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lunes, diciembre 1, 2025

Iasa: valores, fútbol y familia en el corazón del barrio

En el corazón del barrio, con ese aire de familia que distingue a los clubes que nacen del esfuerzo y la pasión, la Institución Atlética Sud América (Iasa) viene creciendo paso a paso. Su proyecto en divisiones formativas es mucho más que una cantera deportiva: es una verdadera escuela de vida. En cada entrenamiento, en cada partido, en cada encuentro entre padres y jugadores, se respira compromiso, alegría y compañerismo.

El entrenador Romer Méndez, al frente de la categoría Sub 18 y ayudante en Sub 15, lleva adelante un trabajo que combina exigencia, afecto y valores humanos. Desde que llegó al club, encontró un ambiente distinto, cálido y colaborativo, donde el esfuerzo se comparte y los resultados se celebran entre todos.

Méndez cuenta que el grupo de trabajo es sólido, que los padres acompañan y que los jugadores han aprendido a convivir dentro y fuera de la cancha con respeto. “El compañerismo y el respeto dentro del plantel es algo primordial para nosotros”, afirma convencido de que la formación del deportista empieza por la persona.

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En la Iasa no se trata solo de ganar partidos. El objetivo es formar jóvenes con carácter, que valoren el esfuerzo, que aprendan a respetar las reglas y a trabajar en equipo. La institución apuesta a un modelo de formación integral, donde se fomenta la responsabilidad, el estudio y los buenos hábitos, entendiendo que el fútbol también puede ser una herramienta educativa y social.

Méndez resalta que el club mantiene una relación muy cercana con las familias y con el barrio. La colaboración de los padres es permanente: se organizan comidas después de los partidos, rifas, ventas de tortas y matinés para recaudar fondos. Todo sirve para que los gurises tengan su indumentaria completa, para que no falte un juego de camisetas o un par de championes. Los comerciantes del barrio también participan, donando productos o colaborando con lo que pueden. En la Iasa todos aportan su parte, y eso se nota en el clima de comunidad que rodea al club.

“Estamos trabajando para que el jugador se sienta cómodo y parte de la institución”, explica Méndez. Lo dice con la sencillez de quien valora más el compromiso que el brillo. El fútbol, insiste, es un camino que enseña tanto como el aula: enseña a levantarse después de una derrota, a respetar al rival, a compartir triunfos y frustraciones.

El técnico reconoce que cuando llegó a la Iasa venía de otro club donde también se había sentido en familia: Almagro. Allí aprendió mucho, pero necesitaba un cambio. “En la Iasa encontré una familia”, confiesa con una sonrisa, recordando cómo lo recibieron los dirigentes, los padres y los jugadores. Desde entonces, su rutina semanal gira en torno a los entrenamientos, la preparación de los partidos y las charlas motivacionales con los chicos, en las que no faltan palabras de aliento y consejos.

Méndez subraya la importancia de equilibrar el deporte con la educación. Para él, el fútbol es una pasión, pero los estudios y los buenos hábitos son fundamentales. “El deporte es importante, pero lo primordial son los estudios y mantenerse alejados de los malos hábitos”, dice, dejando en claro que su tarea no se limita al campo de juego. Su mirada abarca también la formación personal de cada gurí, entendiendo que detrás de cada camiseta hay una historia, una familia y un futuro por construir.

La Iasa acompaña ese proceso con sensibilidad. Si un jugador tiene alguna necesidad, el club y los padres se organizan para cubrirla. El objetivo es que nadie quede afuera, que todos se sientan parte del grupo. En un contexto donde muchas veces el deporte infantil enfrenta dificultades económicas, la institución logra sostener su trabajo gracias al compromiso colectivo.

Durante los fines de semana, la Sub 18 juega habitualmente los sábados, y las canchas se llenan de color y energía. Los padres se agrupan con mate y banderas, alentando sin importar el resultado. Lo que se vive allí no es solo fútbol: es convivencia, identidad, pertenencia. Para Méndez, eso es lo que hace la diferencia. “Nos gusta que los padres estén, que acompañen, porque los gurises lo sienten y eso fortalece al grupo”, comenta con orgullo.

Además de dirigir, Méndez dedica tiempo a conversar con los jugadores, a escucharlos y aconsejarlos. Habla de los sueños, del esfuerzo, de las metas personales. Les recuerda que el fútbol puede ser una escuela para la vida, pero que también hay que mirar más allá de la pelota. Esa cercanía, esa empatía, es una de las marcas que distinguen su trabajo y el de todo el cuerpo técnico.

La Iasa se consolida así como un club donde el deporte y la comunidad se funden en un mismo propósito. No hay lugar para el individualismo ni para la indiferencia: aquí todos se conocen, todos se saludan, todos colaboran. Lo que se logra adentro de la cancha tiene el mismo valor que lo que se construye afuera. Y esa es, justamente, la esencia de este proyecto que sigue creciendo día a día.

Méndez no oculta su satisfacción por el camino recorrido, pero también sabe que el fútbol es dinámico y cambiante. No hace planes a largo plazo; prefiere disfrutar del presente, del grupo, de cada práctica. “Esto es año a año”, dice, aunque enseguida agrega que espera seguir vinculado al club. Su deseo es que más gente se sume, que los vecinos y las familias sigan apoyando a la Iasa, porque cuando el barrio se involucra, todo crece más rápido.

Hoy, la Iasa no solo compite: educa, contiene y transforma. Es un espacio donde los gurises aprenden a jugar, pero también a compartir, a respetar y a creer en el esfuerzo colectivo. Por eso, más que un club, se ha convertido en una gran familia. Una familia que crece unida, con los pies en la tierra y el corazón en el barrio.

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