back to top
25.1 C
Salto
miércoles, diciembre 3, 2025

La 33 entrevistas de la 33: María Luisa de Francesco: un domingo con literatura infantil

- espacio publicitario -
Diario EL PUEBLO digital

María Luisa de Francesco, nacida en Misiones y radicada en Salto hace más de treinta años, es escritora, narradora y formadora especializada en literatura infantil y juvenil. Fue referente del Plan Nacional de Lectura y de la llamada “Biblioteca Infantil” de la Biblioteca Nacional, desde donde impulsó proyectos para acercar los libros a niños, jóvenes y mediadores.

Autora de más de dieciséis títulos publicados en Uruguay, Argentina y Colombia, su obra explora la memoria, la identidad y la imaginación. Su libro más reciente, Todas las abuelas, rescata la voz y la herencia de las mujeres mayores como guardianas de historias familiares y comunitarias.

De Misiones a Salto, una jornada que permite entender a Quiroga en toda su expresión

De Misiones a Salto hay un largo recorrido, un cruce de caminos con el maestro Quiroga. Ojalá me lo hubiera cruzado en otro tiempo; cuando nací él ya era famoso. No fue un autor inculcado en mi casa: lo encontré, y después vine a vivir a su ciudad. Él había vivido a pocos kilómetros de donde yo nací, así que fue un cruce en el tiempo y en la distancia.

- espacio publicitario -SOL - Calidez en compañía

Hoy vivo a metros del Museo Quiroga. El cuento quiroguiano siempre me fascinó por la sencillez del relato, la profundidad, la invocación al amor, la muerte y la locura —kafkiano también— y porque es cuento corto, género que me gusta mucho.

Mi recorrido fue largo: de Misiones a la Mesopotamia argentina, dos años en la Patagonia —de ahí salió Mi Paradisíaco Cinco Saltos, sobre un pueblito del sur—, luego Buenos Aires para la secundaria y la universidad y, después, Uruguay en tiempos muy duros. Siempre fue un camino lleno de letras, que me acompañan a pesar de la edad. Tengo 71 años, nací en 1954, y a los 11 escribí mi primera obra de teatro para el colegio de monjas.

Salto Grande es energía, talento y desarrollo

Desde entonces no he parado de escribir. Ha sido un camino largo y un hermoso encuentro con Quiroga y con este museo tan cercano. También con este Salto que él vivió: nació aquí, intentó ser ciclista, trazó sus primeras palabras. No sé si es destino o causalidad, pero es un encuentro que me marcó.

Con Alejandro Pignataro y Pablo Márquez

¿Qué significó para vos trabajar tantos años en el Plan Nacional de Lectura y en la “Biblioteca Infantil” que, como decís, no es tal, sino una sala adaptada?

Sin duda que el hecho de que me nombraran referente del Plan Nacional de Lectura, en 2010, fue un cambio sustantivo en mi vida. Representar al Plan en Salto y en el norte fue un orgullo; al principio éramos solo dos referentes al norte del Río Negro, donde muchas cosas se opacan en este país tan chico.

Trabajé 15 años en el Plan. En los segundos 5 años pedí un convenio para hacerlo desde la sala de la biblioteca infantil. Me parecía un lugar fundamental: los niños debían conocerlo y sentirlo como propio, porque es una biblioteca pública. Siempre les decía: “¿ustedes saben de quién es esta biblioteca?”. Y respondían: “tuya”. Ahí aclaraba: “no, es de ustedes”.

Ese fue el inicio de mi trabajo como mediadora de lectura, apoyado por los cursos de Mediación de Lectura y de Escritura Creativa que realicé en la Universidad de Córdoba entre 2004 y 2012. 

La sala, en realidad, no es una biblioteca infantil en sentido estricto: no tiene nombre, ni propuestas específicas, ni profesionales especializados. Intenté suplir esas carencias dictando cursos y talleres para maestros y primera infancia, ofreciendo la hora del cuento, recibiendo a niños de escuelas públicas y privadas, y organizando actividades para atraer lectores jóvenes.

Creo que dicté más de seis cursos anuales, formé personas en lectura expresiva y recorrí escuelas rurales con apoyo de la Intendencia, llevando cuentos, títeres y teatro. Durante dos periodos de gobierno del Frente Amplio, mientras el Plan estuvo activo, llegué a recibir hasta 1.500 o 2.000 niños por mes en la biblioteca.

Hicimos canciones, poesía, susurradores, cuentos por la paz, celebraciones de estaciones, del verano y del invierno, el mes de la poesía, el mes de los cuentos para reír. Cada mes tenía algo distinto. Siempre tomé la literatura infantil como lo que es: un goce estético, no un recurso pedagógico.

Sos experta en LIJ, mediadora de lectura y escritura creativa y narradora oral. ¿Cómo dialogan esas tres facetas con la ciudad?

Empecé en los años ochenta, luego de recibirme como experta en literatura infantil en Montevideo, con el primer club de narradores de la Biblioteca Municipal de Salto, durante el gobierno de Malaquina. Desde entonces me dediqué a fomentar la lectura, a ser mediadora y a escribir, trabajando en escuelas, liceos, UTU, colegios privados, el Instituto de Formación Docente y también como bibliotecaria en Crandon Salto por 16 años.

Encontré siempre gran receptividad, porque había una necesidad: los maestros y profesores saben de literatura infantil, pero están limitados por programas, tiempos y planificación. El mediador externo, en cambio, tiene más libertad para proponer, llevar cuentos y crear vínculos entre los niños y los libros.

