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lunes, agosto 18, 2025
Columnas De Opinión
El VIejo Barbudo
El VIejo Barbudo
El Viejo Barbudo combina experiencia, ironía y un toque de nostalgia para retratar la realidad con pluma afilada. Amante de las historias bien contadas, se define como un cronista de lo cotidiano que no teme incomodar cuando la verdad lo exige. Su mirada, forjada entre lecturas, charlas de café y décadas de calle, le permite escribir con cercanía, pero también con la autoridad de quien ha visto pasar mucho y aún conserva la inquietud de preguntar por qué.

Jugar a la revolución con el sueldo asegurado.

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Otra vez el “Cholín” Gómez frente al micrófono, rodeado de compañeros, hablando de la lucha, la defensa, la organización, las asambleas, las alertas rojas y las comisiones de negociación. Todo muy épico, muy de barricada. Pero entre tanta consigna, uno no puede dejar de preguntarse: ¿se trata de defender a los trabajadores… o de asegurar su reelección en ADEOMS por enésima vez?

Porque a esta altura, el discurso ya suena más a programa de campaña que a reclamo sindical. “Nos vamos a defender unos a otros, no vamos a retroceder, el sindicato es nuestra gran herramienta”… ¿Y? ¿Dónde quedan los problemas concretos de los funcionarios, los que todos los días hacen la tarea sin cámaras, sin asambleas sectoriales, sin discursos inflamados?

El Viejo Barbudo escucha la arenga y no puede evitar pensar: en breve, si lo dejan, este muchacho se proclama presidente vitalicio. ¿Por qué no? Total, ya lo dijo él mismo en otra ocasión con un orgullo que rozaba la insolencia: “No hace diez años, hace quince años que no voy a mi puesto de trabajo, y no voy porque soy presidente de un sindicato”.

¿Eso es un mérito? ¿Eso es lo que deberían aplaudir los compañeros? ¿Acaso el “derecho sindical” es un pasaporte a la eternidad en el cargo, sin siquiera pisar el lugar de trabajo?

Y todavía hay más: adivine usted, lector, quién es el único al que no le descuentan el sueldo si no va a trabajar cuando hay paro. Sí, ya lo adivinó: el propio dirigente que arenga a parar. Los demás pagan el costo en su bolsillo, pero él no. ¿No es cómodo jugar a la revolución con el salario asegurado?

Preguntas sobran:

• ¿Cuántos de los que aplauden en las asambleas sienten que su sindicato los representa… y cuántos sienten que los usan de claque electoral?

• ¿Qué pesa más: el miedo al gobierno o el miedo a que Gómez pierda su trono sindical?

• ¿Y la ciudadanía? ¿Dónde queda el respeto al vecino que paga los impuestos y se encuentra con funcionarios en conflicto permanente?

El Viejo Barbudo sospecha que detrás del humo de la lucha hay un molino que nunca deja de girar: el de la campaña personal del presidente. Y si algo queda claro, es que en este sindicato, más que trabajadores organizados, hay un dirigente muy organizado… para seguir atornillado a su sillón.

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