Estimados lectores. Tratando de inmiscuirnos en las propuestas electorales (muy escasas, por cierto, ya lo hemos mencionado en otro artículo), recordamos una interesante entrevista que realizamos en EL PUEBLO en las elecciones del 2019, al entonces presidenciable Ernesto Talvi. En la misma se abordaron varios temas trascendentales para el país, muchos de los cuales, aún, siguen siendo un debe.
Al abordar su postura sobre si el Mercosur es un obstáculo para Uruguay, por ejemplo, refiriéndose a esa competitividad de la que se ha hablado en varias oportunidades, expresó:“Tenemos que ser realistas. Nosotros entramos en un matrimonio con el Mercosur con la expectativa de que fuera una piedra de toque, un trampolín, para que juntos pudiéramos insertarnos en el mundo, lo que en la jerga se llama, un regionalismo abierto.
Eso es lo que hace la Alianza del Pacífico, la que tiene Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, con Europa, con Japón, con Corea del Sur, con China; tiene abiertos esos mercados que son los más importantes del mundo, con condiciones preferenciales. Por ejemplo: Chile tiene TLC con el 95% del producto mundial; casi que tiene una organización mundial de comercio propia.
A mí me hubiera encantado que Uruguay hubiera optado por la estrategia chilena; pero bueno, hicimos la opción del Mercosur, creyendo que iba a ser un trampolín, y no lo fue. Por muchísimos años fue un obstáculo, porque Argentina y Brasil son de los países más proteccionistas del planeta; sin embargo, estamos en este matrimonio del cual no es fácil salir, porque hay mucha producción importante del país que se destina a Argentina y a Brasil.
Lo que tenemos que aprovechar es una circunstancia que se está dando en la actualidad, donde, tanto el gobierno de Argentina como de Brasil, tiene una vocación mucho más integracionista y aperturista.
En el caso de Brasil, se viene dando porque el sector privado se dio cuenta que se estaban aislando del resto del mundo, y que si no se abren, se quedarán sin futuro, por lo que están comenzando a aplicar una dinámica de inserción más agresiva. Aclaremos que dicha postura viene desde antes del gobierno de Dilma Rousseff, y que se perfila, indudablemente, a la firma de un TLC con los Estados Unidos, que es el eslabón que falta.
Entonces; nosotros no solamente que nos tenemos que subir a ese carro, sino que tenemos que ser abanderados, líderes de la inserción del Mercosur en el mundo; tenemos que ser los que estemos a un nivel de propuestas estratégicas y de ideas, que nos permita liderar ese proceso”.
A raíz de su respuesta, recordamos un concepto que habíamos escuchado del periodista Andrés Openheimer, quien sostuvo que, mientras en Latinoamérica se discute por la ideología, en países como China, Singapur, Vietnam, se aplica el pragmatismo, y que esa es la razón de la gran diferencia entre ambos hemisferios. Le preguntamos al Dr. Talvi, si estaba de acuerdo con dichas apreciaciaciones; la respuesta fue rotunda: “No estoy de acuerdo con ese concepto; de hecho estoy en un profundo, total y absoluto desacuerdo. A mí que no me hablen de pragmatismo en un país como China donde hay un gobierno de partido único, donde hay una represión feroz, y donde los derechos humanos no se respetan. A mí no me importa el pragmatismo de esos lugares; que lo tengan ellos, felicitaciones. A mí me importa el pragmatismo de un país donde hay una democracia, un estado de derecho; donde la gente tiene posibilidades de disentir, de opinar, y por ende, donde los consensos son trabajosos.
Nuestro camino, no es el camino de los gobiernos autoritarios asiáticos; nuestro camino, es el camino de España, la que salió de una dictadura dura y se democratizó, con un proceso de construcción democrática que fue difícil, pero enormemente exitoso.
Después de construir una democracia vibrante, Felipe González, integrante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Presidente del Gobierno, decidió, estratégicamente, integrarse a Europa; tuvo feroces resistencias internas de quienes decían que esa integración liquidaría la identidad cultural española; tuvo resistencias de las empresas que decían que no podrían competir con la producción europea y, de quienes afirmaban que la integración europea, drenaría a toda la gente capaz, llevándosela a Alemania y a Francia.
No creamos que fue fácil. Pero hoy, España, de ser un país mediocre, de ingresos bajos para los conceptos europeos, es un país rico, vibrante, moderno, el que genera oportunidades; pero, esa integración, llegó después de la democracia.
Entonces; ese pragmatismo del que tanto se habla, es fácil en los países autoritarios. Ahora, en las democracias, donde hay que consensuar intereses contrapuestos, hay que ejercer un liderazgo firme, serio, que sepa a qué destino se quiere llegar y comprometerse con el mismo, obteniendo el mandato ciudadano, para legitimar ese liderazgo. Ese es el pragmatismo que me gusta, el que legitima la ciudadanía a través del voto, basándose siempre en la Constitución y la Ley. Es más; no concibo éticamente, que se le de legitimidad a este tipo de gobiernos, simplemente porque han tenido éxito en lo económico. Lo material es deseable, pero no es el único valor, hay otros valores que valen en sí mismos como la libertad, la democracia, la tolerancia y el debate civilizado, aunque tengamos que vivir un poco menos ricos; prefiero tener dichos valores y no trabajos esclavos, por ejemplo”.
De más está decir que, en la concordancia o en la discrepancia, valió la pena cada minuto que estuvimos siendo testigos de dichas conversaciones en las que se explicó la necesaria inserción del Uruguay en el mundo, y que el tema sigue tan vigente y latente en la realidad nacional, como en ese no muy lejano 2019.
Nos consta que el actual gobierno hizo lo posible, no dependiendo tan sólo de la voluntad nacional el lograr determinados resultados, sino que, muchas veces, y más en lo que refiere al ámbito internacional, dependemos, todavía, de la voz de aura de terceros. Queda un trecho largo por recorrer, el que, sea quien fuere quien gobierne en los próximos cinco años, deberá transitar con esmero y convicción, si se desea de verdad, insertar a nuestro Uruguay a paso firme de una buena vez en el mundo.