Maestro de profesión, jubilado en 1997, Federico Ibarra Piñeiro nació en Salto en 1946 y actualmente reside en el Parque Balneario Jaureguiberry, Canelones.
En 1965 publicó «Me llaman Juan Esperanza», un poético alegato social de estilo gauchesco, con portada del artista plástico –también salteño- Iván Thévenet. En 1974 aparece su obra más conocida: «Astilla de poeta», reeditada en 2008.
Ha sido reconocido en instancias como: 1974: Asociación de Artistas Folclóricos y Artesanos (Salto); 1975: Concurso Literario Santa Cecilia (San José); 2005: Festival de Poesía Taller Sueñapalabra (Paysandú); 2006: Concurso de Literatura (Lírica) Intendencia Municipal de Salto; 2007: Mundo Literario 2007- Antología de autores de habla hispana (Buenos Aires). Muchos de sus textos han sido difundidos por artistas populares y la mayor parte de su producción poética permanece inédita.
Hoy EL PUEBLO comparte con sus lectores poemas de «Astilla de poeta», de «Mundo Literario 2007», y uno de los que aún permanecía inédito (Yo tenía un Maestro) y fue especialmente enviado por el autor para esta página, aunque ya ha sido grabado con música y voz de Abel García.
POESÍA
(De «Astilla de poeta»)
Sólo pretendo ser
una pequeña
astilla de poeta,
para quemar mis versos
en tu hoguera.
POETA
(De «Astilla de poeta»)
Tú, que has bebido la aurora
en el rocío
y aprendiste a hablar de las cachueras
para saber los secretos del río,
tómame de la mano
para cumplir,
contigo, mi destino.
MAROSA
(De «Astilla de poeta»)
Con qué cadencia besaba
con sus pies, Marosa, el suelo
como escribiendo en la calle
lo que soñaba en sus versos…
Catorce pasos marcaban
la medida de un soneto,
y así la calle Uruguay
era como un libro abierto.
Liebres de tono irisado
correteaban a su lado
con sus pupilas de estrellas
y un venado en cada esquina
oficiaba de bocina:
«-es ella que viene…¡es ella…!»
VERANO
(De «Mundo Literario 2007»)
El verano norteño,
visto desde las chacras,
es un péndulo ardiente
que nos golpea hasta el alma…
Son círculos concéntricos
que se extienden…se extienden…
enrareciendo el aire
con sus vahos de fiebre…
El verano norteño
crepita desde el alba,
con un vaivén hiriente
de un portal de chicharras,
que se abre lentamente
volcando un leve magma
que humedece las calles,
los parques y las plazas…
El verano dormita
de noche, hacia el oeste,
escondido en las piedras
del viejo saltochico;
aguarda la llegada
de nuestra luna inmensa
y, antes de su descanso,
nos la entrega
hecha añicos!…
YO TENÍA UN MAESTRO…
(Inédito. Musicalizado,
cantado y grabado
por Abel García)
Yo tenía un Maestro
que hablaba conmigo;
lo veía un gran hombre,
me sabía un gran niño…
vivía mil ratos
de tiempos perdidos
ganados a un cielo
sin sombras ni olvidos…
Yo tenía un Maestro:
¡qué tiempo tan lindo!
Me parece verlo,
con su andar tranquilo,
cargando cuadernos
por el barrio limpio
y arrastrando un blanco
racimo de gritos…
Ha pasado el tiempo…
¡cuánto se ha perdido!
¿Es otro el Maestro?
¿El niño es el mismo?
Yo tenía un Maestro,
¿por qué se ha escondido?
¿Quién cambió su tiempo
y su andar tranquilo
por la prisa vana
de un jornal mezquino?
¿Qué nubes extrañas
cubrieron el brillo
y el calor que daba
aquel sol amigo?
¿Dónde podré hallarte,
Maestro perdido?
¿Qué jefe o ministro
me dará un Maestro
como el que se ha ido?
Yo sigo esperando,
como tantos niños,
la Ley o el milagro
que cambie el destino;
la Ley que me vuelva
a aquel Maestro amigo
que hoy vive changando,
como un sieteoficios…
Yo tenía un Maestro
que hablaba conmigo,
lo sigo esperando
¡como tantos niños!