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martes, 27 de mayo de 2025
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La responsabilidad de la hora, cruel e insensible, pero real y concreta

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Diario EL PUEBLO digital
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Cuando alguien pretende reprimir a palos las denominadas “fiestas clandestinas” creemos honestamente que no se está entendiendo. Para nosotros es tan irresponsable organizar una fiesta clandestina, con aglomeración de personas, más allá de los recomendable, como tratar de disuadirla a garrotazos.
Mucho nos tememos que el resultado de esta política sea una división generalizada mayor a la que ya observamos. Es que existe la convicción de que los niños y los jóvenes están “a salvo” de este virus, que sólo les provocaría síntomas leves.
Si bien esta convicción es errónea, a la luz de las últimas comprobaciones en niños y adolescentes, existe la convicción de que las victimas mortales de esta pandemia tienen por lo general más de 70 años y por lo general también padecen algún otro tipo de trastorno.
Se trata de una franja etárea cuestionada en cuanto los abuelos de esta edad ya no aportan a las arcas del Estado más allá del IVA al consumo y algunos impuestos más, los principales como el impuesto a los sueldos, el BPS y similar, no sólo que ya no se paga, sino que el Estado (que somos todos), debe pagarles teniendo en cuenta su aporte durante su vida activa.
Unido a esto digamos que la expectativa de vida de los seres humanos por lo general se ha extendido y hoy en el Uruguay se ubica en los 80 años de promedio para los hombres y un poco más para las mujeres.
Mucho nos tememos entonces que las características de esta pandemia lleven a que se “ofrende” la vida de nuestros mayores sin muchos preámbulos, convencido de que es el mal menor. Más aún, estamos seguros que planteada esta situación, seríamos muchos los adultos mayores que compartiríamos la decisión.
Sabemos que lo que decimos es espantoso, injusto e insensible y ojalá nos equivoquemos, pero la realidad tiene cara de hereje y por lo tanto está dentro de las posibilidades.
Sería de lamentar porque esos adultos mayores fueron precisamente los que forjaron el país y el mundo que tenemos y por lo tanto no merecen otra coa que nuestro reconocimiento.
No decimos que vaya a suceder, pero no dejamos de pensar en esta posibilidad. Llegado el momento de optar la cuestión es difícil, cruel, pero real. Nada más crudo e insensible, pero tampoco de descartar mientras la pandemia sigue avanzando y la enorme cantidad de víctimas de esta pandemia son adultos mayores que ya han muerto en más de un millón.
A.R.D.

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