Uno de los primeros elementos que se aconseja evitar –de hecho así se lo hace – cuando se trata de manejar periodísticamente casos de denuncias por violación, es la de exponer a la presunta víctima a pasar nuevamente por el trauma del hecho.
Esto es, se aconseja evitar pedirle a la víctima que recuerde los detalles del hecho porque de alguna manera, significa para él o ella, revivir su drama.
Un manejo consciente y responsable de la comunicación social indica que se debe evitar someter a la presunta víctima a un nuevo trauma.
Se trata más que nada de un concepto ético. Cuando no se busca el morbo y el periodismo amarillo que gusta detenerse precisamente en estos detalles, no hay lugar a duda alguna, puede informarse de los hechos, e incluso ilustrarse sin exponer a la víctima o presunta víctima.
No se trata sólo de aspectos que puedan estar jurídicamente establecidos y por lo tanto sujetos a una eventual sanción, sino de un manejo responsable de un medio de comunicación social.
Situación similar es la que rige cuando se trata de niños o adolescentes, dado que tienen derecho a proteger y reservar su imagen, pero hasta el momento los medios entendían que tratándose de niños o adolescentes de países lejanos remotos, era imposible que se los identificara y por lo tanto que se les causara algún daño al exponerlos públicamente.
Hoy, Internet mediante esto ya no es así. La informática ha acercado en este sentido a los lugares del planeta de tal forma que de hecho es posible acceder a una publicación digital prácticamente desde cualquier parte del mundo.
Esto obliga a ser más cuidadosos a cambiar el criterio que se ha sustentado hasta hoy y en particular, si la idea es proteger debidamente a los niños y adolescentes o cualquier otra presunta víctima de hechos dramáticos, no se debe exponer su imagen públicamente ni siquiera tratándose de personas radicadas en los confines de la tierra.
Nadie ignora que el manejo de la comunicación social en los medios de comunicación masiva no es una cuestión sencilla ni tampoco se da en blanco y negro, sino que tiene múltiples matices que vuelven más compleja la cuestión.
Los medios están obligados a competir y a despertar el interés de lectores, oyentes, o televidentes y muchas veces entienden que la mejor forma de hacerlo es cayendo precisamente en este mal manejo, que no respeta los valores éticos.
Por nuestra parte, somos partidarios de un manejo prudente, responsable, que permita satisfacer el derecho a informarse del lector, pero a su vez no dañe directa, ni indirectamente, a ninguna persona que tenga derecho a ser protegida de su exposición pública.
Alberto Rodríguez Díaz.