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jueves, 5 de junio de 2025
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¿La Cultura es gratis?

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Diario EL PUEBLO digital
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El martes falleció Enrique Cesio, el escribano, periodista, profesor, escritor. Creemos que aún Salto no ha tomado noción de la dimensión de todo lo que hizo por Salto este hombre. Es cierto que fue declarado Ciudadano Ilustre y que una calle lleva su nombre; pero estamos seguros que la mayoría de los salteños no tiene una noción completa de su obra. Esa obra pasa por haber sido un decisivo impulsor de la Universidad de la República en Salto, de la Represa de Salto Grande, de la Educación en el más amplio sentido de la palabra (por ejemplo desde sus clases, desde la primera comisión de la Asociación de Profesores de Secundaria o desde la Dirección de Diario EL PUEBLO), de las más diversas asociaciones y grupos culturales (Sociedad Italiana, Comisión de Casa Quiroga, Asociación Marosa…), de la dirigencia gremial y de instituciones deportivas, del Centro Comercial, y tanto…y tanto más. No podemos olvidar que fue buque insignia también en la política local, llegó a ser diputado y pieza clave (aunque algunos lo olviden) en la transición que se dio hacia el primer gobierno de izquierda que tuvo este departamento (2005, con Fonticiella sustituyendo a Malaquina).Y como si fuera poco, están también todos sus libros: Ese Otro, Una historia en común, Mostradores Italianos, Memorias ilustradas, Todo o Nada y viceversa, En el carro de Elías, entre otros.

Yo podría hablar también de todo lo que compartí con Cesio. En ese caso tendría que hablar de “Quique”, como solía llamarlo. Él me abrió las puertas a varias de las asociaciones que mencioné. Él presentó mi libro Nomenclátor de Salto en 2006. Él me convocó a su casa, en 2017, para pedirme que le presentara su única novela…En fin.

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Solo una cosa más diré antes de darle la palabra: el puñado de gente que te despidió en el Cementerio el miércoles, no es para nada representativo de todo lo que hiciste por Salto, Quique. Es más, creo que había muy pocos de los que propusieron declararte Ciudadano Ilustre y que una calle se llamara como vos. Es que todo cuesta, Quique, nada es gratis. Como el mejor homenaje a quien escribió tanto es leerlo, lo leemos:

¿LA CULTURA ES GRATIS?

Hace tiempo y en diferentes situaciones, sea charlas de café, rondas familiares, actos culturales, mesas redondas o cursos, el tema del costo de la formación de cultura, es motivo de debate, intenso y apasionado. A su vez, encierra la definición de qué es cultura. Entonces la cuestión va desde si el partido de la tercera B de Calamuchita es con entrada paga, hasta si los precios de los grandes espectáculos, suponen una fuerte discriminación por sectores económico-social.

Esta nota pretende solamente instalar el tema a nivel de una ciudad como Salto, o si se quiere de un país como el nuestro, sin olvidar que el contexto es internacional. Entonces, se puede empezar por señalar si aquí ha habido manifestaciones culturales de importancia. La respuesta es afirmativa. Salto cuenta con escritores de talla internacional; de plásticos de gran categoría; de músicos de destaque; de arquitectos comparables a otros de la zona con gran calidad. También ha sido –generación tras generación- sabia sociedad conservadora de sus elementos más preciados. Tiene un Teatro notable y varias salas aptas para diversa cantidad de público, como el Ateneo, la Sociedad Italiana, el Aula Caffaro y otras. Incluya el “Víctor Lima”.

Es el departamento -salvo la capital nacional- con mayor número de Monumentos Históricos Nacionales. La estatuaria, incluyendo la plaquetería, es de buena calidad y número.

Cuenta con una Biblioteca Municipal de buen contenido y servicio. La intendencia dispone de una Banda y un Coro, de un Conservatorio y ofrece talleres de distintas disciplinas.

