La incesante sangría del éxodo rural

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    Escuelas que se cierran y pueblos que van quedando vacíos.

    El éxodo del campo a la ciudad constituye una verdadera sangría en la que los niños y jóvenes, con sin oficio se van sumando entre quienes emigran hacia la ciudad en busca de mejores oportunidades, ya sea para estudiar, aprender un oficio o conseguir un trabajo mejor remunerado. En esta búsqueda no siempre se tiene suerte, pero al menos es la esperanza que los mantiene animados muchas veces. La escuela es de las instituciones que primero resultan afectadas porque se van quedando vacías.

    Emigrar del campo a la ciudad para continuar estudiando.

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    «Primero fui a la escuela en Paso Nuevo de Arapey, cerca de Guaviyú de Arapey (a unos 160 km de la ciudad de Salto), ahí éramos cinco alumnos y cuando estaba en segundo (año), la cerraron. Como no teníamos otra escuela cerca a donde ir, después de las vacaciones abrió de nuevo y ahí estuvimos un año más. Después la volvieron a cerrar y nos fuimos a la escuela Nº 52 de Cuchilla de Guaviyú”, comenzó comentando a EL PUEBLO Sara Ferreira.
    La situación que vivió nuestra compañera de redacción del sector agropecuario hace poco más de veinte años, se repite aún en la actualidad en aquellos niños que viviendo en el medio rural se encuentran ante la incertidumbre de lo que podrá suceder con sus escuelas, mientras ven como se vacía la campaña.
    Su testimonio, más allá del tiempo, es valedero aún en nuestros días y reflejo de que ese masivo éxodo del campo a la ciudad lleva ya muchas décadas y aún no ha habido ninguna política gubernamental que logre atraer y mantener a los pobladores del interior del país afincados en el medio rural.
    Ferreira, recuerda hoy con orgullo su niñez en el campo y sus años en la escuela rural, el largo recorrido de más de cinco km que hacía con su hermana a caballo para llegar temprano a la escuela de Paso Nuevo, así como la peculiar cotidianeidad de la zona y sus pobladores. Solo la turbulencia propia de la adolescencia le hizo querer ocultar por algún tiempo todo eso, al punto de avergonzarse ante sus compañeros de liceo de ir a la escuela a caballo. Es que el cambio del campo a la ciudad es uno de los momentos más difíciles para cualquier joven que debe alejarse de su familia con tan solo 12 años para adaptarse a la jungla de cemento. Sin embargo, el tiempo le hizo valorar su pasaje por la escuela rural y hoy recuerda estoica y entre risas con su hermana, cada vez que rememoran juntas esos tiempos.
    UNA HORA A CABALLO PARA LLEGAR A LA ESCUELA
    “La primer escuela a la que fui quedaba a unos cinco km de donde yo vivía y mi hermana me llevaba a caballo, ella era más grande y las dos íbamos a la escuela juntas. Entrábamos a las diez, almorzábamos y salíamos a las tres de la tarde, pero en verano íbamos de ocho a doce. En la escuela de Paso Nuevo estábamos bastante cerca y nos llevaba media hora llegar a caballo, pero la segunda escuela que quedaba en Guaviyú de Arapey teníamos una hora de viaje. Cuando llovía faltábamos. Una vez no me acuerdo por qué fue, nos quedamos una semana de pupilos en la escuela y fue horrible porque la maestra era muy respetada. Lo único que me acuerdo es que no me gustó quedarme ahí”, contó Ferreira entre risas.
    “En mi salón (de la escuela de Paso Nuevo) estaban todos los niños de los diferentes niveles, éramos cuatro alumnos y la maestra ponía un poco de tareas a cada uno y así nos iba enseñando. En la escuela Nº 52, éramos como 50 alumnos y en mi salón estaba tercero, cuarto, quinto y sexto año. Había un maestro para todos los niveles. Eso es todo un tema, porque la maestra rural debe estar en todo para todas las clases, algunas escuelas tienen dos maestras, pero la mayoría tienen una sola”, puntualizó sobre su experiencia en una escuela rural.
    Sobre las expectativas para un niño rural que quiere continuar estudiando, Ferreira señaló que su camino es emigrar hacia un pueblo próximo donde hay liceo o de lo contrario venir a la capital.
    “En nuestro caso, yo me fui a Rivera, después vine a Salto y después estuve un tiempo en el liceo rural de Masoller. Ahora es diferente porque hay ómnibus y no tenés la necesidad de irte tan lejos. Cuando yo estaba afuera, el liceo más cerca que tenía era en Valentín y ni siquiera tenía un lugar para quedarme ahí. Es feo tener que irte, más para uno que vive afuera, porque te criás mucho con tus hermanos y tus padres y nosotros que vivíamos en una estancia no teníamos contacto con mucha gente de otro lado. Todo lo que fuera ajeno a la estancia y a la escuela era desconocido para nosotros y fue muy difícil. Pasar de esa escuela rural donde nos conocíamos todos al liceo fue muy feo, uno extrañaba mucho”, recordó.
    “A mi me daba vergüenza decir que iba a la escuela a caballo y que había ido a la escuela rural y muchas gurisas se burlaban. En cambio los varones a la salida se peleaban por ensillarnos el caballo porque éramos las únicas que íbamos a caballo, y eso a veces cuando nos acordamos con mi hermana nos causa mucha risa. Durante la adolescencia fue feo, sufrí bastante, pero hoy no lo veo así, me siento orgullosa de haber ido a esa escuela y de todo lo que pasé porque me formó como soy”, agregó.

