La Justicia es cuando eres castigado por robarte el dinero; la justicia social es cuando eres castigado por ganarte el dinero
El ingreso solo puede ser distribuido por su legítimo dueño (es decir, por el individuo que lo ha generado o posee) y cualquier acción que implique la redistribución de este ingreso sin el consentimiento explícito del propietario es un acto ilícito.
No existe ninguna persona, ningún grupo de personas, ningún Estado, ningún colectivo que pueda transformar un acto que es inmoral en si mismo, en moral y legitimo; si yo no puedo quitarte la mitad de tu ingreso a la salida de tu trabajo porque si lo hago voy preso, tampoco pueden hacerlo 10 personas o 100 o 10.000; la muchedumbre y el cúmulo de personas no cambia la naturaleza del acto. Es inmoral con independencia de cuantas personas lo ejecuten. Punto.
El socialista no tiene forma de responder esto. Carece de argumentos.
El uso de términos como «redistribución del ingreso» o «políticas de bienestar social» no son más que eufemismos que intentan disimular la verdadera naturaleza del acto: la expropiación forzada del capital ajeno. En otras palabras, el parto y reparto no es otra cosa que un acto de violencia económica perpetrado por el Estado en contra de la gente, y no una herramienta legítima para corregir desigualdades sociales, porque, de hecho, no corrige nada, sino que genera aún más desigualdad.
Los únicos que pueden pensar que el Estado puede disminuir la desigualdad o combatir la pobreza son quienes viven de él: políticos, sindicalistas, burócratas o empresarios prebendarios; el resto de la sociedad sabe que todo sigue igual como siempre (el pobre sigue siendo pobre) a pesar de que cada vez se le saca más dinero.
Lo cierto es que el acto de reparto solo es moral si existe voluntad del propietario de repartir; esa es la única base legítima para la distribución de sus bienes. Cualquier intento de intervención por parte del gobierno o del colectivo es una flagrante violación de la propiedad privada.
En fin, la caridad que no es voluntaria no es caridad, es robo, sin que importe que el robo lo perpetre un encapuchado en una esquina oscura a punta de pistola o el Estado a través de la legislación fiscal.