Por si eso fuera poco, `posee Museos de notable valor. El de Artes Visuales “María Irene Olarreaga Gallino”, inimitable por edificio y acervo; el del Hombre y la Tecnología “Néstor Minutti”, adosado con el de Arqueología y Ciencias Naturales, el 18 de julio, para muestras temporarias; El Histórico;(en restauración); el del Río Uruguay e incluso la Casa del Patrimonio.Ni que hablar de la Casa Quiroga.

El primer cuestionamiento viene sobre su uso. No hay estadísticas completas pero se puede afirmar que el uso de todos y cada uno de esos bienes; o el aprovechamiento de los servicios disponibles, es bajo en comparación a las posibilidades. Alguna vez pruebe de ir a alguno de los Museos un día hábil en horas abiertas al público. Puede ser recibido con el espectáculo de los funcionarios corriendo a prender las luces, porque es tan poco habitual la visita que con razón, se ahorra en energía. Puede ser que no se admire de eso, si no de que sea el único visitante. Una encuesta sobre el conocimiento de todos esos sitios por la población local daría números alarmantemente bajos.

Las salas no tiene el aprovechamiento adecuado. E incluso es discutible qué tipo de espectáculos se hacen en cada una. Es sabido que alguna minoría se queja de que no puede asistir a toda la oferta (sea pública o privada) porque se agolpan el mismo día. Es cierto, pero el mercado de asistentes, con optimismo no sobrepasa algunos pocos centenares de interesados.

Así que aunque fuera gratis y aunque hubiera mayor oferta, tampoco la demanda sería demasiado grande. Hay excepciones: la sala de mayor aforo se llena con ciertos espectáculos con entradas de mil pesos o más.

Después de todo eso, no parece sencillo saber qué valores culturales se deben conservar y si para ello hay que modificar el criterio de la gratuidad. Porque gratis es entrar a todos los museos; porque gratis son muchos espectáculos y actos culturales. Sin embargo, todos ellos cuestan. Limpieza, funcionarios, gastos de luz y materiales imprescindibles, haya o no función; haya o no asistentes, están incluidos en la plantilla presupuestal pública y en la de las instituciones privadas. Para la Intendencia es un drama decidir en cada presupuesto, cuanto queda para lo cultural .muchas veces enfrentado a la opción de otros gastos en servicios esenciales.

Hay ejemplos de situaciones que cambian. La transformación de la producción y ocupación del teatro Solis tras su restauración, es uno de ellos. Otro, es la transformación cuasi instantánea del público del ballet del SODRE, a la llegada de Julio Bocca. ¿Es eso posible en nuestro medio?

¿Es posible cobrar una módica entrada a los museos? Es una pregunta para promover la reflexión. Otro rubro que se explota a nivel mundial es el del mercadeo en los museos, con réplicas de sus cuadros o estatuas; de librerías, de reproducciones de edificios significativos, etc etc. El ejemplo de que funciona es que a través de esos objetos (siempre accesibles en su costo) los viajeros cumplen con aquello de traer el regalito de viaje.

Solicito simplemente el análisis del tema y sus derivados, para comprobar si aplicar algunas tarifas o hacer mercadeos, ayudarían al mantenimiento o la promoción cultural. Porque entre otras cosas, a los artistas hay que pagarles para que vivan de lo suyo y a los gobiernos-de cualquier jerarquía o a las entidades culturales- es menester darles recursos genuinos.

Vale la pena porque en mi modesto concepto las civilizaciones trasmiten muchas cosas, pero las herencias mejores son las culturales, superando a los modelos políticos, a los esquemas económicos y a las situaciones sociales. Las Pirámides quedaron para siempre, aunque no haya faraones; los palacios europeos están ahí, aunque no haya más reyes con poder absoluto; Machu Pichu o las ruinas mayas, continúan en pie, aunque se hayan extinguido sus imperios. La lista es interminable.

¿Cuánto, a quién y cómo debemos hacerles pagar por la cultura?

(Artículo extraído de la Revista Cultural -digital- Ateneo, 2014)

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