    Como maestra rural esperaba a sus alumnos con la estufa prendida en invierno para que llegaran y estuviera “calentito”

    Ya jubilada recuerda con alegría su trabajo como única maestra en la escuela 67 de pueblo Olivera

    Santa Lucía Gómez fue siempre maestra directora en escuelas rurales, ahora está jubilada y recuerda con alegría su trabajo en el campo.
    Empezó con 22 años en la escuela Nº 67 de Pueblo Olivera, a unos 120 km de la ciudad. Era unidocente con seis clases a su cargo, con un total de 60 niños. “En aquella época trabajé doble turno por el mismo sueldo, en la mañana atendía a los niños de cuarto a sexto año y en la tarde de primero a tercero. Para ser unidocente eran bastante niños, era el primer año que trabajaba y no tenía noción de nada, así que fue todo un desafío, pero me encataba”, comenzó diciendo sobre su labor en el medio rural.
    Gómez nació en Colonia Lavalleja y luego que hizo la práctica docente en escuelas de la ciudad se dijo para sí misma, “nunca voy a trabajar en la ciudad”, porque no le gustaba, para ella el campo era su lugar.
    “En aquella época en que empecé (1962) las maestras ocupábamos un lugar muy importante en el medio rural y no creo que eso haya cambiado. El alumno rural es algo muy especial y uno hace un poco de madre también, sobre todo en las escuelas que cuentan con niños pupilos”, agregó.
    Como docente, también trabajó en varias escuelas, todas del medio rural y siempre destacó el trabajo maternal de la maestra en la ruralidad.
    “Trabajé en la escuela de Paso Potrero, a unos 150 km de la ciudad., ahí eramos dos maestras, yo tenía primero y segundo y la maestra Clotilde Ferreria tenía las demás clases. En campaña el maestro es casi una institución, es muy respetado y los chiquilines lo aprecian mucho”, agregó.
    LAS DISTANCIAS EN EL MEDIO RURAL
    Una las mayores dificultades que deben sobrellevar quienes asisten a una escuela en el medio rural se encuentra la distancia. “Desde el transporte, la movilización, el estado de los caminos, todo eso es más difícil, para los alumnos y los maestros, porque como docente no podés especializarte o hacer cursos, sobre todo si estás muy lejos y venís cada tanto a la ciudad”, puntualizó.
    Gómez, se quedaba durante toda la semana en la escuela donde daba clases, “a veces venía solo a cobrar a la ciudad y me volvía enseguida”, comentó.
    Sin embargo, asegura que más allá del sacrificio que la maestra y los alumnos hacen, en lo demás, la gente responde muy bien y es muy lindo ser maestro rural.
    Su hija, Shelley, siguió sus pasos y también estudió la carrera docente. Fue maestra rural en la escuela Nº 29 de Estación Itapebí, pero solo un año. “Los caminos son intransitables, mi hija iba y venía todos los días y eso se hacía muy difícil y este año da clases acá en la ciudad”, señaló.
    ESPERABA A SUS ALUMNOS CON LA ESTUFA PRENDIDA EN INVIERNO
    Gómez, también fue maestra en Paso Potrero, en la escuela de Cuchilla de Salto, después en la escuela Nº 60 de Agronomía, en Termas de Daymán y en Colonia Rubio.
    “En Cuchilla de Salto eran pocos alumnos y tenía varios internos que se quedaban en la escuela toda la semana. Yo quedaba un poco como madre de ellos y por eso digo que el trato es más maternal. En la escuela Nº 60 cuando los chiquilines venían temprano y era invierno, como la escuela tenía estufa, yo los esperaba con la estufa prendida y así podían llegar y sentirse calentitos. Muchos llegaban antes que iniciaran las clases, llegaban a caballo, otros a pie, otros los padres los traían en algún carro y me gustaba esperarlos con un ambiente calentito”, comentó la maestra recordando sus años de trabajo.
    “CUANDO CIERRA UNA ESCUELA RURAL ES HORRIBLE”
    Finalmente, Gómez se refirió al cierre de las escuelas rurales. “¡Por favor! Cuando cierra una escuela rural es horrible. Uno ve como se va despoblando la campaña y sabe que siempre existió eso, porque hace muchos años que se ve ese éxodo del campo a la ciudad y además los padres siempre quieren que sus hijos puedan seguir estudiando”, concluyó sobre el tema.

