
Disculpen la interrupción en lo que se ha convertido una columna casi semanal, porque hoy, no vengo con ironías, teorías sociales disfrazadas de humor, ni reflexiones sobre la absurda realidad que nos rodea. Hoy me voy a permitir una pequeña licencia, casi íntima, casi blanda, un alejamiento de esa zona de confort que me he construido como un nido, pero es que hay fechas que te sacuden el teclado y te obligan a escribir desde otro lado.
Hoy, más que una columna, esto es una pausa. Una pausa emocional en medio del caos diario, una pausa que llegó en forma de cumpleaños, globos, torta con migas por todo el piso…y tres velitas que me hicieron ver el paso del tiempo con una claridad inquietante.
El más pequeño de la familia cumplió 3 años. Ese ser diminuto que ayer nomás era un proyecto de panza con pataditas, y hoy ya es un pequeño ser humano con opiniones, exigencias, caras épicas y una sorprendente habilidad para hacerse entender con casi ninguna palabra.
Tres años. TRES. Lo suficiente como para dominar el arte del enojo, pero también para decir «te a-mo» con esa vocecita que te hace olvidar que hace cinco minutos de alguna manera te sacó de las casillas.
Y como si eso no fuera suficiente para hacerme sentir el paso del tiempo como un tren bala sin frenos y en constante aceleración, este año las otras cumplen 6 y 14.
Seis. Ya sabe sin ningún problema armar argumentos para negociar, se esfuerza en leer alguna palabra, y ha descubierto el poder de acercarse y darte un beso como para bajar cualquier tipo de situación.
Catorce. Ya sabe que tiene razón en todo (o se lo intenta creer), siempre. Alguien que me ha convertido en una especie de figura decorativa con poder de Wi-Fi y transporte, y que dejó de dormir con la luz encendida para hacer pijamadas adolescentes todos los fines de semana.
¿Dónde quedó ese momento en que me quejaba por no dormir porque lloraban a la madrugada?
Los cumpleaños nos recuerdan que los hijos crecen en cámara rápida, y uno se va quedando viejo. Un día estás comprando pañales y al siguiente te están negociando situaciones como si tuvieran años de experiencia en retórica judicial.
Pero acá estamos, sobreviviendo al caos, al desorden emocional, y a los juguetes en el piso o en la cama que atacan de noche como ninjas silenciosos.
Feliz cumple al más pequeño de este hermoso clan. Y a sus hermanas, las que ya van camino a conquistar el mundo…o al menos a tener el control remoto del mio.