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domingo, noviembre 9, 2025

La vida y obra de Kintto Lucas, escritor y periodista nacido en Villa Constitución y radicado en Ecuador, trazan un recorrido ético y latinoamericanista que une memoria, política y literatura en la construcción de la Patria Grande.

Kintto Lucas, entre la palabra y la utopía, el escritor salteño que abrazó la Patria Grande desde Ecuador

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Desde Villa Constitución, en el norte uruguayo, hasta Quito, en las alturas andinas, la vida y la obra de Kintto Lucas han trazado un mapa de ideas, luchas y memorias que atraviesa las fronteras latinoamericanas. Escritor, periodista y político, Lucas ha hecho de la palabra una herramienta de transformación y de la literatura un puente entre ética, memoria y utopía.

EL RÍO, LOS CAÑAVERALES, LA CORDILLERA…

Kintto Enrique Lucas López nació en 1963 en Villa Constitución, departamento de Salto. Ese rincón del litoral uruguayo, entre el río y los cañaverales, marcó su infancia y su modo de mirar el mundo. Desde temprano, la curiosidad por las historias y la sensibilidad política se unieron en una misma vocación, contar y pensar América Latina desde sus heridas y sus esperanzas.

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Radicado en Ecuador desde 1992 —país que lo adoptó también como ciudadano por su aporte a la cultura—, Lucas construyó una trayectoria que combina tres dimensiones inseparables, la del escritor, la del periodista y la del militante político. En las tres, su voz se reconoce por una coherencia ética poco frecuente en los tiempos de los discursos veloces.

DE SALTO AL MUNDO ANDINO

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Su paso por la política no fue un desvío, sino una extensión de su pensamiento crítico. Fue Vicecanciller de Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa, cargo que ocupó entre 2010 y 2012, hasta su renuncia motivada por discrepancias con la orientación del gobierno respecto al Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Poco después, el presidente José Mujica lo designó Embajador Itinerante de Uruguay para la Integración, nombramiento que también abandonó por convicciones.

Esa coherencia, entendida como fidelidad a una idea de justicia y de independencia latinoamericana, atraviesa tanto su vida política como su literatura. Lucas nunca disoció la ética del pensamiento, su pluma —en los diarios, en los libros o en la diplomacia— siempre estuvo al servicio de un sueño común, el de la Patria Grande.

EL ESCRITOR QUE PIENSA LA HISTORIA

Autor de más de 25 libros entre poesía, narrativa y ensayo, Kintto Lucas ha desarrollado una obra que abarca el mapa emocional y político del continente. Títulos como Rebeliones Indígenas y Negras en América Latina, Caminamundos, Como en Aquelarre o El Naufragio de la Humanidad recorren las tensiones de identidad, las memorias de los pueblos originarios y los dilemas de un mundo globalizado que parece perder el rumbo ético.

En su poesía, como en su narrativa, late una búsqueda constante de sentido frente a la injusticia y el desencanto. Sus personajes —reales o simbólicos— transitan entre el exilio y la esperanza. Lucas escribe desde la experiencia del desplazamiento, desde esa condición de latinoamericano que se sabe en tránsito permanente entre utopías y fronteras.

UN LIBRO Y UNA PREGUNTA PARA PESSOA

Entre sus obras más personales destaca Enrique Lucas y una pregunta para Pessoa (2015), un libro donde la historia colectiva se cruza con la memoria familiar. Allí reconstruye la vida de su hermano, Enrique Joaquín Lucas López, un militante revolucionario uruguayo de los años 60, cofundador del Frente Estudiantil Revolucionario e integrante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros.

Enrique Lucas fue además fundador de la Junta de Coordinación Revolucionaria y llegó a dirigir el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia durante la dictadura de Banzer. Murió en Cochabamba, asumiendo la política —como dice su hermano— “como un manifiesto de la ética”.

El libro, atravesado por la emoción y la reflexión, es también una carta íntima en forma de ensayo. Su título evoca una frase del poeta portugués Fernando Pessoa: “El hombre es del tamaño de su sueño”. Esa sentencia funciona como hilo conductor de una obra que, más allá del duelo, indaga en el tamaño del sueño de toda una generación.

Kintto Lucas convierte la biografía en una meditación sobre la fidelidad, el sacrificio y la memoria histórica. El relato no se detiene en la nostalgia, interroga el presente desde las preguntas del pasado, recordando que los ideales no mueren, sino que cambian de forma.

RECONOCIMIENTO Y LEGADO

Por su trabajo en el periodismo y la literatura, Lucas ha recibido diversos reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (1990) y la Pluma de la Dignidad de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador (2004).

En Ecuador dirigió medios alternativos, promovió espacios de debate y se consolidó como una voz crítica frente al poder. Su mirada, sin embargo, siempre ha mantenido un eje común: la defensa de la dignidad humana y la integración de los pueblos latinoamericanos.

Su libro El Naufragio de la Humanidad condensa esa preocupación por el rumbo del mundo contemporáneo: un grito poético ante la indiferencia, la desigualdad y el desencuentro. En otro registro, Vivir es ser otro profundiza la pregunta por la identidad, el desarraigo y el ser político del sujeto moderno.

PALABRA, MEMORIA Y UTOPIA

Kintto Lucas pertenece a esa tradición de intelectuales latinoamericanos que no separan la escritura de la acción. Su obra, más que una estética, propone una ética, la de la palabra que asume responsabilidad ante la historia.

Desde su exilio voluntario en Ecuador, ha construido una cartografía de ideas donde Uruguay, Bolivia, México o Brasil no son países lejanos, sino capítulos de una misma historia inconclusa. En sus libros, América Latina aparece como un cuerpo herido, pero todavía vivo, que busca reconocerse en su diversidad y en su memoria rebelde.

Hoy, cuando los debates sobre soberanía, identidad y memoria vuelven a ocupar el centro de la escena, la figura de Kintto Lucas resuena como una invitación a pensar la política desde la ética y la literatura desde la conciencia.

El niño de Villa Constitución que soñaba con un continente unido sigue escribiendo desde Quito con la misma convicción: que la palabra, si nace del compromiso, todavía puede ser semilla de transformación.

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