    Nuestra hoy compañera de redacción Sara Ferreira junto a su maestra, hermano y otro alumno en la Escuela Rural de Guaviyú de Arapey
    Nuestra hoy compañera de redacción Sara Ferreira junto a su maestra, hermano y otro alumno en la Escuela Rural de Guaviyú de Arapey

     

     

    Vicente David Foucault González:“La educación de calidad debe estar presente en cada lugar que nos encontremos”

    Vicente David Foucault González es el actual Director de la Escuela No. 49 de Guaviyú de Arapey. Tiene 31 años de edad y empezó a desarrollar su actividad magisterial en el 2007.
    “Elegí la docencia por vocación y la valoro mucho, por lo que me tomo mi trabajo muy en serio y de manera profesional, tratando de dar siempre lo mejor” – nos comparte.
    Vicente David ha pasado por escuelas urbanas y rurales, posibilidad que le permitió descubrir que en el medio rural se puede hacer mucho y brindar una educación de calidad.
    “Soy un convencido de que no hay diferencias entre maestros , ni alumnos ya sean rurales o urbanos , por lo tanto la educación debe siempre apuntar a lograr calidad sin importar el lugar donde nos encontremos”.
    “LA IDEA ES TRABAJAR JUNTO A LOS NIÑOS Y SUS FAMILIAS”
    -¿Cuáles son las ventajas que fortalecen el canal de enseñanza – aprendizaje en el medio rural?
    -“Las comunidades rurales han cambiado mucho y también son parte de los cambios tecnológicos y sociales pero el hecho de radicar en la zona y vivir en la escuela nos brinda un plus que en la ciudad no lo tenemos.
    El contacto con el pueblo, con sus raíces y esa forma de vida nos dan la posibilidad de estar más cerca de los alumnos y atender mucho la parte afectiva.
    Tampoco la idea es borrar los límites entre el maestro como referente y el niño o la familia pero sí flexibilizarlos y trabajar juntos”.
    -¿Cómo describe al ámbito educativo rural?
    -”Desde mi experiencia personal he estado en escuelas que me siento cómodo y en ambientes que favorecen el aprendizaje.
    Hoy en día se cuenta con servicio de teléfono, conexión a Internet, computadora, entre otros. Aunque se que también existen otras realidades.
    -¿Cuáles son esas realidades?
    “En cuanto al traslado de los niños, aún hay alumnos que realizan grandes recorridos pero con el sistema de MEVIR, generalmente los centros poblados están cercanos a la escuela.
    Respecto a otras realidades… es conocido que el campo se está despoblando y es una realidad.
    Ello lleva al cierre de escuelas pero se necesitan medidas de fondo que escapan a la realidad del docente; políticas públicas que impliquen que la gente se quede en el campo”.
    -Alguna anécdota que lo haya marcado para compartir…
    “En este momento lo primero que se me viene a la mente son los días de temporales con crecida de arroyos, que muchas veces pasamos porque el ómnibus no deja de hacerlo para cumplir su recorrido y nos arriesgamos a que pueda suceder cualquier cosa.

    La escuela Nº 41 de Cambará de Arapey está en proceso de cierre porque no tiene alumnos