Muchos docentes se interesaron, asistieron a conferencias, hicieron cursos conmigo —fui tutora virtual del MEC durante seis años en mediación de lectura— y valoraron este trabajo. En todos los ámbitos donde estuve, la acogida fue muy buena.

¿Cuáles considerás que son tus publicaciones más significativas y qué proyectos literarios tenés actualmente en marcha?

Es difícil elegir un libro, pero tengo un cariño especial por Primas, donde retraté la adolescencia de mujeres en los sesenta y setenta; se publicó en Colombia con éxito. También valoro mucho Todas las abuelas, inspirado en mis ancestras y en lo que atravesaron para que yo hoy esté aquí; fue un libro que disfruté escribir y presentar.

Otro de mis favoritos es Mujer Pirata, pensado para niñas y niños, con una protagonista distinta: ni princesa ni hada, sino una pirata. Lo escribí en verso y lo llevé a escuelas y hospitales con el grupo Las que cuentan, viendo cómo lo disfrutaban los chicos, que son mis jueces más sinceros.

Recuerdo además Mi paradisíaco Cinco Saltos, sobre un pequeño pueblo de la Patagonia. Aunque allí nadie lo conocía, en Salto tuvo una sorprendente recepción entre jóvenes: el libro se agotó y me sorprendió la fuerza con que lo adoptaron. Y ahora tengo en proceso un libro para niños pequeños, con bichitos, y dos para adolescentes: La historia de un sándwich caliente y otro de cuentos aún sin título.

A lo largo de tu carrera, ¿qué descubriste sobre la manera en que los niños y jóvenes se relacionan con la literatura?

Es una pregunta muy interesante. Creo que cuando a niños y adolescentes se les ofrece buen material, reaccionan bien, pero no siempre tienen acceso a él porque las decisiones suelen ser pedagógicas y vienen “desde arriba”. Una cosa es enseñar idioma y literatura, y otra muy distinta es generar el gusto por la lectura. Para que lean por placer, hay que darles lo que les gusta, lo que buscan por edad, no solo lo que marca un programa.

Mis mayores aciertos han sido en la primera infancia, incluso desde el embarazo, contando y cantando a los bebés. También leer mucha literatura infantil y juvenil me permitió elegir mejor los libros para cada público. Claro que también tuve desaciertos, cuando lo que narraba no despertaba interés.

El problema es que se confunde enseñanza de literatura con mediación de lectura, y muchos docentes no reciben formación específica en literatura infantil y juvenil. Apenas conocen lo mínimo, y pocos autores sudamericanos. Eso debería revisarse no solo en Uruguay, sino en toda Latinoamérica, donde los docentes y bibliotecarios señalan la misma carencia.


En tu experiencia, ¿qué papel cumple la literatura en la política? Me refiero específicamente a la batalla por controlar el relato.

En un curso que dicté lo titulé El estímulo a la lectura en la primera infancia: una cuestión poética y política. Es poética porque lo primero que percibe el niño son las nanas, rimas y canciones. Y es política porque requiere voluntad y recursos: bibliotecas con personal calificado en mediación, especialistas en literatura infantil, narración oral y lectura expresiva, con sueldos dignos y libros adecuados.

No basta con los envíos oficiales ni con libros carísimos del exterior; también debemos valorar a nuestros autores locales y sudamericanos, porque ahí está nuestra identidad. La literatura infantil y juvenil no puede desligarse de lo político: hay que confiar en la capacidad de los niños para comprender la historia con un lenguaje apropiado e incluirlo en el canon.

Mirando hacia el futuro, ¿qué desafíos creés que enfrenta la literatura infantil y juvenil en Salto y qué futuro te gustaría?

El desafío de la literatura infantil y juvenil en Salto, y en Uruguay en general, es total. En más de 30 o 40 años he visto muchos proyectos en escuelas, liceos e institutos de formación docente, pero siempre aislados, impulsados por una o dos personas.

No existe una formación específica ni un centro especializado. Y lo lamento, porque este es el país donde vivo y en el que elegí pasar los últimos años de mi vida. La diferencia con Argentina es enorme, no por falta de escritores, sino porque allá hay institutos, asociaciones y centros de análisis como el CEDILIJ, que aquí no tenemos.

En Uruguay apenas unas pocas personas en Montevideo han intentado reunir autores y obras, pero siempre faltan nombres y esfuerzos quedan dispersos. El futuro que imagino —aunque lo veo lejano— es la unión de quienes trabajamos en literatura infantil y juvenil para crear un instituto o centro de estudios que analice y evalúe los libros, y ofrezca cursos de actualización permanentes a maestros y bibliotecarios.

La literatura infantil y juvenil no debe confundirse con pedagogía: la fábula y la moraleja ya no alcanzan. Los niños y jóvenes de hoy piden placer de lectura, no temas impuestos desde afuera. El futuro sería un instituto serio de formación de mediadores, un espacio de análisis riguroso de los libros, donde además los propios niños tengan voz.

Y aquí dejo algunas preguntas: ¿por qué en los concursos de cuentos o poesía para niños los jurados siempre son adultos? ¿Por qué nunca se escucha a los niños para decir qué libro les gustó más? ¿Por qué Salto no tiene una Biblioteca Infantil propiamente dicha? ¿Por qué Paysandú tiene una Red de 40 biblioheladeras y cuando me jubilé, dejé 4 y no hay más?

Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/e8a4
- espacio publicitario -Bloom