios juicios anteriores por argumentos inconsistentes, frente a gobiernos uruguayos anteriores. En buen romance, nos deja la imagen de quien golpea los zapatos en el suelo para asustarnos y lograr que salgamos corriendo.
Creemos que hay varias cosas a aclarar, en primer lugar ¿es este acuerdo beneficioso o perjudicial para el Uruguay? ¿Qué argumentos sólidos maneja la empresa que han “asustado” al gobierno uruguayo?
Que siempre hubo y habrá quienes prefieran un mal acuerdo a la incertidumbre del resultado final de un litigio lo sabemos. Pero somos uruguayos y por lo tanto preferimos tener que litigar y hasta tener que pagar durante años supuestos errores o incumplimientos, antes de conceder soberanía.
Que nadie nos mal interprete, pero en esto no transamos, ni concedemos la derecha a nadie, cuando se trata de conceder derechos exclusivos sobre uno de nuestros bienes más preciados no debería haber dos opiniones diferentes.
El Uruguay “no se vende al vil precio de la necesidad”, y esto que ya lo defendiera nuestro prócer, es necesario que lo asumamos todos.
A.R.D

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