    El campo se vacía. El éxodo a las ciudades se mantiene desde hace muchos años, tras la búsqueda de mayores posibilidades de trabajo y un mejor futuro. Cada vez hay menos niños en el medio rural y eso se nota. Este año, dos escuelas rurales del departamento se encuentran carentes de alumnos y de continuar así no se descarta el cierre definitivo de dichos centros educativos. Se trata de la escuela Nº 41 de Cambará de Arapey, que no tiene niños y la escula Nº 77 de Paso Valega (Mataojo), que solo tiene un alumno. Según informó a EL PUEBLO, el Inspector Departamental de Primaria, Oscar Aníbal Pedrozo, no hubo inscripción de alumnos en la escuela de Cambará de Arapey y por lo tanto las autoridades de la educación estudian su cierre. Mientras en la ciudad el inicio de un nuevo año lectivo se cumplió con total normalidad, la escuela de Cambará de Arapey se quedó sin alumnos y en estos días, las autoridades de Primaria tenían previsto una reunión con los vecinos de la zona para analizar la situación. En Salto hay 97 escuelas en todo el departamento, de las cuales 60 de ellas son rurales y 37 pertenecen a la ciudad, con un total aproximado de 1800 docentes.
    ESCUELA DE CAMBARÁ DE ARAPEY EN PROCESO DE CIERRE
    En cuanto a la situación de la Escuela No. 41 de Cambará de Arapey a poco menos de 250 km de la ciudad de Salto, próximo al límite con los departamentos de Artigas, Rivera y Tacuarembó, el inspector confirmó que la misma está en proceso de cierre porque no se ha inscripto ningún alumno este año. Se realizó el correspondiente censo policial y el director de dicha escuela realizó visitas en la zona y no detectó ningún alumno para que concurra allí.
    Esto motivó a que Primaria comenzara con el protocolo de cierre de ese centro educativo. Por otra parte, en lo que respecta a la Escuela No. 77 de Paso Valega, que tiene a una sola alumna inscripta, el inspector afirmó que si la niña continúa concurriendo a la escuela, esta permanecerá abierta. “Cuando se registran bajas matrículas se analizan minuciosamente las situaciones con las familias, las propuestas educativas que se pueden llevar adelante. Nuestra idea no es cerrar escuelas porque son centros culturales que tienen valor en las distintas zonas. Siempre se busca que el centro cultural, que es la escuela, se mantenga” , subrayó Pedrozo.

    Escuela de Cambará de Arapey. Una de las dos que ha quedado sin alumnos en el departamento.
    Escuela de Cambará de Arapey. Una de las dos que ha quedado sin alumnos en el departamento.

    7 años de experiencia en las escuelas rurales: Maestro José Luis Sena Gordillo: “Es una experiencia recomendable”

    José Luis Sena Gordillo tiene 35 años y ejerce como docente desde el año 2009. Me recibí el 17 febrero de 2009 y el 25 de marzo estaba trabajando en la escuela No. 52 por todo el año. “Este es el noveno año de trabajo y 7 años fueron en el medio rural. Una experiencia totalmente recomendable” – manifestó. Este año el Maestro José Luis Sena fue designado para dar clases en la Escuela No. 41 de Cambará de Arapey, que se encuentra en proceso de cierre, por no registrarse allí inscriptos. El docente informó que por consiguiente, durante el mes de abril se reajustará su cargo. Maestro por elección vocativa, José Luis Sena está convencido que el medio rural permite abordar cosas que en el urbano no lo puede desarrollar. He convivido con niños y niñas en calidad de pupilos y ello permite otro vínculo y que nos preocupemos por aspectos de las personas que quizás en otras circunstancias, no lo haríamos”.
    -¿En qué aspectos le han enriquecido estas experiencias?
    -“Cómo docente, nos permite abordar varias clases a la vez, multigrado y ello hace adquirir experiencia a la hora de abordar los contenidos. Y como personas a ser más humanos… preocuparnos por los demás y no sólo ver a los niños y niñas como sujetos que hay que llenar de conocimientos sino concebirlos como seres integrales y diversos y sobre todo preocuparnos por sus emociones esas que hacen que el niño o niña cultive su propia esencia. Ello no quita que queramos a las escuelas y no nos preocupemos de los aspectos que hacen a una institución educativa”.
    -¿Cómo es la situación actual en cuanto a las infraestructuras y posibilidades de traslado que tienen los escolares?
    -“Las escuelas hoy en día cuentan en su mayoría con buenas infraestructuras debido a la buena gestión de los docentes y de las comunidades para mantenerlas. En cuanto al traslado… muchas escuelas cuentan con dificultades y es por eso que algunas tienen pupilos ya sea porque no pueden trasladarse diariamente o por temas laborales de los adultos responsables”.
    -¿Cómo es la respuesta de los vecinos allegados a los centros educativos?
    -“Muy buena… siempre dispuestos a colaborar ya que sienten como suya a la institución y lo es, ya que los maestros estamos de paso”.
    -¿Qué cuestiones aún para resolver?
    -“Desde mi experiencia cuestiones edilicias que muchas veces las resuelven las comunidades. Recursos para el abordaje y desarrollo de nuestras prácticas aunque debemos reconocer que el docente uruguayo se las ingenia para dar clase sea donde sea y como sea. Pero debemos luchar por mayor calidad. Y como docentes debemos garantizarlo. Más hoy que existe un programa único.
    -¿Cómo es el perfil del alumno rural?
    -“Sumamente dispuesto, solidario, curioso, respetuoso. Con ganas de superarse y debemos romper el mito de que por el «medio» no puede acceder al conocimiento, es un derecho.
    ¿Qué expectativas se ha trazado para este año?
    -“Todas, desde donde me toque estar siempre tratar de dar lo mejor ya que concibo que los niños y niñas sobre todo deben ser tales y felices, que sientan ganas de ir a la escuela todos los días”.

     

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