El atentado contra la Fiscal de Corte Mónica Ferrero expone las contradicciones de la política, el poder y la fragilidad del vínculo entre justicia y sociedad en Uruguay.
La presente situación acontecida en torno al atentado perpetrado contra la máxima autoridad del Ministerio Público, la Fiscal de Corte, Secretaria General y Procuradora General de la Nación, señora Mónica Ferrero, plantea un escenario discursivo y disruptivo que tensiona el principio de seguridad institucional y vulnera el vínculo intersubjetivo entre el sistema de justicia y la sociedad.
Que Uruguay experimente un atentado con granada dirigido a una figura emblemática del Ministerio Público alarmó no solo a los operadores jurídicos, sino que remece las entrañas mismas de una democracia que esperaba estar blindada contra semejantes embates.
Recordemos que la escalada de violencia y la transformación del país en un centro de acopio y distribución de drogas no son fenómenos nuevos.
Pero claro, al otro lado están los políticos —esas criaturas excelsas que, cuando no están discutiendo si la seguridad es cosa de izquierda o de derecha, se unen para salir a la foto, a la crítica retórica y a las frases hechas: “un antes y un después” en la historia nacional, palabras que con el tiempo se vuelven etiquetas gastadas y que son parches que tapan un sistema que hace tiempo perdió la brújula.
Así, mientras los ciudadanos comunes, esa gran mayoría que ve cómo sus barrios se llenan de miedo y destrucción, quedan a la intemperie, las élites políticas se refugian en su teatro de negociados y alianzas efímeras.
La paradoja uruguaya se expresa en que la Casa de la Justicia pueda ser atacada con impunidad, y que una recuperación real pase por mejorar la protección y el compromiso institucional, no solo de los fiscales sino de un sistema preso de sus propias contradicciones.
La justicia no es un lugar ni un edificio, sino un vínculo vivo y fragilísimo entre la ley y quienes la aplican, así como entre éstos y la comunidad a la que deben servir.
En el episodio Ferrero emerge una metáfora potente: un país tan pequeño y tranquilo en apariencia, que hoy enfrenta un enemigo tan poderoso que desborda fronteras y tiempos, como el narcotráfico.
Nosotros, los abogados, estamos llamados a la justicia que se juega siempre en el filo entre la esperanza y la desilusión, entre la palabra y la granada.
Hasta la próxima semana.
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