Lucia D’Angelo Spolita es Tec en comunicación y periodismo y encontró en las letras una forma de habitar y mirar el mundo.
1. ¿Por qué la literatura?
Crecí en una generación que estuvo al borde y en la lucha entre la computadora y el papel. La literatura fue mi primer territorio de libertad. De niña descubrí que un libro podía cambiar según mis ojos, que una historia releída nunca era la misma.
La Sinfonía de Mickey, con su tapa roja y sus páginas gastadas, fue mi primer viaje. Más tarde, mi padre apareció con una valijita llena de cuentos, uno por cada letra del abecedario y sin ninguna conexión entre sí: un mundo entero para explorar, cada vez que los releía descubría una nueva historia. Desde entonces supe que leer era jugar, imaginar y volver una y otra vez, sin agotar nunca la posibilidad de mirar distinto.
2. ¿Escribir es una forma de controlar los acontecimientos?
No sé si escribir es una forma de controlar los acontecimientos, pero sí de comprenderlos. Para mí, la escritura es un modo de atravesar las cosas, de traerlas al presente y poder analizarlas con cierta distancia.
Muchas veces escribo sin intención, solo para dejar que algo se ordene adentro. Después, al releer, descubro emociones o ideas que no había podido decir en voz alta.
Durante años llevé mis textos a terapia: escribir era mi forma de hablar. También hay fantasía, claro, invenciones que no me pertenecen, pero que me ayudan a explorar lo que podría haber sido. Escribir, en ese sentido, ilumina.
3. ¿Es fácil ser escritora?
Ser escritora puede resultar difícil si se piensa como medio de vida, porque exige constancia, tiempo y una entrega que no siempre encuentra recompensa. Pero si se habla desde lo personal, desde ese impulso que empuja a escribir, depende del deseo y de cómo una se vincule con las palabras.
Leo y escribo cada día intentando construir una voz con identidad, que se reconozca sin necesidad de firma. Cuando quedé ciega, sentí que esa parte de mí se había borrado: pasar del papel y la lapicera al lector de pantalla fue un proceso lento, casi una nueva alfabetización.
Volví gracias a Cala, mi primera perra guía, y a Wendy, la segunda. Todos los días parecen crear escenarios distintos para que pueda, inspirarme, sin hablar de ellas, compartir todo el día juntas, observarlas, acariciarlas, estar en presencia con ellas, siempre me trae una chispita, un cuestionamiento, un pensamiento, y es un disparador que me encanta y que me hace feliz, me regala instantes que son geniales.
4. ¿Cuáles son tus principales desafíos?
Siempre está esa necesidad que a veces ni siquiera es propia, sino del entorno, del otro, de decir: mirá que yo puedo hacer esto y lo puedo hacer bien. Esa presión de tener que rendir el doble para ser visto empobrece a la persona y al entorno. En mi caso, tengo una formación sólida, pero cuesta mucho poder ser vista en el campo laboral.
Se espera de mí una disponibilidad constante cuando se habla de inclusión, de discapacidad o de accesibilidad, como si siempre tuviera que estar lista para colaborar, participar o representar y, la mayoría de las veces, sin una retribución.
Y eso también es trabajo, tiempo, conocimiento y formación. Las oportunidades me las tuve que generar sola, con inestabilidad y también con libertad. Con Wendy, mi perra guía, y antes con Cala, aprendí a construir algo que me funcione y entendí que no es en solitario: el entorno también tiene que cuestionarse y acompañar.
5. ¿Tenés algún autor o autora preferida?
Me cuesta apegarme a un solo escritor. Si pienso en autores a los que siempre vuelvo, García Márquez ocupa un lugar importante. Me gusta mucho su manera de narrar, las descripciones tan vívidas y ese modo de abordar el amor, la soledad y la muerte desde distintas perspectivas.
Siento que marcó mi forma de imaginar y de razonar, no de manera lineal, sino más libre, más sensorial. A veces, cuando escribo o pienso algo, reconozco rastros de sus textos.
Actualmente, estoy leyendo mucha poesía de Lorena Pronsky, una psicóloga y escritora argentina con una sensibilidad enorme, y también vuelvo seguido a Idea Vilariño. Me alegra ver que hoy la literatura escrita por mujeres tiene más visibilidad y reconocimiento, algo que antes parecía impensado, y que podamos escribir desde nuestra sensibilidad sin pedir permiso.
6. ¿Y tu libro? Hablanos de él.
En julio, casi cumpliendo mis 29 años, tuve por fin entre las manos Mis ojos no eran míos, mi primer libro. Es una obra sobre mi vida con Cala, y también sobre la suya. Nuestras historias se entrelazan desde el amor, el dolor y la pérdida, pero el libro nace de una necesidad de transformar una experiencia dura en algo luminoso.
Quise que sirviera para repensar la discapacidad desde la primera persona, mostrar que va mucho más allá de una herramienta o un arnés, y que el perro guía ocupa un lugar profundamente humano.
Lo que pasó con el libro me llenó de gratitud: los primeros cien ejemplares se agotaron en menos de un mes y ya voy por la segunda edición. Cada lector lo vive distinto, y eso me conmueve. Agradezco también a Ernesto y a Serrana, de la Librería 33, por abrirme las puertas y acompañar esta historia.
Cala hoy atraviesa una enfermedad, y este libro es una forma de devolverle algo de todo lo que me dio. Es un gesto de amor, un intento de dejar registro de esa luz compartida.
7. ¿Estás trabajando en algún proyecto ahora?
En este momento tengo varios proyectos en marcha. Estoy escribiendo mi segundo libro, que será una novela de ciencia ficción. Todavía falta mucho para que salga al mundo, porque quiero disfrutar el proceso, seguir acompañando el recorrido de Mis ojos no eran míos junto con Cala.
También participo en la nueva edición de A Imensa Minoria 13: La Asamblea de la Intuición Sin Forma y eso me tiene muy entusiasmada. Nunca había participado en una revista que se realiza de manera colectiva entre artistas de varios países, así que para mí es un desafío y una oportunidad enorme de aprender, compartir y construir con otros.
Además, estoy participando en algunos concursos literarios y, sobre todo, aprendiendo a disfrutar: disfrutar el presente, el libro, las devoluciones, y esta etapa en la que me animé a abrir mis letras al mundo y dejar que otras personas también se encuentren en ellas.









