Poetisa… docente… ama de casa y pensadora Martha Beatriz Peralta Siffredo nació en el barrio Cerro en la media del siglo XX. “Pertenezco a dos siglos y me siento orgullosa de ello… época que permitió una vuelta de tuerca tecnológica… que debemos aprender a usar para enriquecernos.
Martha concurrió a la Escuela No. 64 a la que ama profundamente. Luego tuvo un pasaje por la Escuela No 3, cuando ésta compartía local con la Escuela No. 1. Confiesa que la etapa de su infancia fue muy feliz hasta que la muerte de su hermano mayor marcó un antes y un después en su existencia.
Martha Peralta con el paso del tiempo fue adueñándose del mundo de las letras y reconoce que suele escribir más de lo que habla.
Asegura que ha sabido a través de su filosofía de vida compensar los dolores con alegrías y aún espera “el despertar del hombre nuevo, más solidario, dotado de una energía esperanzadora”. Desde su interior siente que Salto es su lugar en el mundo y aquí desea “ser y hacer”… no obstante dentro de sus temores existenciales está el no poder llegar a ver un cambio en sí misma y en la humanidad.
¿Cómo fueron sus tiempos de estudiante?
-“Leía mucho, aprendía vorazmente y era irremediablemente ya poeta. Jugaba inventando mundos paralelos y así veía en las terrazas de la Escuela 64 bailes de soldados y damas, minués, bailantas… mujeres bellísimas y soldados arriesgados”.
¿Y las reminiscencias de la niñez?
Pero también, comía macachines y jugaba con mis dos hermanos y sus amigos. Tuve una infancia feliz hasta los once años que murió mi hermano mayor. La enfermedad y la muerte de los demás, me lastima enormemente.
¿En qué momento se percató que le gustaba la docencia y las letras?
“Al principio pensé que quería ser médico pues tenía una idea muy romántica de la labor médica y fui a facultad y después de dos años y pico de estudiar, empecé a fracasar a no estudiar más, a ir a recitales, a vincularme con escritores y pintores. Me casé joven, tengo tres hijos, la menor es Carolina pero las cartas estaban echadas, con los poetas de Salto, Marosa, Milans Martínez como referentes, Jardim. Amorim como paradigmas, no había escapatoria, me presenté a varios concursos, de los que saqué premios, pero después deje de hacerlo. Por convicciones que se me fueron instalando y sobre todo por la absoluta propiedad de mis palabras. Después de hacer el IPA; inconcluso. Lo terminé cuando hacía años que era docente, ya viviendo en Montevideo. Alrededor de 1985 empecé a dar clases”.
¿Influyó en su elección el hecho de que su padre fuera docente?
-“En mi casa se leía mucho, se recibía a mucha gente, se discutía mucho en un disenso clarificador que agradezco aun después de tantos años y que me enseñó que los malos no tienen partido, ni religión ni ideología y como dice Carolina, se caracterizan por hacer el mal”.
Mencione un libro que le haya movido el piso….
“En mi corazón están algunos autores con los que me encontraré en el Limbo de Dante, Vallejo, Lorca, Gelman, Dylan Thomas, Idea Vilariño, con la que hablaremos de lo pesado, denso, doloroso es ser mujer y no hacer lo que se espera que hagamos”.
Desde su experiencia – ¿Cómo ha sido la evolución en el ámbito de la enseñanza y el aprendizaje?
-“Creo que terminaré de aprender cuando me muera. He aprendido más de los jóvenes que ellos de mí. Me dieron la mutabilidad de las palabras, la alegría de vivir a pesar de todo. La gracia de las sonrisas y el canto, el desparpajo, con el que pude criar a los hijos, la falta de miedo. Siempre digo que por suerte trabajé en lo que amé. Tuve reconocimiento de alumnos, del gremio, de los docentes, pero eso son carisias de mimosa. Lo importante que aun tengo muchas ganas de seguir”.
¿Qué deudas pendientes siente que tiene con la vida?
-“¿Deudas? ¿La vida conmigo? ¿Yo con la vida? He esperado al hombre nuevo, ese ser humano, solidario, esperanzado, sin egoísmos personales, lo espero. Lo esperaré… tengo miedo de no ver el cambio, en mí y en los otros. Apunto a la utopía y pido más…hay cosas que no hubiera querido, vinculadas a la injusticia, a la muerte y el dolor. Pero personalmente, la vida no me debe ni le debo. He compensado dolores con alegrías”.
¿Qué significa la ciudad de Salto para usted?
“Salto es mi lugar en el mundo, a veces hablamos con mis hijos mayores, que viven en Montevideo, que me necesitan y los necesito, de la necesidad de estar juntos. Pero he sido una extranjera en Buenos Aires en Montevideo…busqué siempre esa sombra de paraíso que me airó en verano y escondió el primer beso, la calle con cada baldosa que tiene algún recuerdo…y sí este es mi lugar, aquí quiero ser y hacer”.
Una reflexión sobre sus poesías y creaciones literarias…
-“Soy una poeta mujer, escribo acerca y desde la mujer, la madre, la militante, la trabajadora, ama de casa con ganas y escasez… la que sabe el precio de las cosas, que sabe cuánto cuesta. Y escribo sobre eso, mi trabajo, mis amigos, mis hijos, mi familia, pues sé que las pequeñas cosas que nos hacen son la esencia del mundo. No me concibo sin las palabras. Todo en mí son palabras. Y escribo mucho más de lo que hablo”.
¿Qué siente ante el hecho de que su hija también ha tomado el camino de las letras?
-“Mi hija Carolina me probó que para ser feliz, existir y estar junto a los demás sólo hay que querer. Estoy orgullosa de los tres, como toda madre los amo desde la noche a la madrugada y cuando duermo sueño con ellos. Cada uno es diferente y con cada uno tengo lazos diferentes. Natalia, mi otra hija escribe muy bien, también, tiene un bellísimo trabajo de la que estoy orgullosa en el Museo Blanes y Gastón… prefiero no hablar de él, por largos años el único hijo es mi locura.
Como es sabido para la madre cada hijo es diferente. Carolina es diferente a sus hermanos, pero está en el ojo de la maravilla expectante de amor para todos”.
Me preguntas si la vida me debe algo… tiempo, tal vez… porque la vida es lo mejor que nos puede pasar. Lo demás lo construimos nosotros”.