Dicen que el arte es un reflejo de la sociedad. Y si eso es cierto, entonces estamos viviendo en un espejo retrovisor: lo único que vemos es lo que ya pasó. En la actualidad, si una película no tiene al menos una precuela, dos secuelas, una serie derivada, una reversión animada, y un musical para TikTok, directamente no existe. Hollywood ya no estrena historias, estrena recuerdos.
Sí, claro, hubo un tiempo en que los guionistas inventaban cosas. Pero eso fue antes de que descubrieran que lo más fácil es sacarle jugo a una naranja seca. Hoy en día, si alguien propone una historia original, lo mandan a terapia. No es negocio. Lo que da plata es ver a Darth Vader de chiquito llorando porque no lo dejaron jugar con su sable láser o descubrir que el primo de un secundario de “Breaking Bad” en realidad vendía galletitas antes de entrar al narcotráfico.
Tomemos ejemplos actuales:
“Batman” ya tiene como cinco versiones en diez años. Nos falta que hagan la precuela de la precuela y que se titule: “The Baby Batman”, donde veremos a un Bruce Wayne aprendiendo a gatear entre murciélagos.
“Toy Story 5” viene en camino. Andy ya tiene nietos, y Woody está en rehabilitación para superar su dependencia emocional a los niños.
“Rápido y Furioso x10” si, vuelven más rápidos, más furiosos, y con autos más modernos….suena repetido pero no lo es.
Y claro, “Friends”, “The Office”, “Harry Potter”, todo vuelve. Pero nada cambia.
La gran pregunta es: ¿por qué?
¿Falta de creatividad? ¿Pereza narrativa? ¿Una fórmula que dice “si funcionó una vez, exprimilo hasta que no salga nada”? ¿O será que nosotros, como público, nos aferramos a lo conocido porque lo nuevo nos da “cosita”?
Quizás lo más triste es que ya ni siquiera exigimos ideas frescas. Con que pongan un título conocido y una música nostálgica, compramos entrada. Total, los que ya vieron alguna “versión original” se van a encantar de ver nuevamente lo mismo pero en otro formato, como por ejemplo: hagamos de las películas animadas películas con actores reales, y el resultado es “Lilo y Stitch”, “Cómo entrenar a tu dragón”, etc.
En resumen: parece que estamos atrapados en un bucle narrativo donde el riesgo creativo es reemplazado por el confort del “ya visto”. Y no, no es que falten ideas. Lo que falta es valor para apostar por ellas.