Hace tres años, en pleno invierno, el Espacio Cultural Eduardo Piñeyro encendió algo más que una lámpara: encendió un símbolo. Desde entonces, cada mitad de año es marcada con un ritual que mezcla teatro, comunidad y memoria: la Noche de Chocolate. Un círculo humano que recuerda fogones ancestrales, donde estudiantes de todas las edades y disciplinas se reúnen para compartir historias, escucha y un chocolate caliente.
Detrás de esta propuesta, tan simple como profunda, una de las personas que está es Zully Vallarino, actriz, dramaturga y directora con una larga trayectoria en el teatro uruguayo. Su trabajo no se limita a la escena: habita el territorio, la palabra y el cuerpo como herramientas pedagógicas y políticas. A través de su visión, el arte escénico se convierte en un acto de resistencia poética.
La Noche de Chocolate es un espacio donde la oralidad recupera su fuerza original, donde los cuerpos se ubican en círculo, como lo hacían culturas de todo el mundo frente al fuego. La luz enciende cada invierno historias que habitan la memoria, relatos transmitidos oralmente, gestos que nos enseñan a escuchar. Todo eso forma parte de este evento que, en su aparente sencillez, guarda una potencia simbólica enorme.
Zully Vallarino es una artista que cultiva una metodología que fusiona la antropología teatral de Eugenio Barba, la biomecánica de Meyerhold y una sensibilidad comunitaria profundamente latinoamericana. Su trabajo busca crear sujetos sensibles, capaces de conectarse con su entorno desde el cuerpo, la voz y la mirada.
En tiempos de apuro y pantallas, detenerse a contar historias frente a un fuego simbólico no es un gesto menor. Es un acto escénico, sí, pero también un gesto cultural de recuperación. Y ahí, Zully y los demás talleristas custodian una memoria que nos dice que después de la noche más larga, empieza, lentamente, a crecer el nuevo día.
